Capítulo 2: La despedida

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El verano había sido genial, lo disfruté mucho, vimos varias funciones de ballet. Y conocí a algunos hijos de los colegas de papá, papá no nos suele llevar a fiestas que en realidad son reuniones de trabajo. Nuestros destinos de vacaciones fueron Ibiza y París, al ser político papá, estuvo trabajando en la embajada de México en París, para reestablecer lazos de comercialización con ese país y también hablaron sobre los tratados de defensas, algunos temas parecidos a estos. 

Aunque los hijos de sus colegas eran unos completos mimados, solamente hablaban de que si ellos se metían en problemas, sus padres los solucionaban con solo chasquear los dedos.

Yo nunca me había metido en problemas pero estoy segura de que papá no haría como si nada y me cumpliría todos los caprichitos que yo quisiese.

Además no soy una mimada, todo lo que he querido me lo han dado pero con la condición de que yo estudiase. Como si me premiasen por hacer mi obligación.

París es hermoso, siempre soñé con ir. Mi sueño se hizo realidad, bueno en realidad no se hizo del todo. En mi sueño yo recorría las calles de París tomada de la mano de un chavo y llevaba un anillo de casamiento.

Ojalá en el colegio encuentre al amor de mi vida, tal y como lo hicieron mis padres. 

Ibiza estuvo bien, el agua estaba deliciosa, y mi piel blanca, tomó unos dos tonos más de color. Papá por el contrario no se quiso poner bloqueador, y acabó como una gamba. Mamá no paró de reírse de él. Después de ese día, nunca más bajó con nosotras a la playa.

Y por fin había llegado el día, no había podido dormir en toda la noche, por lo cuál ahora llevaba unas ojeras que llegaban hasta mis mejillas. Entre en pánico cuando vi mi reflejo, grité tanto que mamá llegó corriendo a mi habitación. Después me tranquilizó, y me dijo que ella me maquillaría para que no se notaran y pudiese dar una buena impresión y conseguir amigos.

El uniforme de mi nuevo colegio estaba colgado de la puerta de mi closet, era una falda vaquera, una camisa blanca, una corbata roja de rayas blancas, una chaqueta roja con el emblema de colegio pegado en la solapa y lo que completaba el uniforme eran unas botas negras de charol que me llegaban por debajo de la rodilla.

Cuando estuve lista, cogí mi perfume favorito y después de echármelo, lo guardé en una de mis maletas. Llevaba 3 maletas grandes y un maletín donde guardaba mi maquillaje, perfumes...

Papá decía que llevaba demasiada ropa y que debía venir a visitarlos todos los findes. Además me había regalado un celular último modelo, para que lo llamase siempre que quisiese, le dije que no hacía falta, pero no me escuchó. Papá es un hombre muy obstinado, y no había quién le dijese que no. Siempre quería llevar la razón. 

Mamá volvió a mi habitación, me vio y sus ojos empezaron a lagrimear, yo solo rodé los ojos y la miré burlonamente:

-Mamá, no me voy a ir al fin del mundo, estamos a unos minutos de distancia la una de la otra.

-Lo sé, pero te voy a extrañar demasiado. Te estás haciendo mayor. - me dice abrazándome, yo le correspondo el abrazo.

-Venga que se nos va a hacer tarde.

-Tú si que sabes arruinar momentos como este-dice mamá separándose del abrazo. Ruedo los ojos sonriendo y cojo el maletín.

-¿Dónde están tus útiles de estudio?- pregunta ella, mirando la habitación o más bien escaneándola.

-En la maleta lila, con mis zapatos.-respondo acercándome a la puerta.

-Entonces vamos, ahora le digo a Pierre que suba a por tus maletas.

Lo que nadie sabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora