15.

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Marie despertó cálida, exageradamente cálida.

Lo asoció a la fiebre, pero cuando la bruma del sueño empezó a abandonarla se dió cuenta de que esa calor intensa venía de algo externo. Trató de moverse y no pudo, unos brazos y piernas la retenían. Con esfuerzo abrió los ojos y visualizó un cuello pálido.

Aaaah... YoonOh.

Su cuerpo y el de él estaban totalmente enrollados. Una de sus piernas entre medio de las de YoonOh mientras la estrechaba firme contra su pecho.

El olor suave y fresco de YoonOh invadió todos sus sentidos. Marie se hubiese quedado así toda una vida, toda su vida, si no fuese porqué... Se estaba literalmente asando.

Subió la cabeza ligeramente para comprobar si YoonOh seguía dormido. Así era. Y estaba tan jodidamente etéreo con los ojos cerrados, el pelo despeinado, los rasgos relajados y respirando lenta y tranquilamente. Sintió cosquillas recorrer su columna vertebral.

Con cuidado empezó a desenredarse, no sin antes dejar un pico en la mandíbula ajena, y una vez estuvo incorporada y sin sentir que la piel le quemaba pudo notar que, en efecto, se sentía mucho mejor.

Lo observó unos breves momentos y cuando se cansó de comportarse como una psicópata caminó de puntitas hasta la cocina.

Además de caliente se había despertado hambrienta, llevaba unos tres días habiendo comido solo sopa, necesitaba alimento.

No conocía demasiado bien la cocina de YoonOh y no sabía dónde encontrar las cosas para hacer un desayuno digno así que se limitó a tostar dos lonchas de pan y untarlas de mermelada y mantequilla. La mezcla de olores le hizo babear y rugir la barriga. A punto estaba de devorar las tostadas cuando vio las naranjas junto el exprimidor.

Los recuerdos de aquel primer día volvieron frescos a su mente. Los mismos nervios que sintió entonces se instalaron en su barriga poniéndole la piel de punta.

Río levemente, cómo habían acabado las cosas para ellos. Si bien no estaba nada claro, Marie se sentía esperanzada ahora que sabía que YoonOh la quería de vuelta. Estaba más que dispuesta a perdonar y no tenía intención si quiera de hacerse la difícil porque era literalmente imposible a esas alturas. Estaba jodidamente enamorada y no iba a escurrirse de los brazos de YoonOh que al parecer querían mantenerla por un largo tiempo.

Agarró una naranja y la cortó a la mitad para empezar a hacer zumo con ella. Quizás fue el ruido del exprimidor lo que le despertó pero fue cuando iba por la segunda naranja que vio de reojo como YoonOh entraba a la cocina.

YoonOh se apegó a Marie colocando sus dos manos a banda y banda del cuerpo de ella. Hundió la cara en su cuello entre el pelo y dió un lento y húmedo beso.

- Buenos días - Murmuró con voz ronca. Marie río ante las cosquillas que le proporcionó y se giró para verle.

La vista era de quitar el hipo. YoonOh vestía el pantalón de deporte gris de siempre... Y nada más. Su piel pálida resplandecía en su pecho y abdomen desnudo, un rastro de bello reseguía desde el ombligo hasta la entrada del pantalón. Marie tragó duro ante la vista pero la boca se le volvió a hacer agua cuando le miró a la cara.
Sus ojos se veían algo más achinados y adormilados, las puntas del pelo miraban a todas partes y la luz que entraba por la ventana lo hacía clarito, casi rubio oscuro. Tenía los labios hinchados y rosados, tan besables.

YoonOh no se dió cuenta de tal analizada dado que... Él estaba demasiado ocupado haciendo lo mismo.

De nuevo la combinación de sexy y adorable que presentaba Marie era demasiado para él. Mientras su cara se veía rosadita y con ojos cristalizados por la pasada fiebre, su cuerpo parecía sacado de una revista erótica. La fina camiseta blanca dejaba marcar sus pechos sin sujetador, llegaba hasta taparle las bragas y poco más porque veía perfectamente sus pálidos y regordetes muslos con la carne de gallina. Joder lo bien que se veían sus manos ahí.

•mr.jung•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora