''Ahora ellos eran Adán y Eva, y el deseo de sus cuerpos, el fruto prohibido''.
Exactamente cincuenta y tres minutos habían pasado desde que todo el pueblo había llegado a la gran ceremonia de consagración de la nueva y recién construida iglesia central. Niños, ancianos, jóvenes, mujeres y hombres, todos estaban allí, hasta el Sr.Lucker de la panadería estrella del pueblo estaba allí.
Todos escuchaban atentamente el eco de la profunda voz del señor Andrew Biersack. Joven, de unos 25 años y atractivo, jodidamente atractivo. Piel blanca, labios carnosos y rosados, ojos azul cielo y una matadora sonrisa que a cualquier pueblerina encantaba. Lo curioso para todas era, ¿Porqué un hombre tan atractivo como el habría decidido ser un sacerdote?, nadie lo sabía y quizá nunca lo descubrirían.-Con estas palabras damos termino a esta ceremonia para consagrar y bendecir esta casa de Dios -Decía el, admirando su alrededor y a las personas que allí estaban. Obviamente, todas la mujeres que allí estaban tenían la vista clavada en el y el señor Biersack lo notaba, sin embargo para el no tenía importancia alguna -Gracias por haber asistido, que tengan un buen día y que Dios los bendiga a todos.
Todas las personas comenzaron a abandonar la iglesia devuelta a sus hogares. En tan solo unos minutos la gran iglesia estaba completamente vacía. Solo quedaba el señor Biersack, quien no se iría hasta dentro de un par de horas.
Caminó hacia el cuarto en donde acostumbrara a vestirse, descansar o en varias ocasiones, dormir. Cerró la puerta tras el y se quitó la gran mitra sacerdotal que cubría su cabello azabache.
Confiando en que nadie estaba ahí para descubrir su gran secreto.
Por ley, los sacerdotes de su congregación no podían llevar el cabello largo ni semi-largo, como a el tanto le gustaba. Debían llevarlo corto, muy muy corto ya que era casi como un pecado desobedecer aquella regla de oro. Y el la había desobedecido hace mucho tiempo.
Llevando el cabello ligeramente rapado desde un lado y semi-largo desde el otro, con una hilera de cabello cayendo por su nuca hasta su cuello. Un corte raro, digno de toda una estrella de rock y que gracias al cielo la gran mitra que siempre llevaba, escondía.Las tablas de madera que el suelo construían crujieron, delatando a quien se escondía tras la puerta mirándole. El señor Biersack se volteó rápidamente, desconcertado y asustado. Ahí frente a el, escondida tras la puerta, estaba una de las mujeres mas bellas que había visto jamás, la única mujer que le hacía poner a cien y debía hacer un gran esfuerzo por contener las ganas de tirársela, ya que no era nada más y nada menos que una de las 5 hermanas de la iglesia, todas eran dulces y atentas monjas y ella era la más joven de todas. De tan solo 19 años. La más joven y la más sensual de todas.
Provocadora, jodidamente buena y provocadora. Y todo eso que impuramente le encantaba, era pecado, pecado puro.
-¿Que hace aquí, señorita ________? -Dijo el un tanto nervioso, conteniendo la mirada en su rostro, haciendo un gran esfuerzo por no mirar mas abajo.
_________ llevaba el típico Hábito largo, pero que sin embargo no disimulaba del todo sus redondos y alzados pechos y mucho menos su trasero. Ella era una mujer menuda, sin embargo estaba bien dotada.
A simple vista parecía que vestía normal, pero no era así.-Solo venía a felicitarle por bendecir la iglesia -Afirmó ella, dulce e inocente. Cerrando la puerta a su espalda. El señor Biersack tragó saliva, estaba mas nervioso que nunca.
_______ siempre lograba que se sintiera así.
Su miembro comenzaba a despertar, de solo tenerla cerca. De solo saber que tenía al pecado andante frente a sus ojos.-¿Le sucede algo Señor Biersack? -Preguntó ella con una pequeña sonrisa de satisfacción en su rostro. Estaba ocurriendo justamente lo que ella había planeado.
Excitarle.
-Oh nada señorita -Dijo el tratando de disimular su lucha interna entre pecar o seguir aguantando -Muchas gracias por su amable gesto -Sonrió y ________ sintió como su feminidad palpitaba.
Se mordió ligeramente el labio inferior, gesto que para el Señor Biersack era jodidamente sensual.