Capítulo 10

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Sábado, 16:30

-¿Y este... coche? -Pregunto mirando el "automóvil".

-Ya sé que podría ser un clon del coche de Los Picapiedra, pero mi padre me lo ha dejado y me ahorro la gasolina. -Contesta Arriane encogiéndose de hombros.

-Bueno, mientras arranque... -Suspiro antes de subirme al coche.

Nos espera casi una hora y media de viaje, así que ponemos la radio e intentamos que el tiempo pase lo más rápido posible.

***

-¿Por qué frenas? Ya nos quedan 10 minutos para llegar, aguanta un poco si quieres decansar... -Me quejo en cuanto para el coche.

-No he frenado, se ha parado sólo. -Dice angustiada. 

Insiste girando la llave para que el coche arranque de nuevo.

Es inútil, el coche de Los Picapiedra nos ha dejado tiradas.

-¡Joder! -Exclama de repente quitando la llave y yo doy un respingo en el asiento a causa del susto.

Se ríe al darse cuenta de mi reacción y la fulmino con la mirada.

-¿Y ahora qué? -Pregunto con la esperanza de que se olvide de mi susto y conteste.

-Pues llamamos a una grúa y nos morimos del asco en el camino de vuelta... -Me sonríe irónica y sale del coche con el bolso en la mano.

Suspiro mirando al frente desde mi asiento.

Creo que el karma ya me la ha devuelto por salvar mi trabajo.

Miro a mi izquierda, pero no veo a Arriane.

-¿Arriane? -La llamo elevando la voz.

-A ver, ¿que más puede pasar en medio de la nada..? -Gruño para mí misma y salgo del coche.

Escucho un ruido muy fuerte.

Levanto la vista y veo a Arriane saludándome con la mano desde un tractor.

-¿Pero qué narices? -Le devuelvo el saludo carcajeándome.

Cierro la puerta del coche y cuando están lo suficientemente cerca para oírme me decido a hablar.

-Explícame que haces ahí... -Le digo riéndome.

-Pues este es Anselmo; vive en un pueblo que está a unos minutos de Somosierra y dice que nos lleva. -Se explica con la mano en el hombro del señor mayor.

-Sí, está a 20 minutejos de aquí. Enga, sube. -Me dice el hombre.

-¿Y de qué pueblo es usted? -Le pregunto cuando ya estoy en el tractor.

-De Robregordo, ese que ves amanecer por ahí. -Me indica con el dedo al frente y añade.- Pero no me trates de usté, llámame Anselmo.

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