noveno

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Al día siguiente, alrededor de las tres de la tarde, Jin estaba dentro de su caja metálica para recargar su energía, una pausa necesaria para él pero que dejaba un vacío en el corazón de Yoongi. Mientras el pelinegro descansaba, Yoongi se encontraba en su escritorio, con la mente llena de ideas que parecían desvanecerse entre sus manos.

La universidad representaba un nuevo mundo de desafíos para Yoongi, pero su determinación de brillar seguía intacta. Quería destacarse en el campo de la ciencia, y cada proyecto, cada experimento, era una oportunidad para demostrar su valía.

Sin embargo, su mente no podía evitar divagar hacia Jin, hacia la calidez de su sonrisa y la dulzura de sus gestos. Cuando sintió las manos de Jin sobre sus hombros, un escalofrío recorrió su espalda y un suspiro escapó de sus labios. Era como si toda la tensión acumulada se disipara con cada caricia, con cada roce de sus dedos expertos.

La risa juguetona de Jin lo sacó de su ensimismamiento, y al abrir los ojos se encontró con el pelinegro sentado en su regazo, con una expresión que derretía su corazón. Era imposible resistirse a la ternura que emanaba de él, a la luz que irradiaba con cada sonrisa.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Jin con curiosidad, desviando su mirada hacia el desordenado escritorio de Yoongi.

— Intentando encontrar la idea perfecta —respondió Yoongi con sinceridad, dejando escapar un suspiro de frustración.

— Entonces permíteme ayudarte —dijo Jin con determinación, deslizando sus manos sobre los hombros de Yoongi con un tacto tan suave como reconfortante.

Podía percibir un suave zumbido en su pecho, se oía como un pequeño ventilador similar a las de las computadoras, pero a la vez sonaba como un corazón.
¿Qué demonios tenían en el pecho los robots? Yoongi no lo sabía y tampoco le importaba, lo único importante para él era el pensar que Jin estaba vivo, que era tan real como un humano, y que amaba su compañía.

No quería pensar en lo que Hoseok y Taehyung le habían dicho; no quería tener que marcar en el calendario el día cien, pero, aún así, lo había hecho. Una gran equis roja llenaba el casillero en el que se contaba ese dichoso día.

En ese momento, todo lo demás pareció desvanecerse. El mundo exterior desapareció, dejando solo a ellos dos, envueltos en una burbuja de cariño y complicidad.

Aunque Yoongi tenía la esperanza de que había marcado ese día en vano.

cien días     |     yoonjin. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora