tercero

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Una gran sonrisa adornaba el delicado y casi alabastro rostro de Jin, quien caminaba admirando todo a su alrededor con un singular fulgor en sus ojos de tonalidad azulada, conmoviendo a su acompañante y haciéndole soltar carcajadas con sus preguntas ingenuas.

— ¿Quieres diversión? —susurró casi en un murmullo Min, sonriendo con cierta picardía mientras se detenían frente a una casa con un jardín bien cuidado.

— Eso ni se pregunta —respondió de igual forma el individuo de cutis pálido, sin tener la menor idea de los planes ajenos.

Abrió los ojos como platos en cuanto vio cómo el joven tocaba el timbre de la casa a su lado y se alejaba a toda velocidad entre risas. Solo unos segundos después captó la broma y, consciente de que el dueño de la vivienda saldría, siguió el paso de Yoongi prácticamente al mismo ritmo.

Rieron juntos, con Jin llevando ambas manos a su vientre al detenerse a una cuadra de la universidad, mientras observaba con curiosidad cómo el joven intentaba recobrar el aliento entre risueños jadeos. En verdad, le parecía fascinante y extraño el comportamiento humano. Le encantaba la forma en que no podía comprender por qué necesitaban recuperar el aliento después de correr o realizar actividades físicas "exigentes"; él también respiraba, pero no dependía del oxígeno como ellos.

— ¿Estás bien? —inclinó la cabeza, observándolo con atención mientras le ofrecía una botella de agua que había sacado de su mochila.

— Perfectamente —el chico se enderezó y ajustó la mochila en su hombro, esbozando una leve sonrisa mientras tomaba la botella y daba un trago—. Vamos, la universidad está cerca de aquí.

Caminaron en silencio durante unos minutos, con Jin admirando nuevamente su entorno, fascinado por su primer encuentro con el mundo exterior. Las imágenes en su mente sobre la vida no le habían preparado para esta experiencia. Él quería experimentarlo todo por sí mismo.

— Hemos llegado, Jin —detuvo su andar y se giró hacia el joven, quien hizo lo mismo, observando la imponente estructura de la universidad que se alzaba ante ellos—. Debo ir a clases; puedes pasearte por el instituto y observar cuantas aulas quieras. Mientras crean que eres un alumno más, no te dirán nada.

— Entonces —comenzó a hablar, un tanto desconcertado—, si me preguntan... ¿estudio aquí?

— Sí —respondió Min con una sonrisa satisfecha mientras le daba unas palmaditas en el hombro—. O puedes decir que eres de otro instituto y solo estás de visita.

Jin sonrió suavemente, haciendo que su párpado temblara nuevamente.

— Esa excusa parece más convincente. Después de todo, si me encuentran y piensan que soy de aquí, podrían preguntarme en qué aula estoy —se encogió de hombros, sorprendiendo al universitario.

— Vaya, no lo había considerado —admitió Min, rascándose la nuca avergonzado y sonrojándose mientras miraba hacia otro lado—. ¿Sabes qué? Mejor ignora a todos los que te hablen y no entres en conversaciones.

Sacó su celular del bolsillo y frunció el ceño al ver la hora, constatando que debía ir a clase. Significaba separarse del robot por unas horas. Suponía que sabría cuidarse; después de todo, estaba en una universidad. ¿Qué podría salir mal?

A pesar de eso, durante la clase de química, una sensación de malestar comenzó a crecer en su pecho.

cien días     |     yoonjin. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora