Hey nena - Capítulo 5.

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Comencé mi semana de trabajo en la agencia de Dante, era un lugar bastante agradable, mejor que ese basurero de bar

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Comencé mi semana de trabajo en la agencia de Dante, era un lugar bastante agradable, mejor que ese basurero de bar. Todos los días iba a las 08:00 am, acomodaba algunos papeles, me encargaba de las llamas y visitas, esperaba a Dante que llegara para avisarle que todo había ido perfecto, me pagaba el día y volvía a mi casa eso de las 08:00 pm.
Pero hoy iba a ser diferente, había terminado mi hora de trabajo pero Dante aún no llegaba ni siquiera estaba el pendejo de su amigo.
-Mmm...-exclamé cruzada de brazos al ver el reloj de pared que marcaba las 08:40 pm-¿Dónde estará?
La puerta se abrió mostrando a Dante quien entraba y al verme forzaba una sonrisa ¿Qué le había sucedido?
-Dante-nombré-¿Te sucedió algo?
-No, solo fui a hacer una visita a un lugar. Perdón por la tardanza-respondió acercándose al escritorio. Dentro del segundo cajón sacó un sobre el cual me dio, lo tomé sin dejar de ver su expresión se me hacia raro verlo así de desanimado cuando siempre me recibía con puras sonrisas y chistes ¿Qué le sucederá? Quiero preguntarle pero no tengo tanta confianza para hacerlo.
-Bueno, adiós-despedí con la mano.
-Adiós.
Abandoné la agencia pensativa ¿Por qué estaba así?

¿Y por qué me preocupo tanto?

Pensé sacudiendo apenas la cabeza, apenas lo conozco y ya me ando preocupando como si fuera algo mio, bueno me daba trabajo supongo que era mi jefe aunque no cargue pinta de uno.
-Ya-dije caminando directo a mi casa.
En el camino me compré algo para comer en casa. Al llegar lo primero que hice fue comer sentada en el sofá viendo la televisión.

Último momento, varios hombres comenzaron a desaparecer en la ciudad ¿El motivo? No se sabe pero la mayoría cree que el responsable es un demonio.

Demonios, me suena tan normal oír aquel nombre aunque no voy a negar que si tengo uno ante mi me entraría terror, pero ahora me siento más en calma al saber que tengo de amigo a un cazademonio que la última vez me salvó el culo de uno que me queria comer viva.
-Dante-suspiré su nombre y la imagen de su expresión depresiva vino a mi cabeza ¿Otra vez pensando en él? Como para no hacerlo, me salvó la vida incluso me dio trabajo. Realmente deseo ayudarlo como él lo hace conmigo. Me acurruqué entre los almohadones del sofá, cubrí con una manta polar y seguí viendo la televisión hasta quedar dormida.
Al otro día tenía pensado preguntarle que le ocurría pero me asombré al ver solo a Nero.
-¿Y Dante?-pregunté con un tono tajante.
-Se fue temprano-respondió pasando por mi lado y se fue de allí.
-Pero que comunicación-comenté con ironía.
El día se torno a puras llamadas, visitas de personas que pedían de su servicio, todo lo normal. A veces me levantaba de su cómodo asiento para observar detenidamente las armas que colgaban de las paredes.
-Interesante-comenté al ver una guitarra eléctrica morada.
-No la toques-oí una voz, voltee a ver y no había nadie.
-¡Cállate tonto! Sabes que señor Dante nos ordenó que nos mantuvieramos callados.
Seguía sin saber de quienes eran las voces así que no le di mucha importancia, para distraerme incluso me puse a limpiar el lugar que por cierto estaba mugroso.
-Ay Dante-suspiré al abrir el primer cajón de su escritorio, tenía lleno de latas de cervezas vacias. A todas las metí dentro de una bolsa junto con toda la demás mugre.
Seguí con su cuarto, arreglé su cama que al momento de acercame a las sábanas me embriague con su fragancia.
-Huele bien, lo admito.
Quité la mugre y ya en menos de lo que esperaba el reloj de la sala principal marcaba las 07:59 justo a tiempo.
-Hola Dante-saludé al ver que la puerta se abría y mostraba una melena blanca y gabardina roja-limpié el lugar, espero que no te moleste.
-Claro que no nena-sonrió al verme, se notaba un poco tambaleante y sin olvidar que cargaba un hedor a alcohol puro.
-¿Estuviste bebiendo?-pregunté alzando una ceja.
-Un poquito, así-respondió y me mostró con dos dedos lo que significaba poquito.
-Claro-bufé-bueno, ya termino mi día.
-¿Tan pronto te vas?-preguntó y dibujo un puchero en los labios.
-Ya terminó mi horario.
-Mmm... siempre te vas cuando llego-bufó acercándose al escritorio, quería abrir el segundo cajón pero no podía-estúpido cajón.
-Tranquilo-me acerqué apoyando una mano sobre su espalda-mañana me das el dinero ¿Por qué no mejor te vas a descanzar?
Alzó el rostro hacia mi mostrando aquellos ojos celestes pálidos.
-___ ¿Puedo decirte algo?
-Claro-asentí suavemente mientras lo seguía viendo.
-Estoy triste-confesó.
-¿Por qué?
-De la vida-respondió-desde que nací hasta ahora no hubo nada positivo en ella. Simplemente las personas que quiero se terminan yendo de mi lado ¿Por qué?
-Hay veces que la vida no es justa, pero hay que seguir por los que aún estan.
-Pffff-exclamó-no tengo a nadie.
-¿Y que hay de Nero?
-Él tiene su vida junto a su novia, yo solo soy un viejo que lo estoba-y rió amargamente con lo último.
-No digas eso-negué con la cabeza levemente.
-Es la verdad, soy un viejo molesto-rió apartándose de mi.
-¿A dónde vas?
-A la cocina, a buscar unas cervezas.
¿Beber más? ¿Está loco?
-¿Estás loco? Claro que no-respondí tomándolo del brazo.
-Vamos nena, solo una-respondió entre risas.
-Dije que no.
Entre forcejeo accidentalmente al dar un paso hacia atrás me tope con el sofá, caí con Dante sobre mi. Mi rostro se tornó roja como su gabardina al tener su rostro tan cerca del mio.
-Eres hermosa-dijo esbozando una sonrisa.
-Ya Dante, estas ebrio. Deja de mentir-reí tratando de quitarlo.
-Es la verdad-rió con suavidad mientras apoyaba la cabeza sobre mi pecho-¿Podrías quedarte esta noche conmigo?
Mi corazón latía con fuerza pero se la debía por todo lo que hizo por mi.
-Esta bien-respondí entre suspiro.
-Ayer no te dije porque estaba así-dijo alzando el rostro hacia mi-noté que estabas preocupada por mi ¿O no?
-Si, lo estaba.
-Sucede que ayer fui a ver al cementerio a mi madre-contó, su mirada se desvió a un lado-ayer fue su aniversario de muerte.
Pobre de él, ahora entiendo porque estaba así.
-Ella murió cuando apenas era pequeño, eramos una familia de cuatro. Mi padre, mi madre, mi hermano gemelo y yo-comenzó a hablar volviendo los ojos hacia mi, todo esto lo hacia encima de mi sin importarle en la posición que estabamos, de mi parte no me molestaba porque no lo hacia con malas intenciones.
-Eramos felices pero un día todo se acabó, mis padres murieron y solo quedamos mi hermano y yo pero... pero el decidió tomar otro camino-frunció el ceño levemente-¡Qué idiota fue! Le pedí por favor que se quedara pero se fue sin siquiera mirar atrás. Me las tuve que apañar solo en la vida, un niño enfrentando a todo el mundo que loco ¿No?
Rió y la expresión se borró rápidamente.
-Sin mi padre, sin mi madre, sin mi hermano, solo...
Apenas pude ver como sus ojos se cubrían con lágrimas pero rápidamente apoyó la cabeza sobre mi pecho para evitar que lo viera.
-Duele sentirse así, es por eso que siempre vivo tomando para olvidar todo esto. A veces funciona, a veces no como ahora.
Me ponía triste la situación por la que pasaba, me atreví a apoyar una mano sobre su espalda y la otra en su cabello dando suaves caricias.
-No es fácil la vida pero por algo sigues aquí. Mírate, salvas la vida de los demás, me salvaste a mi de ser la comida de un demonio.
-Ojalá mis padres pudieran ver esto y sentirse orgullosos de lo que hago.
-Esten donde esten de seguro se sienten así por ti-y no pude evitar sonreír.
-Gracias ___-susurró y fue lo último que oí porque en menos de lo esperado se había quedado dormido.
-Dante-susurré contemplando apenas su rostro inclinado hacia atrás, sus ojos estaban totalmente cerrados, su cachete derecho apretado contra mi pecho y sus labios entreabiertos. Se veía tan dulce a pesar de que cargara mucho olor a alcohol.
-Tranquilo, no estas solo-susurré corriendo varios mechones blancos de su rostro.

Hҽყ ɳҽɳα.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora