Capítulo 7 - LUMAS GALERIE

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El sol le dio en la cara a Alexander al día siguiente. Por lo tanto, intentó de tapar su vista, hasta que el sueño desapareciera.
De pronto, se giró en la cama y observó de nuevo a su esposa. Que continuaba durmiendo como si nada estuviera pasando.
Él pensó en darle otra recompensa más y decidió de hacer una llamada. Por lo tanto, se levantó de la cama y salió de la habitación.
Alexander fue hasta el despacho y ahí hizo varias llamada.
Unos minutos después, una llamada inesperada apareció en su teléfono. Por lo tanto, cogió su teléfono móvil y comenzó a hablar con esas personas que no habían vuelto a saber de ellas, desde la muerte de su difunta esposa.
Aria comenzó a despertar a las diez de la mañana.
Cuando ella se giró en la cama y se percató que su esposo no estaba en la cama dormido. Pues se percató por unos momentos por la noche que Alexander se había acostado a su lado y que estaba profundamente dormido.
Levantó su cabeza de la almohada y buscó con la mirada, alguna silueta por si debía de taparse con la sabana o esperar para poder darse una ducha. Pero respiro tranquilamente, al saber que estaba sola en la habitación.
Aria se levantó de la cama y después fue hasta el cuarto de baño. Ahí se aseguró de que Alexander no pudiese entrar en él.
Cuando terminó de ducharse media hora después, Aria fue de nuevo hasta la habitación y dio un respingo en dos segundos, cuando vio a su marido ante ella. Que estaba sentado en la cama. Por el respingo que dio, a ella se le cayó la toalla al suelo.
Aria cogió enseguida la toalla y comenzó a ponérsela.
Alexander enfadado, se levantó de la cama y le dijo bruscamente:
―No te pongas la toalla. Quiero verte tal y como estas.
Ante ella, él le volvió a quitar la toalla.
Admirando la desnudez de su mujer, pudo sentir como una erección le creía. Por lo tanto, Aria volvió a ponerse la toalla por encima y caminó para poder vestirse, antes de que ocurriese cualquier cosa.
―Eres una aguafiestas Aria ―dijo él.
―No quería serlo. Pero no quiero que me veas desnuda ―respondió ella.
―Deberías de saber que ya te he visto desnuda. Así que, no hay parte de tu cuerpo que se me resista.
Aria comenzó a sacar algo de ropa interior del cajón de abajo del armario y Alexander, sacó media sonrisa pensando en la cara que puso su esposa.
―¿Tienes trabajo hoy? ―le preguntó ella.
―Solo recibo a dos pacientes. Lo suficiente para comer contigo y con mi tío, después de vuestra visita al museo Lumas Galerie.
―¡Que! ―exclamó ella.
―Lo que has oído. O prefieres quedarte aquí encerrada hasta que tu muerte llegue.
―Nunca pensé que me dejarías de salir. Y más aún cuando intenté escapar hace días.
―Lo que paso hace días, fue un arranque tuyo de pánico. Ahora que estás sola, sé que no intentaras nada malo. Más aun, cuando te estoy dando permiso para salir a hacer una visita a un museo nacional importante de la ciudad.
―¡Un arranque de pánico! ―exclamó ella, mientras que comenzaba a ponerse la ropa interior―. Estoy aquí en contra de mi propia voluntad, doctor Holmberg y usted me está diciendo que esto es un arranque de pánico.
―Aria, no me hagas cambiar de idea. Vístete y desayunemos. Tengo cosas que hacer y tú deberías de calmarte, antes de que mi tío venga y te vea en un estado de nervios.
Ella sacó un vestido largo blanco con flores del armario después de que terminará de ponerse la ropa interior.
―No deberías de arreglarte tanto. Solo iras a visitar la galería y después a comer con nosotros.
―Si quieres que me haga pasar por tu esposa, debería de vestirme adecuadamente.
―Ponte un vestido corto. Ponte el vestido con la falda azul claro y con la copa del pecho en blanco.
Ella miró el vestido y observó que era demasiado bonito.
―Ese es. Hazme caso.
Aria metió de nuevo el vestido largo de flores en el armario y se puso el vestido que a su esposo le dijo que se pusiera. Ya que parecía ser que a Alexander no le iban los vestidos largos.
Después de que ella terminara de vestirse, ambos bajaron a desayunar al salón. Donde por suerte, estaba Román esperándoles. Ya que Aria iría con él al museo.
Media hora después, Román y Aria se marcharon al museo. Ya que era un regalo que su esposo le hizo, para que saliera de casa. Aunque aun estuviese de luto por la muerte de su hermano.

Secuestrada por un Holmberg (Noches De Terciopelo I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora