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Mierda, es muy tarde. Claro que era tarde, no solo tarde, súper tarde. Odiaba las guardias largas como la de hoy, mucho más si es que tenía planes para esta noche, pero ya que. No importaban mis mortales ganas de cenar algo y dormir entre los brazos de Ris, pero la insistencia de Melone por esta pequeña "fiesta de celebración por la entrega de la tesis de _______(Noccioline)", solo era la entrega de tesis que estuve haciendo durante unos malditos 10 meses, no era nada importante como la nota que tendría o el examen de fin de año, ni siquiera podía compararse con la graduación. Sentía ganas de ahorcar a ese carismático rubio, pero no podía estar realmente enojada con él, su intención era buena y su carita lo suficientemente adorable para no matarlo.

Suspire, ya se acercaba el verano pero la noche estaba horriblemente fría. Me despedí de la recepcionista del hospital, ella no parecia realmente interesada en despegar sus ojos de la revista que se encontraba leyendo, pero poco me importo. Solo alce los hombros, Donatella podía ser algo insoportable de vez en cuando, pero sabía cómo hacer su trabajo.

– Adiós Trish.

La niña solo me saco la lengua mientras se escondía detrás de la silla de su madre, solté otro suspiro, esa mocosa tendría problemas en un futuro si es que no cambiaba de actitud.

Esta noche no habría servicios de bus, por lo tanto tendría que ir caminando hacia la casa de los muchachos, peor para mí, Risotto dejo en claro que tenía demasiado trabajo pendiente como para venirme a buscar. Acomodándome el bolso en mi brazo, comencé a caminar hacia la derecha, encontrándome con la pequeña tienda a la cual normalmente iba para comprar comestibles. Salude al encargado y tras haber tomado algunas frituras y cervezas me retire con paso normal. No sentía ganas de salir corriendo en su dirección, más bien, era porque mi resistencia deportiva apestaba por completo y no quería llegar toda sudada y jadeante a mi supuesta fiesta.

Las calles estaban inusualmente tranquilas, lo cual se me hizo extraño. Fin de semana, cerca del centro de la ciudad, con los bares de las zonas casi vacíos, no era muy normal a decir verdad. Comencé a escuchar música con mis auriculares, el tío Cioccolata me regalo un "MP3", un objeto bastante caro y curioso que me permitía escuchar música sin necesidad de un disco o un cassette, bástate conveniente, pero como era un prototipo no era muy bueno igualmente. Tarareaba el solo de la guitarra por lo bajo, me sentía relativamente tranquila, solo faltaban dos cuadras para llegar a la casa.

De pronto, sentí como una fuerte mano tomaba mi brazo. Trate de gritar por el repentino susto, pero otro par de manos aparte hacia lo mejor que podía tratando de callarme. No importara cuanto forcejeara, los fuertes brazos del sujeto malo número 1 eran lo suficientemente fuertes como para evitar varios de mis movimientos.

– Esta zorra no se está quieta, noquéala.

Antes de dejarlo hacer cualquier cosa con mi bella nuca, mordí lo más fuerte que pude la mano del hombre que me retenía, el sabor metálico de su sangre me resultaba sumamente espantoso, pero ese pequeño sacrificio de mis papilas gustativas fue lo que necesite para que me soltara mientras me insultaba en cinco idiomas diferentes.

Salí corriendo lo más rápido que pude, pero al sujeto que lo acompañaba no le costó mucho haberme atrapado, golpeándome contra una pared con la suficiente fuerza como para dejar un feo hematoma en mi brazo que duraría semanas, si es que las vivía.

Coloco una navaja en mi cuello, dispuesto a cortarlo si es que llegaba a mover un solo musculo. Sentí como la respiración se me cortaba cuando él desgraciado que tenía la mano herida me daba un fuerte golpe en el estómago, por acto de reflejo lleve mis manos a mi vientre mientras trataba de recuperar el aire. Escuche una hebilla de cinturón siendo soltada, el otro sujeto me tomo del brazo, y a arrastras me llevo hasta el callejón de al lado.

La sangre de los inocentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora