Capítulo 2.

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"Spike, tienes que compartir ese juguete con Bruce", Anna reprende, deteniendo el pintado de sus uñas por un momento. "Estás siendo demasiado grosero el día de hoy, muchacho."

Los dos perros parecen ignorarla, gruñendo y forcejeando por un pequeño dinosaurio de peluche, ninguno de los dos dispuesto a rendirse. Cada que Anna conseguía una nueva mascota, pasaban días difíciles mientras los otros perros se adaptaban al nuevo integrante. Bruce había sido su última adquisición.

Con una mirada divertida, Louis los observa desde la cama apostando a que Spike ganará esa pelea.

Spike es un perro Chihuahueño que, a pesar de su diminuto tamaño y su falta de intimidación, es un gran luchador que siempre suele meterse con perros más grandes.

"Se parece un poco a ti, Lou", coincidieron sus amigos una noche, al ver al pequeño perro buscar pelea con un gran San Bernardo.

Anna es una exelente y dedicada veterinaria, que desde antes de graduarse logró obtener empleo en un elegante consultorio.

Su profesión fue escogida por su gran amor a los animales, por lo que su grupo de mascotas era enorme. Cada que tiene oportunidad, rescata a un cachorro y ella misma se encarga de encontrarles un hogar. Si no lo consigue, simplemente lo suma a su familia, sin importarle el hecho que vive en un pequeño apartamento. Algo que no hubiera podido hacer en el que ambos solían compartir, ya qué era mucho más pequeño que su actual hogar.

La primera vez que Louis visitó el nuevo lugar de Anna, hace ya algunos años, se había sentido extraño. Ver las cosas de su amiga en una extraña habitación sin color y no en el apartamento donde vivieron durante los primeros semestres de sus carreras hacia que Louis quisiera llorar.

El primer día que durmieron en lugares distintos había sido muy difícil para Louis. No pudo conciliar el sueño sabiendo que Anna no estaba en la habitación de a lado, a pesar de que ahora tenía a Collin durmiendo junto a él.

Extrañó el molesto sonido de su ukelele por las mañanas y el olor de los ridículos panqueques saludables que preparaba los domingo. Echo de menos las profundas pláticas que tenían en las noches y las estúpidas pláticas de las mañanas. Extraño todo eso desde el primer día.

Llegar a su apartamento después de sus clases y no ser recibido por Anna había resultado peor. Su ausencia era notable porque ya no estaban sus libros de veterinaria en la repisa, dejando un gran espacio vacío en su lugar. Sus zapatos sucios ya no estaban en la entrada tampoco, y ya no era recibido por el fuerte olor de las velas aromáticas que solo ella sabía colocar estratégicamente en cada rincón.

Nadie podía culparlo. Después de dejar a sus cuatro hermanas, a su madre y prácticamente toda su vida en su país natal, dejar que Anna se mudara se sintia igual de desconsolador. Fue difícil separarse de la única persona cercana que tenía en New York, a pesar de Anna se mudaba a solo un par de cuadras de distancia.

Tal vez Louis es demasiado sentimental, culpa a su madre por eso.

Después de un tiempo, lograron adaptarse y aprendieron a tener vidas separadas. O lo más parecido a eso, seguían viéndose cada día, de todos modos.

Las cosas habían cambiado desde entonces. Por diferentes circunstancias, la habitación de Anna ahora era el pequeño refugio de Louis. Ya no le parecía un extraño o frío piso. Descubrió que aquí podía sentarse cómodamente y hablar con su mejor amiga de cualquier cosa. Recordar pequeñas anécdotas de sus infancias en Doncaster e incluso derramar unas cuantas lágrimas silenciosas por extrañar a sus familias.

"Anna", Louis llama, con la cabeza sostenida en sus manos. Esta acostado boca abajo y tiene un montón de almohadas presionadas a su alrededor, junto con un montón de frazadas encima que están ocultandolo casi por completo. "¿Es nuevo tu colchón?", pregunta, estando bastante seguro que la última vez que vino la cama no se sentía así de cómoda.

El Diablo Viste De GUCCI || Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora