Capítulo 14 - SE DESCUBRE LA VERDAD

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A la mañana siguiente, el sol se reflejó en los ojos de Aria. Por lo tanto, le cegaron un poco y después abrió lentamente los ojos exhausta.
Ella se levantó de la cama en pocos segundos y fue hacia la ventana.
Ante ella pocos segundos después, Aria comenzó a notar cómo le ardía el trasero.
Ella comenzó a pensar en el pasado que le tocó vivir. No podía creer que casi le estuviese pasando lo mismo. Pero por una parte, reconocía que todas esas sensaciones las había vuelto a sentir por fin pero para otra persona. Al menos con otra persona muy diferente a la que tuvo en el pasado.
Pocos segundos después, ella comenzado a notar como alguien le agarraba por detrás. Supo enseguida que era su esposo que la gana va por la espalda.
Aria comenzó a moverse para irse del lado de su esposo, pero Alexander le agarró con las dos manos y la presionó contra su torso.
Alexander bajo su mano derecha hacia el sexo de su mujer y comenzó a meter las manos entre las bragas de ella. Y cuando llegó al clítoris, comenzó a estimularlo.
Aria echó la cabeza hacia atrás cuando comenzó a sentir los roces en su sexo y Alexander paró enseguida, dejándola a medias.
―Vístete y tomate una pastilla para el dolor del trasero ―dijo él de pronto―. Quiero llevarte a desayunar fuera y a conseguir un paseo sin que intentes escapar de nuevo.
Aria asintió.
Después de varios segundos pensativa, Aria fue a coger algo que ponerse y se marchó a la ducha. Tenía claro que no quería vestirse delante de su esposo, por qué podría acabar mucho peor que el día anterior. Sin nada de ropa y con otro orgasmo.
Tras desayunar en una cafetería a unas manzanas del hotel, Alexander y Aria comenzaron a dar un paseo tranquilamente, sin que ella pudiera pensar en escapar de nuevo.
Cuando pararon ante la Fontana de Trevi, Alexander le dio una moneda a su esposa y Aria pidió muy fuerte algo que pudiera hacerse realidad. Y deseaba tanto su libertad, que lo pedía con mucha fuerza.
Cuándo decidieron continuar con su paseo, Aria volvió a sentirse un poco mareada.
Alexander agarrándola la llego antes unos bancos que había frente a unos escaparates me vendían televisores.
Él fue a comprar una botella de agua, ya que la calor era insoportable en Roma y se la dio a beber a su esposa.
―¿Estás bien? ―le preguntó.
―Sí ―respondió ella―. Me ha salido un poco mareada y nada más. Será por la calor que está haciendo.
―Será eso.
Hicieron una pequeña pausa.
―Si no te encuentras bien, regresamos al hotel.
―Estoy bien gracias. Podemos continuar con nuestro paseo en cuanto me recupere un poco más.
―Voy a ver si te consigo algo con azúcar. Quizás que tengas la tensión baja.
―Gracias Alexander. Pero estoy bien de verdad. Te lo agradezco.
―No estás bien Aria. Un mareo que lo sepas así como así.
Aria se levantó del asiento y fue caminando hacia el escaparate. Pero Alexander le paró. Y en pocos segundos, hizo que ella le mirase a los ojos.
―Aria en realidad no estás bien. Quiero ayudarte. Sé que me consideras tu secuestrador, pero soy tu esposo ahora y quiero cuidarte para que estés bien.
―Lo sé. Pero solo ha sido un pequeño mareo. No es para tanto Alexander.
Aria se giró de pronto y observó algo que la dejó sin palabras. Una noticia en todos los televisores que había en el escaparate, con una fotografía suya y de su hermano.
En la noticia ponía en un italiano que ella lograba entender: "Desaparecida desde hace días."
La mujer que estaba dando la noticia, decía que "la chica había desaparecido hacía más de una semana". Pero que no podía entender es quién había denunciado su desaparición. ¿Habría sido su compañero de piso?
Fue en pocos segundos, la desolación y la imagen de su hermano dame una rueda de prensa con su desaparición lo que hizo que Aria se comenzase a hacer preguntas. Preguntas que solamente su esposo tendría la respuesta.
―¿Qué diablos es esa noticia Alexander? ¿Por qué mi hermano está en esta noticia cuando ha fallecido?
―Aria yo...
Entonces ella comprendió de qué le había mentido con respecto a la muerte de su hermano.
―¡Eres un mentiroso!
―Aria cálmate. Te explicaré todo.
―No quiero que me expliques nada. Quiero que me dejes ir a casa. Quiero irme a Madrid y decirle a mi hermano que estoy bien.
―No te irás a ningún lado Aria. Te lo dije al principio de todo esto. Ahora es mi mujer y me perteneces.
―Yo no tengo ningún dueño. Soy dueña de mi propia vida.
―Ya no lo eres. Me perteneces desde que firmaste el contrato de matrimonio.
―Adiós a ese dichoso papel que firmé. Quiero volver a España y lo voy a hacer ahora.
Aria comenzó a caminar y Alexander le agarró por el brazo. Por lo tanto, eso comenzó a forcejear fuerte contra él para que le dejara libre. Entonces, Alexander no tuvo más remedio que sacar un calmante que tenía en el bolsillo metido por si acaso ocurría lo que más le temía puesto en una ciudad en la que podían dar una noticia así. Y en pocos segundos, inyectó en el brazo izquierdo de Aria, el calmante para que se quedase dormida.
Una milésima de segundo después, Aria por fin se relajó y se quedó profundamente dormida.
―Merde ―dijo mientras que sujetaba a su esposa.
Alexander cogió a su esposa en brazos y la llevó como pudo hacia el hotel. Pero a tan solo unas manzanas, tuvo que llamar a un taxi para que les llevara a él.
Cuando llegaron al hotel, Alexander se condujo hacia los ascensores y en pocos minutos, llegó a su esposa hacer habitación.
Mientras que ella dormía, Alexander pensó que era el momento adecuado para regresar a Berlín. Por lo tanto, llamó a su hombre de confianza para que tuviera listo un avión privado que le llevase hacia la sede de la empresa de sus padres.
Después de colgar el teléfono, el seguro de que su esposa durmiese un poco más de lo que es el calmante podría hacer. Inyectándole o un poco más del líquido.
Pocos segundos más tarde después de que le pusiera el calmante, comenzó a meter la poca ropa que había usado en la maleta.
Una hora más tarde, bajo con su esposa en brazos y dio de baja a la habitación de hotel para poder marcharse de nuevo a Berlín.
Cuando salieron del hotel, Alexander puso detrás de los asientos del coche a su esposa y la arropó para que no cogiese frío.

Al llegar al aeropuerto para coger el avión privado, volvió a coger a su esposa y la metió en el avión.
Despegaron a los veinte minutos y él se tranquilizó. Ya que sabía que Berlín le pertenecía y que su esposa no podré llegar muy lejos si volviese a intentar de escapar.
Y mientras que volaba, pensó en cuál sería ese pasado que tanto la tormenta va y que aún no había terminado de contarle. Algo que no podría dejar a medias antes de que la encontraran bajo su poder.
Cuando llegaron a Berlín una hora más tarde, el hombre de confianza de Alexander le llevó hasta la mansión Holmberg.
Allí más tarde, Alexander llegó a su esposa a la habitación y la dejó dormir en la habitación. Pero él no se fue de la habitación. Ya que temía que Aria pudiese escapar sin que él estuviese cerca de ella.
Por lo tanto, él se sentó a la espera de que su esposa despertase. Y sabía que tardaría un par de horas más en hacerlo. Y decidió ponerse a trabajar con algunos pacientes de Berlín mientras tanto. Así mantendría su cabeza ocupada.

Secuestrada por un Holmberg (Noches De Terciopelo I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora