Capítulo 3 - Cables cruzados.

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Entramos al hospital, y por suerte, estaba vacío. Ahora que lo pienso, en caso de urgencia es más probable que mueras antes de llegar a un médico cercano, eso es lo malo de vivir alejada de la ciudad.
El hospital, apenas ingresas, es una gran sala con cuatro "cabinas" y filas de sillas en frente.
Al parecer, hay que sacar un número para ser atendido en uno, ahí deben dar las citas o los turnos.
La cerámica del piso es de color blanco, las paredes son de un hermoso color celeste y a la derecha, detrás de la última fila de sillas, hay máquinas expendedoras de alimentos.
Mi madre se acerca a uno de los mostradores para registrarme, de ese modo, seré llamada por el médico de turno.

—¿Querés comer algo?—pregunta mi padre observando las máquinas expendedoras.

—¡Máquinas expendedoras!—Nos miramos y levantamos las cejas con una mirada cómplice.

Ambos solíamos ver muchas películas gringas, siempre quisimos usar una de esas. Mi padre, es cómo mi mejor amigo, hay veces que parece un adolescente más, es genial.

—¡Ya la rompiste!—le digo a mi padre entre risas.

—¿Cómo te da esto la comida?—pregunta entre risas mientras presiona el número "2".

—No sé—respondo tentada.

Ambos, nos ponemos a presionar cualquier botón intentado que la máquina nos de los Kitkats.

Mi madre se aclara la garganta detrás de nosotros y damos un pequeño brinco del susto.

—¿Qué hacen?—dice arqueando una ceja.

—Queremos unos Kitkats, pero la máquina no responde—Dice mi padre señalando a los kitkats desde el vidrio de la máquina.

—¿Pusieron dinero?—pregunta confundida.

—Sí, $100—responde mi padre.

Mi madre suelta una carcajada.

—¿Pesos?—dice entre risas.

Mi padre y yo asentimos con la cabeza.

—Rogger, estas máquinas funcionan con dólares—dice matándose de risa.

—Señorita Akari Brown.

—Sí, aquí estámos—dice mi madre levantando el brazo y casi arrastrándonos hacia la enfermera.

—El doctor la espera—dice mirándome y luego posa la vista sobre mi padre.

—¿Voy con ella?—pregunta mi madre.

—Sí, necesitamos los datos de los responsables para hacer un registro médico de Akari en este hospital—responde la enfermera.

Es muy bonita, creería que tiene unos 25 años, tal vez es nueva y acaba de terminar la Universidad.

—Pasen por aquí, por favor...

A la izquierda del primer mostrador hay un pasillo muy estrecho que nos dirige al consultorio del doctor. Mis padres y yo, íbamos en fila india siguiendo a la enfermera.

Nos abre la puerta haciéndonos pasar y se retira, mi padre se quedó observando cómo esta se retiraba. Le regaló una sonrisa, quiero pensar que fue por cortesía, aunque, la enfermera en verdad es muy bonita y mi padre es un caballero con las mujeres, esa fue la educación que recibió y creo que está bien.

—Bien, señorita Akari, ¿qué la trajo a esta consulta?

—Supongo que la herida que provocó que me desmaye—dije subiendo mis hombros.

—Sí, es por eso—agrega mi madre.

El médico, con un algodón me coloca un líquido amarillo tirando a rojo o anaranjado en la herida. He de admitir que me ardió hasta el alma.  Me puso una venda y cómo podía caminar, aseguró no tenía fracturas.

Campamento de verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora