décimo

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Normalmente, los fines de semana por la tarde eran los momentos más tediosos para Yoongi. No sentía el deseo de salir con sus amigos ni de participar en actividades físicas fuera de casa. En lugar de eso, se quedaba recostado en el sofá con el control remoto en mano, con la mirada fija en la televisión, aburrido por los programas insulsos y sin sentido que invadían la pantalla.

Sin embargo, desde que Jin llegó a su vida, todo cambió. Nunca antes había tenido un robot a su lado, uno que le arrancara risas con sus ocurrencias y le brindara tanta atención como si fuera un recién nacido. Era increíblemente enternecedor, y Yoongi hacía todo lo posible por devolverle esa misma atención.

— Gi... —llamó Jin con un tono de voz apagado que preocupó ligeramente a Yoongi.

Sentados juntos en el piso de la habitación de Jin, cubiertos por una gran manta celeste, compartían la lectura de un libro de cuentos para niños que habían elegido juntos.

— ¿Sí? —respondió Yoongi con una sonrisa leve, sin apartar la vista del libro mientras sentía la cabeza de Jin apoyada en su hombro.

— Yo... no te gusto, ¿verdad? —murmuró Jin, con una expresión de tristeza que no pasó desapercibida para Yoongi.

— Claro que me gustas, Jinnie, de otro modo no vivirías conmigo —respondió, tratando de aliviar la preocupación del pelinegro.

— No, me refiero... —levantó la cabeza para mirarlo— No soy tu novio, ¿cierto? —Yoongi se quedó sin palabras ante la pregunta directa de Jin, quien continuó— Digo, antes de meterme en esa caja me dijeron que estaría con alguien como tú, alguien que me amaría. Si querías solo a un amigo... ¿Por qué me elegiste a mí? Si había robots amigos disponibles...

La culpa pesó sobre Yoongi como una losa. Se dio cuenta de que estaba negando a Jin el propósito para el que había sido creado, su propia esencia.

No supo qué responder, prefirió guardar silencio. No quería hacer sentir mal a Jin por algo que dijera.

— ¿Puedo... besarte? —murmuró Jin, con un rubor en las mejillas que encendió las propias de Yoongi.

No hubo respuesta verbal por parte del pelimorado. Solo pudo observar los ojos azules de Jin, y antes de darse cuenta, sintió el suave toque de los labios del pelinegro sobre los suyos. Cedió ante el cálido contacto, permitiéndose dejarse llevar por la ternura y el cariño que Jin le ofrecía.

En ese momento, Yoongi supo que Jin estaba destinado a ser mucho más que un simple robot. Era un compañero, un amigo y, tal vez, algo más.

Era evidente que Jin estaba hecho para ser un excelente robo-novio.

cien días     |     yoonjin. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora