Invasión de recuerdos

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Ese día me vestí con una capucha que me cubría la cara; no me podía ver mucha gente y con un poco de suerte, en esa casa no habría nadie.

Conducí un par de horas hasta llegar a Helsinki. Tuve suerte, aparqué el coche justo enfrente del portal, pero no entré por este, preferí usar las escaleras de emergencia situadas en la parte de atrás para así no encontrarme con nadie que me pudiera reconocer.
Cuando llegué al 4o piso apoyé mi oreja para ver si escuchaba algo; mi oído no apreciaba nada. Decidí entrar. Efectivamente no había nadie; todo seguía igual pero noté una presencia extraña; un vacío no solo en la casa, sino en mi.

En esa casa vivía alguien; lo supe por el olor al entrar, olía a alcohol, debería ser una aficionado/a y estaba todo bastante desordenado, entré en la cocina y empecé a comer, mi estómago estaba vacío de hacía ya unos días. Recordé el motivo por el que estaba aquí y no tenía tiempo para entretenerme, la persona no tardaría mucho en llegar, era casi hora de comer.

Crucé el amplio comedor para poder entrar a lo que era nuestro cuarto; tenía miedo, miedo de los miles de recuerdos, aunque los últimos eran todos malos.
Me decidí a entrar, una lágrima se deslizó por mis mejillas, no lo pude evitar. Casi todo estaba en el mismo lugar donde lo dejamos, pero aún lo tenía que comprobar.
Separé el armario de la pared y... ahí estaba, un largo y estrecho pasillo con una habitación al final. Ahora ya puedo decir que todo estaba igual.

Todo tiene su finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora