Capítulo 15 - FUGA CONSEGUIDA

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Al día siguiente, Aria comenzó a despertar y comenzó a sentirse un poco atolondrada por lo que Alexander le había inyectado.
Ella levantó la cabeza de la almohada ido todo el dolor de cabeza que tenía. Por lo tanto, se llevó la mano a la cabeza.
Pocos segundos después, Aria observó si había luz desde la ventana y cuando lo hizo, se queda un poco más tranquila.
De pronto, recordar una noticia que había visto en aquellos pantallas de la tienda que había en Roma y se preguntó si todo aquello era verdad. Y sabía que la respuesta la tenía solamente Alexander.
Aria se levantó de la cama y fue hacia la ventana. Quería ver los rayos del sol sin pensar que era prisionera de un hombre tan cruel como Alexander Holmberg.
Cuando llegó antes la ventana y salió al balcón, se percató de que estaban de nuevo en Berlín y se maldijo por no haber intentado de escapar antes en la ciudad de Roma.
Las lágrimas de Aria comenzaron a caer sobre su mejilla y comenzó a maldecir se de nuevo. Pero comenzó a pensar en que volvería a escapar para poder llamar a su hermano y decirle que estaba bien y que estaba viva. Como también que el psicólogo del padre de ambos la había secuestrado.
Pocos segundos después, Alexander salió por la ventana donde estaba el balcón y se percató que su esposo estaba allí. Por lo tanto, fue ante ella y la agarró por la espalda. Presionando fuerte para que se diese cuenta de ello.
Después de ello, comenzó a bajar su mano hacia su sexo y comenzó a estimular el clítoris demasiado fuerte.
―Me haces daño Alexander ―dijo ella.
―Lo sé ―respondió él―. Y quiero que sepas que lo voy a seguir haciendo si intenta escapar de nuevo. Ya te lo dije cuando te levantaste ayer por la mañana.
―Déjame marchar Alexander. Ahora que sé que mi hermano ha fallecido, quiero regresar para decirle que estoy bien.
―No dejaré que hagas eso.
―Prometo volver. Dame una semana y estaré aquí de nuevo. Le diré a mi hermano que me casé y no quise decirle nada. Me inventaré cualquier cosa te lo prometo ―dijo en tono suplicante.
―Te he dicho que no Aria. Una vez que entras en Berlín, no sales de ella.
―Tú no puedes impedirlo.
―Claro que puedo. Soy dueño de todo Berlín.
Él hizo una pausa. Después le dijo de tocar el clítoris.
―Recuerdas al hombre de la embajada española de Berlín.
Aria asintió.
―Es sobornado por mi familia desde hace años. Desde que empezó los negocios de mi padre con la droga.
Alexander hizo otra pausa:
―No tan solo está el embajador como el más fiel de los empleados más leales. Si no, policías, guardias civiles, políticos, concejales, etc. Es decir, todo el poder lo tengo yo sobre la ciudad. Si haces algo que no debes, lo sabré. Al igual que se cada paso que das.
―Me dijiste que no estabas metido en esos asuntos.
―Te mentí. Lo hice por qué eres y seguirás siendo la muchacha dulce que entró en mi despacho aquel día con su padre. Y no importaba si te volvía a mentir de nuevo.
Alexander y otra pausa.
―Tengo la carrera sí. Pero entendí tras la muerte de mi esposa que el poder es que todo el mundo te haga caso. No ser solamente un simple psicólogo que se gana la vida curando a gente enferma. Yo puedo curar a la gente. Pero también puedo matarla Aria. Así lo decidí.
Alexander dejó de presionar su torso contra la espalda de su esposa y ella le miró como si fuera un monstruo.
―Cuando entraste en mi consulta la primera vez, me dije que tenías que ser mía. Tu padre me pidió ayuda sí. Pero yo también quería que fueras mía. Estaba viudo y me acostaba con mujeres por el placer. Pero te volviste mi obsesión y mi objetivo para poder obtenerte y que fueras de mi propiedad. Como lo es un caramelo en mi bolsillo.
―Eres cruel. No quiero estar aquí. Déjame marchar.
―Sería más cruel si te torturase ahora mismo. Pero no lo soy. Te dije al comienzo de todo esto qué te protegería. Y así lo estoy haciendo como mi esposa que eres. Espero que sepas valorarlo.
Aria no le respondió. Salvo que solo quería regresar a casa.
―No volverás a España. Si tu padre te quería proteger de algo y me lo pidió a mí, así haré.
―Pues tú no me impedirás que me vaya a Madrid ―ella comenzó a moverse para irse a la habitación.
Aria entró por fin ella y luego ante la puerta para poder escapar de las manos de ese hombre. Pero Alexander reaccionó de nuevo. Corrió hasta su esposa y la agarró por el brazo. Pero ella comenzó a forcejear.
Alexander le empujó hasta la cama y mientras que ella forcejeaba, él intentaba de buscar algo con lo que atarla a la cama.
Él recordó que tenía cinta americana negra en el cajón por si ocurría algo o debía de preparar algo que estuviese roto. La sacó como pudo del cajón y en pocos segundos, juntó las manos de su esposa.
Pero ella se resistió a ello. Por lo tanto, Alexander le pegó una fuerte bofetada y ella cayó desmayada.
Él continuó atando las muñecas de su esposa en breve y después las llevó a la cama. Atándola bien con cinta americana.
En breve, ató los pies de su mujer para que no se moviera. Tenía claro que dormida no iba a dominarla para tenerla bajo su control.
En pocos segundos pensó en dominarla, pero desistió de la idea cuando se le ocurrió vendarle los ojos y taparle la boca para que no gritara.
Cuando terminó de hacer aquello, se marchó. Ya que decidió de ir a la empresa de su padre a resolver asuntos muy importantes. Pero sabía que de su esposa se ocuparía más tarde.

Unos minutos más tarde, Aria comenzó a despertar y comenzó a notar una gran presión sobre sus muñecas.
Ella comenzó a balbucear. Fue eso lo que le hizo recordar en lo que había pasado junto a Alexander y comenzó a forcejear. Pero tan solo eso lo que le hizo forcejear. Si no, el hecho de no tener luz en sus ojos.
Aria continuó forcejeando durante varios minutos. Lo único que quería era soltarse para escapar de allí.
Tras varios intentos de romper la cinta americana que Alexander le había puesto, por fin Aria la rompió y pudo desatarse las muñecas.
En cuestión de segundos, se quitó la cinta americana de la boca y de los ojos. Y cuando terminó, se desató los pies.
Por unos segundos se percató que no tenía puesta la pulsera que Alexander le había regalado. Por lo tanto, se olvidó del tema de volver a ponérsela y salió corriendo para marcharse de la mansión Holmberg. Ya que quería ocultarse de Alexander y llamar a su hermano desde algún lugar para decirle que estaba bien y que la habían secuestrado.
Bajó muy despacio las escaleras de la mansión en cuanto salió de la habitación y se dirigió hacia la puerta. A su suerte, nadie había en la mansión en esos momentos y pudo salir corriendo. Aria pensó que Alexander quiso quedarse de nuevo a solas con ella durante una semana y por eso no había nadie allí.
Cuando se encontró en la calle, ella comenzó a correr para que cuando Alexander llegase a la mansión y se diese cuenta de que no estaba, ya estuviese lejos.
Tras una hora corriendo, llegó a un pequeño motel y ahí se registró con el apellido de soltera de su madre.
Unos segundos después en la habitación, comenzó a respirar profundamente y después cogió el teléfono. Ya que tenia pensando de regresar a España y lo haría cuanto antes.
Aria marcó el número de teléfono de su hermano y se lo puso en el oído en cuestión de segundos. Esperando a que este le respondiese.
Tras unos segundos de espera, por fin su hermano le respondió:
―Dígame.
―¡Leandro! Soy Aria.
―Esto es imposible ―dijo el―. ¿Dónde estás hermana? Te hemos estado buscando por días.
―Lo sé. Estoy secuestrada. Bueno me he escapado.
―¿Dónde estás?
―En Berlín. Mi secuestrador me trajo aquí y me ha tenido su prisionera desde entonces.
―Tranquilízate. ¿Dónde estás?
―Estoy en un motel viejo. No quise registrarme en un hotel por mis propios motivos.
―Vale. Dame la dirección e iré a buscarte cuanto antes. ¿Sabes cómo era tu secuestrador?
―Sí. Pero...
―Bien. Cuando estés en España rendirás declaración. Espérame ahí. Voy a viajar ahora mismo a buscarte.
―Vale. Pero no tengo mi pasaporte.
―Ya encontraremos la solución.
―Hermano, mi secuestrador tiene media ciudad de Berlín comprada. Tendríamos que viajar por un avión privado.
―Lo sé. Ese era mi medio de viajar para ir a buscarte.
―Vale.
―Espérame. No tardaré mucho en llegar.
Aria le dio la dirección junto al hotel en el que se hospedaba y ella no dudo en decir poco más tarde:
―Gracias hermano.
Ella colgó el teléfono móvil y se sintió aliviada. Ya que por fin se sentía libre después de varios días de sentirse presionada por estar encerrada bajo unas normas que no quería acatar.
Después de eso, decidió esperar a su hermano descansando en la cama el tiempo que esperase a que su hermano llegase a Berlín.

Alexander regresó a la mansión cuando el sol comenzó a ocultarse. Había estado trabajando con asuntos privados y lo único que quería era llegar a casa, darse una ducha y poseer a su esposa. Que aun permanecía a su lado a pesar de que sabía toda la verdad.
Él subió las escaleras de la mansión que daban al piso de arriba y en pocos segundos, se dirigió hacia la habitación que compartía con Aria.
Cuando entró en cuestión de segundos, respiró profundamente. Ya que estaba algo cansado por lo que había vivido aquellos dos largos días intensos y después todo lo que había visto en el trabajo.
Al mirar en la cama, Alexander se percató que Aria no estaba, reaccionó enseguida y fue hacia su despacho.
En cuestión de cinco minutos, observó a través de su ordenador portátil que Aria estaba en la habitación. Pero había algo que no le cuadraba. Por lo tanto, decidió de ir de nuevo a la habitación para ver si estaba en el servicio.
Cuando volvió a entrar en la habitación de matrimonio, se percató que allí no estaba. Por lo tanto, se acercó a la cama y observó que la pulsera que le regaló con el chip localizador estaba caída encima de la cama. Fue cuando se preguntó si su esposa se había percatado en que él la tenía constantemente vigilada para cerciorarse que no se iba a ningún lado y por eso se quitó la pulsera que le decía a él donde estaba.
Dejándose caer en la cama, pensó con claridad en ello. Pero dejo de hacerlo al cabo de varios segundos. Cuando decidió de actuar antes de que Aria consiguiese salir de Berlín y no pudiese hacer nada al respecto. Al menos que volviese a usar la fuerza con ella como lo hizo hace varios días en Barcelona.
Por lo tanto, comenzó a mover cielo, mar y tierra para poder encontrarla. Ya que quería volver a tenerla en la mansión para poder darle el peor castigo que ella se merecía por volver a escapar de él. Uno mucho peor que poseerla.

Secuestrada por un Holmberg (Noches De Terciopelo I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora