foreword

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Suspiró con pesar y observó la gran caja metálica que yacía a media sala de su apartamento, mientras tomaba la revista y leía nuevamente la tapa para asegurarse que no se le había pasado ningún detalle.
De nuevo suspiró y se acercó a la caja que llevaba un par de horas sin dar un pequeño indicio de que se abriría -tal y como en la revista decía que debía suceder-.

Golpeó suavemente con sus nudillos en la parte del frente de la caja, provocando pequeños sonidos que indicaban que el objeto era hueco. Giró los ojos ya con molestia, y se sentó en su gran sillón a ver televisión.
Y como si la vida estuviera en su contra, el control remoto se le resbaló de las manos cuando intentó presionar el botón de encendido/apagado, haciendo que la pequeña tapa del objeto se saliera, y con ellas las pilas que la hacían funcionar. Bufó, y se agachó a buscarlas, notando una pequeñísima capa de vapor que cubría parte del suelo.

Se puso de pie de un salto, y paseó con su mirada toda la habitación buscando el origen de esas extrañas capas de vapor que le llegaban hasta los tobillos. Abrió los ojos al tope al ver la caja totalmente abierta, dejando ver la extraña sombra de una figura humanoide dentro, que a los pocos segundos salió de la caja a pasos lentos.

El adolescente/adulto de cabellos morados sonrió levemente para ocultar el poco nerviosismo que sentía; se acercó al pelinegro de ojos azules para presentarse, extendiendo su mano como saludo.

- Hola, soy Min Yoongi -dijo con un tono de amabilidad.

- Hola -sonrió el de cabellos oscuros, estrechando la mano del mayor-. Soy Seok-jin, pero mejor dime Jin. lSuspiró con un peso que parecía arrastrar consigo toda la gravedad del universo, su mirada se deslizó con resignación hacia la imponente caja metálica que reposaba como un monumento en medio de la sala de su apartamento. Con delicadeza, tomó la revista entre sus manos temblorosas y repasó una vez más la portada, escudriñando cada detalle con minuciosidad para asegurarse de no haber pasado por alto ni el más mínimo indicio.

Otro suspiro escapó de sus labios, como un eco melancólico de su frustración, y se acercó cautelosamente hacia la caja que, en un desafío silencioso, se negaba a revelar sus secretos después de horas de espera, desafiando las expectativas marcadas en las páginas de la revista.

Con un golpecito apenas audible, tocó la superficie metálica, buscando alguna respuesta, alguna señal de vida dentro de aquel artefacto misterioso. Los sonidos huecos que resonaron le devolvieron un eco de su propia desilusión. Rodando los ojos con exasperación, se dejó caer en el confortable abrazo de su sillón, resignándose a perderse en la monotonía de la televisión.

Pero el destino, caprichoso y burlón, parecía empeñado en desafiar incluso sus más simples deseos. El control remoto se deslizó de sus dedos con una malévola determinación, desencadenando una serie de eventos que alteraron el curso de su noche. La tapa de la caja se abrió de golpe, liberando las pilas con un sonido metálico que resonó en la habitación. Bufó con irritación y se inclinó para recoger las piezas dispersas, notando con desconcierto una fina capa de vapor que se deslizaba por el suelo como una sombra fugaz.

Se enderezó de un salto, alarmado, y escudriñó cada rincón de la habitación en busca del origen de aquel fenómeno inexplicable. Su corazón martilleaba con fuerza en su pecho al descubrir la caja ahora completamente abierta, revelando en su interior la silueta borrosa de una figura humanoides. Un escalofrío recorrió su espalda mientras observaba cómo la extraña forma emergía con pasos lentos y deliberados.

El joven, de cabellos violetas, esbozó una sonrisa que apenas lograba disimular el nerviosismo que bullía bajo la superficie de su ser. Se acercó al hombre de cabello oscuro y ojos azules con una mezcla de cortesía y cautela, extendiendo su mano en un gesto de saludo.

-Hola, soy Min Yoongi -anunció con una suave inflexión de amabilidad.

-Encantado -respondió el otro, estrechando la mano del recién llegado con una sonrisa cálida-. Soy Seok-jin, pero puedes llamarme Jin.

cien días     |     yoonjin. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora