cuadragésimo

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Después del incidente, que para Jin parecía haber sido solo un comentario trivial, Yoongi se encontraba sumergido en un mar de pensamientos sin rumbo fijo. No sabía cómo abordar el tema con Jin, ni cómo hacerle entender la complejidad de las emociones humanas que él mismo apenas comenzaba a comprender. Sin embargo, su deseo de hacer sentir a Jin tan humano como fuera posible seguía latente en su mente, como una llama que se niega a extinguirse.

En la semioscuridad de la habitación, iluminada apenas por la tenue luz de la luna que se colaba por la ventana, Yoongi se movió en la cama y giró su cuerpo para enfrentar a Jin. Observó al joven robot acostado a su lado, con la mirada perdida en algún punto indeterminado del techo, y sintió el impulso de llamar su atención.

Extendió su mano hacia el pecho desnudo de Jin, sintiendo la calidez de su piel bajo sus dedos, y lo atrajo hacia sí con ternura. Pronto, ambos estaban acostados de lado, enfrentados y con las piernas entrelazadas, sumidos en una intimidad que trascendía lo físico.

— Yoongi —susurró Jin, llevando sus manos al pecho del menor y acariciándolo con suavidad.

El pelimorado respondió con un ligero murmullo, ocultando su rostro en el cuello de Jin y sintiendo el roce de su nariz contra la piel del pelinegro. Cada caricia, cada beso, parecía resonar en su interior metálico, haciendo que su corazón latiera con una intensidad que creía reservada solo para los seres humanos.

Se sentía vivo.

A pesar de la necesidad de hablar sobre lo sucedido, Yoongi se dejó llevar por el momento, decidiendo posponer la conversación para otro momento más propicio. En ese instante, lo único que importaba era la cercanía de Jin, la suavidad de su piel, y el cálido eco de sus risas.

— Te quiero —susurró Yoongi, viendo cómo las risas de Jin danzaban en el aire.

— Yo también te quiero, Jinnie... —respondió Jin, sellando sus palabras con un suave beso.

En aquel instante, en los brazos el uno del otro, encontraron un refugio donde el tiempo parecía detenerse y las preocupaciones se desvanecían. Era un momento de pura complicidad, un oasis en medio de la incertidumbre del mundo exterior.

Y Yoongi, con el corazón rebosante de gratitud, deseaba que aquel momento de intimidad y conexión durara para siempre.

cien días     |     yoonjin. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora