Tres días después, le dieron el alta a Aria.
Alexander creyó que era conveniente que si esposa debía alimentarse. Por lo tanto, él le llevó un vestido corto al hospital y ella se lo puso, cuando él le dijo su buen propósito. Llevarle a comer a un restaurante a la ciudad.
Después de comer, regresaron a la mansión Holmberg. Ya que Aria necesitaba descansar.
Por unos segundos, ella contempló el lugar y se marchó en breve a la habitación que compartiría con Alexander durante su matrimonio.
Alexander en cambio, decidido de hacer unas llamadas fuera del alcance de su esposa.
Ella llegó a la habitación y observó lo que hace tres días había provocado.
Fue hasta la cama y en pocos segundos, se tumbó en la cama. Estaba cansada y lo único que necesitaba era estar bajo una manta calentita y dormir hasta que pudiera encontrarse con su familia de nuevo. O al menos de volver a intentar escapar. Aunque ahora veía eso, como algo absurdo.Una hora después, Alexander fue hasta la habitación. Quería saber si su esposa estaba bien.
Cuando entró en la habitación unos minutos después, él vio que su esposa estaba dormida. Por lo tanto, decidido de tumbarse a su lado en la cama.
Unas horas después, el sol ya se había ocultado. Y Alexander aun permanecía despierto.
De pronto, la puerta de la habitación sonó y este se sobresaltó un poco.
Él se levantó de la cama y fue hasta la puerta de la habitación.
Alexander respiró profundamente y en breve, abrió la puerta.
Cuando él vio que era su ama de llaves, le preguntó:
―¿Qué se te ofrece Natalia?
―Perdone que interrumpa su momento de intimidad, señor Holmberg ―dijo ella―. Pero su tío esta abajo esperándole.
―Te ha dicho que quería.
―No. Pero supongo que será por trabajo señor.
―De acuerdo. Dígale que ahora bajo.
―Sí, señor Holmberg.
Natalia se marchó y Alexander se ajustó un poco la corbata antes de salir de la habitación.
Mirando en pocos segundos a su esposa, él se marchó y en breve, cerró la puerta de la habitación sin cerrarla con llave.
Cuando Alexander llegó al salón, habló con su tío. El asunto parecía ser siempre el tema que su padre llevaba a escondidas de su madre. Un asunto que los arrastró a ambos, a borde de la muerte. Una muerte que planearon sus propios enemigos para deshacerse de un gran narcotraficante.
Román le preguntó a Alexander por su esposa y él le respondió que estaba descansando. Después, trataron un asunto urgente de trabajo.Aria despertó de pronto, por una mala pesadilla y se preguntó dónde estaría su esposo.
Ella levantó la cabeza de su almohada y se percató que las sabanas estaban un poco descolocadas. Entonces pensó que su esposo se había tumbado a su lado.
En pocos segundos, se levantó de la cama y observó que Alexander no estaba por ningún lado de la habitación.
De pronto, la puerta de la habitación se abrió.
Aria dio un respingo por el susto y cuando se percató que la ama de llaves entraba con toallas, acudió para ayudarla.
―Tranquila señora Holmberg ―dijo Natalia―. Usted relájese. Yo me encargaré de todo.
―Es que no estoy acostumbrada a estar parada todo el día.
―Pues debe de hacerlo señora. Ahora su vida a dado un giro de ochenta grados y estoy segura que su esposo no dejaría que su esposa trabajase para ganarse la vida. Y más aún cuando su esposo posee una gran fortuna.
―¿Y el doctor Holmberg?
―En el salón con su tío. Tratando asuntos de los negocios de sus padres, señora Holmberg.
―¡Negocios! Pensé que mi marido era doctor.
―Lo es. Pero tras la muerte de sus padres se ha encargado de esos negocios, sin dejar de lado su profesión.
―Voy a bajar. Quiero saber de qué hablan.
―Yo no le recomendaría que hiciese eso. El señor podría enfurecer si se metiese en esa conversación privada.
―Si el doctor quiere tenerme aquí, que me tenga. Yo pienso salir de estas cuatro paredes.
Aria comenzó a caminar.
En pocos segundos, ella llegó a la salida y caminó hacia las escaleras de la mansión.
Cuando llegó a la zona de abajo, Aria comenzó a caminar hasta encontrar el salón donde se encontraba Alexander.
Mientras que encontraba el salón de estar, ella comenzó a pensar en su hermano y en su padre. Sobre todo, en su hermano. Había algo que le pedía que volviese a escapar para ir a llevarle flores a su tumba. Pero sin su pasaporte no podía salir de Berlín. Y lo que mas deseaba, era quitarse de encima a aquel hombre que la tenia secuestrada contra su propia voluntad y el cual le obligó a casarse.
―De todas formas, tenemos que encontrar una solución rápido a la perdida de esas mercancías.
―Lo sé. Pero no quiero que mi nombre salga a relucir en toda esa mierda.
Aria llegó a la zona del salón y estuvo escuchando la conversación que Alexander y Román tenían en esos instantes.
―Intentaré encontrar la solución para entregarle a Garcia la mercancía cuanto antes y así evitarnos problemas. Pero también enemigos.
―De todas formas, quiero que Alfred o Bastián se encarguen de eso. No quiero que te metas en estos asuntos a tu edad.
―Alexander, si lo hago es por que soy el hombre mas mayor de la familia Holmberg. Y es por que se del tema antes de que tú y tus primos entrarais a formar parte de ello.
―Yo no entre a formar parte de este negocio tío. Solo que sigo el negocio de la droga sin salir a la luz.
Aria se sorprendió al saber los negocios que tenia su marido y pensó en huir ahora que sabia la verdad. Pero que también que su esposo estaba demasiado ocupado como para darse cuenta de que había escapado de nuevo. Pero al recordar lo que sucedió hace unos días, decidió no hacerlo.
Aria decidió de entrar en el salón.
Cuando lo hizo, Alexander y Román se quedaron mirando a Aria.
Alexander se levantó de donde se había sentado y fue hasta su esposa. Pero esta comenzó a temblar.
Él se percató que su esposa temblaba y se quitó la chaqueta. En pocos segundos, se la puso encima a Aria.
―Tranquila cariño. Aun no he encendido la chimenea ―dijo Alexander.
Aria miró por segundos a Alexander a los ojos y después de veinte segundos, ella terminó bajando la mirada.
Román se levantó y se acercó a ella. Pues él quería ver de cerca a la nueva esposa de su sobrino. De la cual se había percatado que era una muchacha humilde.
―Bienvenida a la familia Holmberg hija ―dijo Román de pronto.
En pocos segundos, él tendió su mano y ella dudo en entregársela. Hasta que lo hizo para no causar más problemas.
Román le besó la mano en cuestión de segundos y después Aria la apartó suavemente.
―Aria este es mi tío Román. Ha venido a hablar de negocios conmigo.
―Encantada señor Holmberg.
―Lo mismo digo jovencita.
Ella se quitó la chaqueta de Alexander y después caminó para dirigirse a uno de los sofás que había en la sala.
En pocos segundos, ella se sentó y Román le volvió a decir:
―Por fin la conozco. Hace tres días no pude hacerlo porque se encontraba enferma.
Aria miró a Alexander y este le hizo un gesto para que no dijera nada de lo que estaba y había pasado.
―Cierto. Pero gracias a Dios y al doctor Holmberg estoy bien.
―¡Doctor! Te refieres a tu marido como si no os conocierais de antes.
Aria volvió a mirar a Alexander y observó su cara de enfado. Eso le hizo entender que no se podía jugar con él.
―Disculpe. Es la costumbre. No me habituó a llamarlo por su nombre.
―Tranquila querida. Eso demuestra que a pesar de todo, tienes educación. Me gusta tu forma de pensar.
Pero ella bajo la mirada.
―¿Y a que te dedicabas en España antes de venir a la ciudad de Berlín muchacha?
―Me dedicaba a la restauración de viejas pinturas de arte.
―¡Vaya! Interesante. Al menos puedo compartir con alguien mi afición por la pintura y escultura.
―Pues creo que soy la mujer más indicada para acompañarle a usted a una galería de arte.
―Me pasaría un día a buscarte para que no te sea tan pesado estar entre estas cuatro paredes.
―Eso pasara, si mi marido lo permite.
Aria y Alexander se miraron a los ojos. Pero por la furia que los ojos de Alexander presentaban, Aria apartó la mirada de su esposo.
―¿Se queda a cenar, señor Holmberg? ―preguntó Aria.
―Por supuesto. Siempre y cuando sea bien recibido.
―Pero que dices tío. Siempre eres bien recibido ―dijo Alexander de pronto.
―Pues parece ser que molesto. Al menos es lo que tu cara me está diciendo en estos momentos.
―Estoy así por el negocio. Solamente.
―Pues si me lo permiten ―dijo Aria levantándose―, voy a ir a preparar la comida a la cocina.
―Aria ―dijo Alexander―, no te preocupes por ello. Natalia se encargara de la comida.
―Lo siento. Pero no me habituó a estar de brazos cruzados.
Alexander frunció el ceño.
―Vale ―dijo ella―. Discúlpenme.
Aria caminó para marcharse. Ya que entendió que no tenia prioridad para poder hacer algo en esa nueva vida que tenia. Una que no quiso. Pero en su cabeza solo rondaba la idea de escapar. Algo que no dudaría en volver a hacerlo.
―Discúlpame tío.
―Tranquilo. Yo voy al estudio a llamar a Alfred y Batían para tratar este asunto.
Alexander asintió y después se marchó para seguir a su esposa.
Ella llegó al jardín y se sentó en una de las cómodas sillas que había en el porche de este. No paraba de pensar en el infierno que le tocaría vivir con ese hombre. Pero tampoco paraba de pensar en la vida que tiene en Barcelona.
De pronto, Aria pensó en Emmanuel. Él único chico que la pretendía cuando trabajan juntos. Se notaba a leguas que ese chico moreno de ojos verdes se había enamorado de ella desde el primer día en que entraron juntos a trabajar en la misma galería de arte. Pero muy a su pesar, se arrepiente de todas esas veces de las cuales, él le había pedido salir a cenar a un restaurante o cuando aquella vez le pidió que tuvieran algo más que una amistad. Ahora tenía ahí, las consecuencias del rechazo de su amigo. Un matrimonio obligado por las circunstancias.
Alexander llegó al jardín y se percató que su esposa estaba ausente, pero que a la vez muy pensativa. Supo que todo se debía a lo que él había provocado durante esos días en que la tenía secuestrada contra su propia voluntad.
Después, él se acercó a Aria y le agarró en pocos segundos el hombro.
―Tranquila. Te buscaré algo para que no te aburras aquí en la casa ―dijo él de pronto.
―Lo único que no me aburriría seria trabajar, doctor. Pero tengo claro desde de todo que has hecho para retenerme, que eso es imposible.
Alexander cogió de la mano en pocos segundos a su esposa y la levantó.
Después hizo que levantara la mirada y ella comenzó a temblar por los efectos que Alexander provocaba en ella.
―En la zona de arriba, a mano derecha está la biblioteca. Coge algún libro y ponte a leer. Cuando me fie de que no volverás a escapar, te dejare que visites la ciudad.
―Es que no quiero visitarla. Quiero irme. Quiero volver a tener mi vida, aunque mi padre y mi hermano ya no estén.
―Sabes que eso es imposible. Tú y yo estamos casados definitivamente.
―¡Definitivamente! ¿Pensé que era un año?
―Pero he cambiado de idea.
Alexander hizo una pequeña pausa y después trago saliva.
―Ahora eres mía Aria. Si te comportas como mi esposa, no tendrás problemas conmigo. Pero si decides darme problemas, volveré a castigarte. Y no será unas horas. Si no, días.
―Te comportas como lo que eres.
―Y según tú, ¿qué es lo que soy?
―Un narcotraficante de drogas.
Alexander frunció el ceño y después ambos sintieron la puerta del jardín.
―Señores Holmberg ―dijo Natalia―, ya pueden pasar al salón.
―Gracias Natalia.
El ama de llaves se marchó y después Alexander, le dijo de nuevo a su esposa:
―No te libraras de las palabras que me acabas de decir.
Aria soltó de golpe su muñeca y comenzó a caminar.
Una milésima de segundo después, ella cenaba en silencio. Solo sabía escuchar cosas de los negocios de Alexander y su tío. Algo que no le daba buenas vibraciones.
Media hora más tarde, Alexander y Román se estuvieron tomando un último café juntos en la sala y Aria decidió de irse a la habitación. Ya que odiaba todo aquel ambiente.
Cuando Aria estuvo a solas, comenzó a ponerse un pijama de seda que había en el armario.
Terminó de ponérselo y después se metió en la cama. No quería saber nada mas sobre aquel día. Ya que había sido muy pesado para ella. Pero también muy alarmante. Ya que supo que su marido no tan solo era un doctor. Si no, un hombre que tenía dinero por los negocios sucios de su padre.
Aria decidió de tumbarse y pensar mientras que cogía el sueño. Ya que tenía que haber ella quería encontrar un método para escapar de Berlín y no volver a ver jamás a Alexander. Ya se buscaría el método después de pagar a un abogado para que les divorciase.
Él terminó de cerrar la puerta de la calle, al cabo de una hora. Cuando su tío se marchó de la mansión.
Él fue hacia el despacho y ahí, llamó por teléfono a una joyería especial. Tenía claro que para empezar de cero, era compensar lo malo que había hecho.
Cuando Alexander colgó el teléfono, ordeno a su hombre de confianza que fuera a buscar lo que le había comprado a su esposa. Pero también le encargo a su hombre otra cosa más.
Alexander decidió de ir a buscar a su esposa para poder hablar con ella sobre lo que había pasado aquella tarde-noche. Aun no se podía imaginar que ella supiera algo más de su vida. Pero que también se haya dedicado a secuestrarla y a maltratarla desde que la tiene bajo su poder.
Cuando llegó a la habitación unos segundos después, observó que su esposa estaba tumbada en la cama.
Aria se percató por el perfume, que su esposo había llegado a la habitación. Por lo tanto, decidió de hacerse la dormida.
Alexander se acercó a ella en pocos segundos y se le pasó el enfado cuando se percató que ella estaba dormida. Que lo había sentido había sido un enfado del cual ella tenía razón.
En breve, él arropo a su esposa y en pocos segundos, comenzó a desvestirse.
Alexander se puso algo cómodo para poder dormir. Ya que casi siempre lo hacía.
Cuando se metió en la cama, estuvo viendo su correo electrónico para ver si tenía algún mensaje urgente sobre el nuevo paciente que tenía que tratar en la ciudad italiana de Florencia. Eso era lo que tenía cuando era un psicólogo tan conocido por haber tratado a varios pacientes que no tenían salida a sus problemas.
Cuando observó que no tenía nada, él quedó el teléfono móvil en la mesilla. Ya que quería descansar de unos días largos en el hospital. Eso sí, nadie le impediría obtener lo que tanto necesitaba para tener la herencia de sus padres. Aunque no quería depender de los negocios sucios de su padre. Y Alexander sabía que un hijo era la solución para ello. Y desde que vio la primera vez a Aria en su consulta hace meses, supo que ella reemplazaría a la mujer de la cual se había enamorado antes de perderla. Y aunque le costase muchos castigos, doblegaría a su imagen a su esposa.
En cambio, aria abrió los ojos y continuó pensado en lo que tanto ansiaba. Algo que volvería a intentar cuando tuviera la oportunidad.
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Secuestrada por un Holmberg (Noches De Terciopelo I)
Ficção AdolescenteAria Espósito trabaja en el museo de artes de Barcelona, cuando de pronto su futuro se ve destruida por Alexander Holmberg. Tras lograr su propósito, Aria tendrá que lidiar con una vida que le ha tocado vivir junto a Alexander en Berlin tras su secu...