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La cocina del hotel era un caos, las órdenes estaban retrasadas, los platillos que lograban salir terminaban en la mesa equivocada, los comensales gruñían impacientes y todo el mundo se gritaba entre sí.

—¡Zayn!

El chef llegó al lado del omega y se contuvo de gritarle cuando vio la masa recocida en la que su pasta de mozzarella y brócoli se había convertido.

—¡Pero mira lo que has hecho! ¡Te ordené específicamente que la sacaras del horno cuando el queso se derritiera!

El omega estaba demasiado ocupado tratando de despegar un filete de pescado de una sartén, como para encogerse ante el todo del chef. Su uniforme de aprendiz tenía manchas de salsa, sus mejillas regordetas estaba cubiertas de harina y una gran rama de cilantro se enredaba en su cabello oscuro.

El omega era un desastre.

—¡Lamento haber arruinado su pasta, chef! Me puse a freír el filete y olvide sacarla del horno.—El omega ni siquiera lo miro mientras luchaba con la espátula y la sartén. Del pescado no quedaba nada más que una mancha marrón.

No lo mates, se repetía el chef, es el hijo del presidente, si lo tratas mal te despedirán...

—Espera, seguramente eso no es...—Unos enormes trozos de verdura flotaban en una gelatina grasosa. Soltó un grito horrorizado. —¡Mi guiso de pato y verduras!

Zayn se mordió el labio inferior, inflando sus mejillas y moviendo su piecito.

—Cuando recordé que debía quitarle la grasa al pato, ya le había agregado las verduras.

Uno de los camareros entró apurado a la cocina.

—¡Los comensales están más impacientes que nunca, chef!

—¿Hay algún plato que esté listo?—Pregunto el viejo alfa, desesperado.

—¡Las costillas y el salmón!—Una joven omega llegó apresurada.—Las órdenes de la mesa 6 y la 8 estarán listas en diez minutos.

—¡Excelente! Si seguimos así, recuperaremos la noche. Ahora que alguien lleve esas órdenes a las mesas...

—¡Yo lo hago, chef!

Las cosas sucedieron en cámara lenta, sin que nadie pudiera evitarlo. Cuando Zayn logró despegar el pescado de la sartén, este cayó al suelo, justo a tiempo para que el camarero que llevaba las órdenes resbalara con él.

Platos, comida y maldiciones volaban en el aire. Hubo un minuto de eterno silencio, el chef se puso tan rojo que las venas de su cuello se saltaron. Y toda esa furia iba dirigida a un pequeño omega pelinegro.

—¡Suficiente!—El chef finalmente explotó. —¡Fue una pésima idea que te aceptará como aprendiz de cocina! ¿Que iba a saber un omega mimado de agarrar un cuchillo de todos modos?

Uno de los camareros trató de calmarlo.

—Chef, por favor.—El chico le dio una mirada significativa.
—Es el hijo del presidente...

—¡Y a mi que me importa que sea el hijo del presidente! —El chef estaba harto. —¡Que me despidan si quieren, pero ese niño inútil no vuelve a pisar mi cocina!

Las palabras del Alfa hirieron a Zayn, el chef lo conocía desde que era un pequeño cachorro y siempre fue paciente con sus rabietas. Cuando el omega se encaprichaba de que le hacía falta sal a la comida o si algún ingrediente no le gustaba, John cambiaba su comida por algo delicioso, sin enfadarse.

—John...

—¡No me des esa mirada, cachorro! ¡No puedes andar haciendo tu santa voluntad, sin pensar en los demás!—John estaba muy molesto con ese cachorro mimado. —Te auto nombraste mi aprendiz y aunque seas hijo de los dueños del hotel, debiste pedir permiso antes de venir a causar problemas.

Chiquito, Bonito y Caprichoso (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora