Rumores Que Crean Esperanzas

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A la hora de la comida Hermione se reunía nuevamente con sus amigos, ya no era de extrañarse las visitas de las lechuzas en la mesa, la única diferencia es que ahora no eran cartas invitándola a salir, habían pasado a otras cosas ya eran regalos,  iban dos cajas de bombones, dos de chocolates y una flor mágica que cambiaba de color, lo  que había recibido. La chica comenzaba por fin a impacientarse, le alagaba mucho esas muestras de atención pero ya era excesivo.

Hasta sus amigos se veían afectados por esa situación tan absurda, la mesa era una revolución entre las peleas de las lechuzas y toda la comida que terminaba  esparcida por todas partes, así como el jugo derramado en ocasiones encima de la túnica de alguien, sin mencionar lo estresante de que a cada rato los interrumpía sin poder disfrutar de verdad sus alimentos.

La castaña estaba ya hartándose de todo eso, hasta que se le ocurrió algo. Su madre siempre le decía que a grandes males, grandes remedios; y al parecer ya sabía cuál podía ser el remedio para detener esta situación. Tenía que decidirse a salir con alguien, así los demás la tendrían que dejar en paz, ahora el problema era saber quién era el indicado. Sabía que tenía que hacerlo lo más rápido posible antes de que pasara algo serio.

Cuando terminaron las clases Hermione se dirigió a la biblioteca y saco un libro sobre joyas encantadas, ya llevaba algunos días sin investigar la historia de la gargantilla y tenía que darse prisa si se la quería regresar a Malfoy antes de Halloween. Así que buscando un poco de tranquilidad salió del castillo por uno de los tantos pasadizos que ya conocía de memoria con la intención de ir a la casa de los  gritos por el sauce boxeador. No se imaginaba que antes de llegar a su objetivo se encontraría con el rubio de ojos grises que le robaba el aliento.

-Granger, no sabes que no debes de salir del castillo sin permiso. -pregunto en tono de burla el rubio. -Quien diría que vería a una prefecta saliendo a hurtadillas rompiendo las reglas.

-Pues creo que estamos en la misma situación no crees, después de todo tu también eres prefecto y estas fuera del castillo, así que no entiendo el reproche. Además no creo que sea de tu incumbencia si rompo las reglas o no. -contesto un poco impaciente por haber sido descubierta, pero sin amedrentarse por la mirada penetrante de sus ojos grises.

-Calma Granger, no es acusación, solo que a veces me asombra.

-¿Que te asombra? -pregunto la castaña intrigada.

-Me asombra que ya no tengas problemas con romper las reglas, después de ser tan perfecta. -dijo mordaz

-No soy perfecta Malfoy, nunca lo he sido y estoy muy lejos de serlo. Yo también puedo equivocarme y revelarme si hay algo que no me agrade. Para mí siempre habían sido importantes las reglas, pero como comprenderás con todo lo pasado, me di cuenta que ciertas reglas deben romperse cuando no están justificadas o cuando simplemente son injustas o vanas. Y por lo que se no lastimo a nadie por salirme del castillo sin permiso, así que no importa si no cumplo con esa regla. ¿No crees? -ahora le preguntaba desafiante la castaña

En Draco retumbaban las palabras de la castaña, hacían eco en su interior. Estaba consciente que  era por seguir sus estúpidas reglas familiares que no podía estar cerca de la chica que amaba. Cuanto la admiraba, cada vez mas conforme la conocía, no se esperaba esa respuesta de la castaña. No entendía como siendo de apariencia tan frágil podía tener tanta fuerza interna. Sentía cierta envidia, desearía tener la decisión de actuar de la manera que lo hacia ella, así podría besarla, que era lo que más deseaba.

-Tienes toda la razón. -dijo sinceramente Draco mientras sonreía con melancolía.

-¡En serio!, te sientes bien Malfoy, porque creo que escuche que me estás dando la razón en algo. -la castaña decía con sarcasmo sin poder creer en la sinceridad de las palabras de rubio.

Salvaste Mi Vida De Muchas Maneras, Hermione.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora