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"Pensé que el llamarte no era problema, el enredarme en ti, en vivir por ti.

Pensé que sería fácil mientras que estuvieras a mi lado.

Pero otra vez me equivoque ¿Verdad?"

Entonces ¿será así? Realmente no estaba segura de cómo seguir con esto. Era algo fuera de lo normal para mí. Después de todo, salir de compras, probarme ropa y maquillaje realmente no era algo que me llamará la atención.

No me mal entiendan, se maquillarme a la perfección, me enseñaron a prepárame para estas cosas desde que tenía 14 años. Pero esto, salir a comprar ropa para el sábado con mis amigas, no era algo a lo que estaba acostumbrada. Verlas ahí, probándose ropa mientras se reían se me hacía extraño y encantador a la par, aunque muy dentro de mí realmente quería que este miércoles fuera tranquilo. Deseaba llegar a casa, tirarme a la cama, abrazar a mi gata y dormir lo que quedaba del día. Pero Abby me secuestro antes de que logrará subir al bus, y ahora me encontraba aquí, buscando un vestido para el sábado. Yo que planeaba ir con unos vaqueros, mi camiseta roja a cuatros favorita y unas zapatillas. Sin duda, el bombón más sexy del lugar, pero noooooo, vestido un zapatos incómodos con maquillaje de payaso.

– Aunque sea, sonríe. – se quejaba mi amiga al verme con el rostro entre las manos, completamente aburrida. Sonreí, mostrando todos los dientes en la forma más forzada que podía mostrar. Ella sólo rodeó los ojos mientras que me tiraba un vestido rosa chicle que le quedaría solamente a una Barbie. – jaja, muy chistosa _______(Noccioline) me parto por ti. – mi tiro lo que parecían ser unas medias a la cara mientras reía.

Suspire, un tanto monótona pero no había nada que hacer. Vi como las tres se metían a los vestidores dispuestas a cambiarse mientras que yo por mi parte ojeada un poco los alrededores de la tienda de ropa. Pero una discusión llamo mi atención.

La cajera estaba hablando con un hombre un tanto peculiar, llevaba un traje de cuerpo completo. Estaba dividido en dos partes, por así decirlo, la izquierda era normal mientras que la derecha parecía faltarle tela ya que se veía perfectamente bien su trabajo abdomen y pecho completamente depilado. Llevaba un antifaz del mismo color morado que el resto de su traje, con patrones de doble círculos rosados. Sin duda, una vestimenta realmente. . .personalizada y un tanto familiar por alguna razón.

La encargada de la caja le recriminaba que no podía comprar todo el maquillaje que se estaba llevando sólo por ser un hombre, y yo, como buena ciudadana que realmente le valen tres sectarias de verga lo que opine el resto me acerqué sigilosamente hacia ellos.

– Señor, por encima vez, no puede llevarse eso. Es para mujeres. – decía la empleada con asco en su rostro. El pobre tipo de cabellos rubios parecía ya no tener paciencia, en sus ojos se veía un profundo rencor con ansias de sangre.

– ¿Qué sucede, cariño? – Dije con una sonrisa abrazando al completo desconocido por la espalda mientras besaba su mejilla sin ninguna pena. Aquel sujeto pareció un tanto sorprendido al principio pero después una enorme sonrisa apareció en sus labios, posiblemente captando mi intención.

– oh, nada, osita. – Respondió con fingida desilusión. – La señora mala, mala no quiere que te compre tus cosas. – agitó la bolsa en su mano indicando los tres kilos de maquillaje que parecia llevar ahí.

La mujer palideció ante mi fría mirada. Una de superioridad y completo desprecio, mostrando cuán grande era la brecha que separaba a una mujer como yo con una muchachita como ella. Tarde años en perfeccionar aquella técnica magistral, pero las lecciones de modales desde que tengo memoria finalmente sirvieron de algo.

La sangre de los inocentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora