décimo primero

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La mañana del 9 de abril, a las seis y media en punto, Yoongi se preparaba su habitual café y hojeaba el periódico semanal mientras se mentalizaba para el examen que tendría más tarde ese día.

Con una pequeña sonrisa, observó cómo Jin salía de la habitación que compartían, aparentemente dirigido hacia su caja de recarga. Sin embargo, sus piernas cedieron de repente y cayó de bruces al suelo, con los ojos cerrados.

Yoongi quedó paralizado en su lugar, con los pies firmemente plantados en el suelo y los ojos abiertos de par en par, viendo cómo la taza de café casi vacía se estrellaba contra el suelo y se hacía añicos.

— ¡J-Jin! —exclamó, corriendo hacia él y arrodillándose a su lado, sacudiéndolo con desesperación e intentando despertarlo.

Pero no hubo respuesta. Jin permanecía inmóvil, con los ojos cerrados, y el pánico comenzó a apoderarse de Yoongi. Sin dudarlo, marcó frenéticamente el número de emergencia de la empresa fabricante de Jin, suplicando ayuda para reanimarlo.

La voz de la operadora en el otro extremo de la línea intentaba calmarlo, pero Yoongi estaba demasiado alterado para escuchar. Siguió exigiendo ayuda hasta que finalmente el timbre sonó y corrió hacia la puerta para dejar entrar a los ingenieros vestidos con monos rojos.

— Deberías ir a otra habitación, chico. Esto podría no ser agradable de ver —le advirtió uno de los ingenieros.

Yoongi entendió lo que quería decir. Se retiró rápidamente a su habitación, con las piernas temblorosas y la sensación de que el mundo se tambaleaba a su alrededor. Se dejó caer contra la puerta cerrada, abrazando sus rodillas mientras luchaba contra la sensación de náusea que amenazaba con consumirlo.

Cerró los ojos y respiró profundamente, esperando desesperadamente que Jin lo abrazara con una sonrisa y le asegurara que todo estaba bien. Pero en ese momento, nada podía calmar el terror que lo embargaba.

cien días     |     yoonjin. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora