Capítulo 17

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Recordatorio del final del capítulo 16:

Abro la puerta de casa y lanzo la maleta junto al bolso. Cierro la puerta con pestillo y vuelvo a girar sobre mis talones para recoger las cosas. Cuando me levanto y alzo la vista veo una sombra oscura en mi terraza. Mi cuerpo se queda de piedra y ni siquiera puedo soltar un grito. Aunque la figura de la persona me haya visto y se esté acercando a mí. Cuando consigo ver su rostro me doy cuenta que no se ha molestado ni tan siquiera en ocultarlo. Lo tengo frente a mí, pero sigo sin reconocer su cara. Doy un paso atrás y choco contra alguien. Me rodea la cintura con un brazo y con la mano que le queda libre me tapa la boca.

-No grites. -Me susurra al oído.

Capítulo 17:

Narra Samanta

Forcejeo intentando escapar, no sirve de nada. Llevo mis dos manos hacia la suya, la cual sigue cubriendo mi boca, pero su mano no se mueve ni un solo milímetro.

-Te soltaré si me prometes no gritar, no vamos a hacerte nada... -Repite mi opresor.

Cierro los ojos soltando su mano, y cuando voy a asentir con la cabeza, la frase resuena en mi cabeza.

Esa voz... Su voz...

Abro los ojos de golpe y vuelvo al intento de forcejeo. Sus manos por fin me liberan, aunque me suelta más por pena que por mérito propio.

-Admítelo, siempre serás el blando del equipo. -Dice el que tengo enfrente.

Decido ignorarle y me giro, confiando en mi memoria. Tengo que levantar un poco la cabeza para verle la cara y le encuentro con los ojos en blanco, como respuesta al tío que ahora tengo a mis espaldas.

-¿Án-Ángel? -Titubeo, quedándome inmóvil.

Ángel rápidamente lleva su mirada hacia mí, pero antes de que ninguno de nosotros consiga reaccionar siento que todo el miedo que me paralizaba se ha convertido en rabia. Y entonces toda esa rabia explota.

-¿¡Pero cómo se os ocurre entrar en mi casa cual ladrones!? ¡Y encima me tratáis como si me fuérais a raptar o algo por el estilo! ¿¡Pero vosotros de que coño vais!? -Comienzo a gritar sin pensar las frases antes de pronunciarlas.

Escucho una risa detrás de mí y eso no hace mejorar la situación.

-Maldita sea, Oneo... Te la has buscado con carácter. -Sigue riéndose.- ¿De verdad estás dispuesto a perder tu vida por esta terrícola chillona?

Me giro de golpe y vuelvo a dejar a las palabras escapar.

-¿Terrícola? ¿Y tú que eres, pedazo de idiota? ¿De Marte? -Al terminar la frase mi enfado desaparece y hago una pausa.- Espera, ¿Oneo?

Llevo la mirada al “bocachancla” que no ha dejado de hablar ni por un segundo y me encuentro con sus ojos bicolor. Doy un paso hacia atrás y vuelvo a chocar con “Ángel”.

-Samantha, por favor, siéntate... -Me ordena Ángel en un tono relajado y pone su mano en mi espalda dándome un pequeño empujón para que avance.

Un desconocido mandándome. ¡Mandándome en mi propia casa! ¡Y yo obedeciendo!

Camino hacia el sofá y me siento, acto seguido se sienta él a mi lado y su “bocachancla” se queda de brazos cruzados delante de nosotros.

-Pero a ver, ¿Quién eres? ¿Ángel? ¿Villán? ¿Ángel Oneo? ¿Qué eres? -Hago las preguntas sin pausa.

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