Después del último día de clases, vuelvo a casa en colectivo cómo de costumbre. Subo, pago y me siento en el fondo, había poca gente, entonces podía elegir asientos.
El viaje a casa es largo, puesto que vivo casi a las afueras de la ciudad porque mis padres tienen acceso a la ruta que lleva justo a sus trabajos. Ambos, se especializan en el área de recursos humanos y esperan que yo siga sus pasos, pero, un día deberán aceptar que lo mío está fuera de ese ambiente.Luego de varias paradas, el colectivo, comienza a saturarse de gente y esto me hace reflexionar sobre el calentamiento global.
El fuerte olor corporal de sudor en cada lado que vaya y las ganas de asesinar a ese alguien gesticulando cerca, con intenciones de tocarte, nunca falta, porque claro, es verano.
No entiendo por qué les gusta tanto, sentir que ni estando cómo cuándo Dios te trajo al mundo se te quitan las ganas de arrancarte la piel a pedazos.—¡Qué fastidio!—expresé resoplando.
Todos en este maldito transporte aparentan estar de mal humor.
—Veo que no soy la única a la que le disgusta el verano—dije pensando en voz alta.
Todos voltean a mirarme.
—¡Nena! ¿Qué tiene de lindo sentir cómo adelgazan mis herederos?—grita el colectivero entre risas.
—Sí, y yo tengo una catarata de transpiración en el cu...
—¡Pero! ¡No sea desubicado, señor! ¡Ubiquese!—Dice sobresaltada interrumpiendo la sinceridad del hombre.
Suelto una carcajada y parandóme del asiento agrego:
—¡Es entendible, igual! El calor a uno lo cambia, ¿no cree?
—Y... La verdad que sí-responde la señora.
Me encamino hacia la puerta de salida del colectivo y me sujeto fuerte del asiento a mi lado, puesto que nunca aprendí a sostenerme con mis propias piernas cuándo el colectivo está en marcha.
Una vez lo intenté y terminé volando contra uno de esos fierros para sostenerse. Disimuladamente, fingí sostenerme mientras bajaba mi falda escolar, claramente, se habían dado cuenta, pero no pensaba voltear, quería quedarme con la poca dignidad a la que me aferraba firmemente.—¡Dios, que no me pase otra vez!—rogué internamente.
Bajo insegura del colectivo e ingreso a mi casa, estaba Mandy, mi perrita, que cómo siempre, me recibe con mucha emoción.
-¡Hola, mamu!-Digo haciendo la voz más aguda mientras la acaricio.
Mis padres dejaron el aire acondicionado encendido y el ambiente aquí está muy frío.
Dejo la mochila en el sofá y enciendo el televisor, estaban pasando la canción del verano mientras enfocaban una playa y a muchas chicas en tanga.-"Soy la estación de las fiestas, el alcohol, la playa y la buena onda"-Dice un sol moreno, con la marca de falta de bronceado por culpa de unas gafas.
-Da igual-dije presionando el botón de apagar del control remotoremoto.
Voy al baño y tomo una ducha. Al salir, me visto con un leggin negro y una remera arriba del hombligo blanca con la estampa de un alien, y sí, ahora estoy en pantuflas. Mientras cepillo mis dientes, escucho sonar el teléfono en la sala.
-Hoda-dije con el cepillo de dientes en la boca.
-Akari, soy mamá, en la heladera tenes pastel de papa para la cena, y encima de la mesada dejé una sorpresa para vos.
-¿Una sorpresa?-pensé.
-Estará para mañana en la mañana, y para entonces debes tener todo listo.
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Campamento de verano.
Teen FictionAkari, es una chica de 17 años muy aventurera, sensible y amable. Acaba de terminar el año escolar y casi todos sus amigos se fueron de vacaciones a distintas ciudades, algunos más al norte, otros al sur y muy pocos fuera del país. Sus padres, est...