El Corazoncito Roto De Un Cachorro

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El pequeño Liam balanceaba sus piernas mientras esperaba sentado en las bancas de aquel horrible hospital. Su mami estaba adentro de una de las habitaciones, visitando a su hermanito Roman. El pobre había empezado a respirar muy extraño por la madrugada y estaba cubierto de sudor. Lo habían traído corriendo para que los doctores lo curaran pero seguía muy enfermo. Liam estaba triste porque no lo dejaban entrar a verlo, solo a su mami. Y cuando ella salía a menudo tenía los ojos llorosos.

—Por favor, tiene que darme un poco más de tiempo. Mi bebé aún no está bien, necesita seguir recibiendo sus tratamientos.

Era la voz de su mami.

—Lo siento mucho, pero para que sigamos admitiendo a su cachorro, necesita pagar al menos la mitad de la cuenta por hospitalización. Resulta que usted ni siquiera cuenta con un seguro médico o una cuenta bancaria y este es un hospital privado. No hay nada que nos asegure que pueda pagar. Lo siento mucho, pero tendrá que llevarse a su hijo a otro lugar.

—Se lo suplico, deme un día más. En cuanto logre contactar a mi alfa él vendrá a pagarles...

La voz de la enfermera sonaba incrédula.

—Con todo respeto, dudo que esté emparejada, no tiene marca de olor y menos una marca en su cuello, por lo que no trate de mentir. Pague o tendrá que llevar a su hijo a un hospital público.

Liam quiso tirarse encima de la beta que le gritó tan feo a su mami, pero se contuvo, el no era un salvaje. Esa enfermera, en cambio, era un completo animal sin sentimientos.

—¿Y ahora que vamos a hacer, mi galletita?—Su madre lo abrazó y Liam liberó un poco de su olor a cachorro para tranquilizarla.—Papá está desaparecido y tú hermanito no mejora.

—¡Pero mami, yo encontré a papá!—Chillo emocionado.—Su foto está en el periódico de hoy. ¡Ya no llores, mamá! Aún no entiendo que dice, pero era su foto. ¡Espera aquí!

El pequeño cachorro corrió hasta la mesita en donde encontró el periódico y regreso con una enorme sonrisa al lado de su madre, señalando la fotografía.

—¡Mira, es él! ¡Es él!

Liam con poco menos de seis años, ya hablaba perfectamente y reconocía algunas letras, pero aun no sabia leer. En ese momento cuando vio la cara incrédula de su mami y sus lágrimas, deseó ser un cachorro más listo para entender y ser capaz de leerlo primero para protegerla.

—¿Mami que dice? ¿Si es papá?

—Oh por la luna...no puedo creerlo.

—¿Mami que dice? ¿Por qué lloras? —Liam soltó un gruñidito.—Nunca debí enseñártelo si te ibas a poner triste.

—Bebé tengo que ir a un lugar.—Su madre lo cargó y llegó a la recepción para hablar con la enfermera. Si sus sospechas eran ciertas, no quería exponer a su cachorro a una confrontación.—Disculpe, ¿Habrá alguna posibilidad de que pudiera dejar a mi cachorro con ustedes por unas horas? Surgió una emergencia y no puedo llevarlo conmigo. Regresaré enseguida. No tenemos a nadie más y a estas horas las guarderías están cerradas. Por favor, señorita.

Liam chilló angustiado, no quería quedarse ahí solito.

—¿Mami a donde irás? ¿Irás por papá? ¡Yo voy contigo!

La enfermera le dio una mirada aburrida y zanjó el asunto con una voz irritada.

—Escuche señora, este es un hospital, no una guardería. Llamé a sus familiares.

Su madre gruño enojada y abrazo con fuerza a Liam. Ellos no tenían más familia que a su alfa, ni abuelos, ni tíos o primos a quien acudir. Cuando su alfa se iba de viaje por meses como en esta ocasión, eran solo ella y sus cachorros contra el mundo. Su deber era cuidarlos y hacer lo correcto para ellos. Tras darle una mirada a la habitación de Roman, se colgó el bolso y sujetó con fuerza a su bebé de seis años.

Chiquito, Bonito y Caprichoso (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora