Doce.

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—Creí que no te hallaría jamás —el cuerpo de TaeHyung sufrió un escalofrío visible para el azabache—. ¿Tienes frío? Está helado... ¿Qué haces aquí?
  
   El castaño se mantuvo unos segundos en silencio, con la cabeza gacha para secar el restante de las lágrimas y procesando lo que sucedía. No lograba entender cómo lo había encontrando, ¿acaso lo siguió? ¿Había oído su estúpida conversación? Mierda.
  
   —Estoy bien —respondió, parándose y sacudiendo su ropa—. ¿Tú qué haces aquí? ¿Me seguiste?
  
   JungKook negó con la cabeza y miró las estrellas, no podía mantenerle la mirada a TaeHyung. Aunque habían pasado días, aún se sentía avergonzado; en un acto de irracionalidad, se permitió dejarse llevar y casi cometer una estupidez... Pero TaeHyung había salido huyendo segundos antes de que pudiese hacerlo, dejándolo sintiéndose algo humillado. 
  
   —No te seguí, te vi salir hacia aquí en la tarde —explicó—. Yo estaba en la cocina lavando los platos y te vi por la ventana.
   —¿Por qué no avisaste a alguien de ello?
  
   El pelinegro se tomó su tiempo para contestar, buscando una respuesta digna. Además que la noche vista desde el lugar era magnífica, también un poco espeluznante, y le robó la atención. El aire fresco le hacía bien.
  
   —Porque eres tú...
  
   Dejó la respuesta en el aire, quizá porque no sabía muy bien a qué se quiso referir. O porque creyó que con lo dicho había explicado suficiente.
  
   —¿Porque soy yo? ¿A qué te refieres, JungKook?
  
   —A eso. No me preocupé porque sabía que necesitabas espacio... Pero se hizo tarde y no te iba a dejar solo en este lugar.
  
   —Um... —Tae quiso decir algo, pero lo cambió antes de que pudiese abandonar su boca—. ¿Y nadie preguntó dónde estaba? Van a regañarme, y no es que me importe.
  
   La expresión de JungKook pareció temblar un poco, tal vez fuese solo la poca iluminación.
  
   —Les dije que estabas durmiendo en la habitación y que habías pedido no ser molestado —se rascó la nuca y al fin miró a TaeHyung. Este seguía con la vista en él, atento—. Antes de salir para aquí, les dije que también iría a dormir y que cerraría la puerta de la habitación porque había comenzando a sufrir de sonambulismo de nuevo.
  
   TaeHyung frunció el ceño, inclinando la cabeza hacia un lado.
  
   —¿Cómo te creyeron?
  
   —Porque lo sufro en serio, bueno, sufría —se encogió de hombros y desvió la mirada un vez más, volviéndose a sentir intimidado por los ojos ajenos que dejaban ver un brillo por la luz. Tan hermoso.
  
   Se mantuvieron en silencio, sin saber qué más decir o si debían decir algo. El menor mordía su labio inferior, intentando mantenerse sereno pero le era casi imposible. Se sentía un gran estúpido por lo que casi hizo, mas no se arrepentía. Era incapaz de sentir arrepentimiento por algo que deseó y que lo sigue haciendo. De solo pensarlo lo volvía inestable. Era inalcanzable el negarse a pensar en TaeHyung. Tae con sus cejas fruncidas por algo que no le agradaba, Tae sonriendo sin dare cuenta, Tae brillando desconociendo cuánto; Tae siendo él, con todo lo bueno y todo lo malo que llamaba la atención de JungKook hasta el punto de ocupar la mayoría de sus pensamientos.
  
   TaeHyung, por el otro lado, miraba de reojo a la persona a metros de él. El perfil se le veía tan marcado con el reflejo de la luna pegado en él, tanto que las ganas de pasar su dedos por lo que parecía una suave piel volvieron. Relamió sus labios y se obligó a cerrar los ojos, concentrándose en su respiración para dispersar sus ansías. La pregunta si JungKook pudo escuchar algo de lo que había dicho lo inquietaba.
  
   —Creo que es momento de irnos, se está haciendo tarde —la voz rasposa de TaeHyung alteró los sentidos del azabache—. ¿Me oíste?
  
   —¿Estás molesto?
  
   Los ojos del castaño se clavaron en el blanco rostro, sin embargo este seguía mirando el negro cielo, huyendo de aquella persona que podría llegar a descifrarlo en algún instante, atravesar obstáculos para entender en qué forma comenzaba a tener en su palma a JungKook.
  
   —No lo estoy.
  
   —¿No? —se sorprendió—. Lo siento por haber invadido tu espacio personal, sé que lo odias. No volverá a ocu...
  
   —Ya cállate, Jeon —lo interrumpió, acercándose a él—. Sí, odio que interrumpan mi espacio personal, pero a ti nunca te interesó eso. ¿Por qué ahora, de repente, sí?
  
   JungKook respiró profundo y se dignó a mirarlo a los ojos. Él estaba tan cerca que lo estaba matando.
  
   —Porque... Porque no quiero confundirme, ¿okey? Me tienes confundido, Tae. Tu actitud impasible y calculadora me vuelve loco. Estoy perdido.
  
   Cansando ya de ocultar siempre sus sentimientos, se permitió confesarlos aunque no fuera ni la mitad. Pero ni él sabía aún muy bien qué sentía, solo se hallaba seguro que crecía y crecía. Y estaba atemorizado por salir herido.
  
   Su temor aumentó cuando los minutos parecieron eternos y nada salía de la boca del mayor. Sí, había cometido un error una vez más, seguramente estaría espantado. Se había dejado llevar por ilusiones de nuevo.
  
   —Olvida lo que dije, hagamos que no pasó —volvió a hablar JungKook, comenzando a caminar—. Volvamos, ya es tarde.
  
   Y TaeHyung estaba seguro de que quería responderle, confesarle algo que no tenía claro. Pero no lo hizo porque no lo logró, simplemente se limitó a maldecir por lo bajo y caminar atrás del azabache. La idea de que JungKook pensara que lo que le había dicho no le interesaba lo hacía querer pegarse, sin embargo no se veía capaz de hacer algo.

                                  ☁️

   El camino de regreso fue demasiado tenso, ninguno dijo nada más. Cuando llegaron, entraron en silencio y con cuidado para no ser descubiertos y, en la habitación, solamente se acostaron. Se acostumbraron a hablar antes de irse a dormir, pero hoy no sería así. Hoy no podrían decirse algo sin sentirse idiotas, así que prefirieron no decir nada.
  
   TaeHyung, aferrado a su almohada, cerró los ojos con fuerza en la oscuridad de la habitación. Por más que quisiera que su jodida boca se abriera y fuese capaz de negarle a JungKook el hacer como si nada, no podía. Y él, aun así, no se veía de brazos cruzados para dejar que, simplemente, pasara. Porque Tae no quería que esto se desvaneciera, necesitaba saber qué mierda era todo en lo que estaba envuelto. Se sentía, de alguna forma, mareado de la situación.
  
   —Sé que también te vuelvo loco, TaeTae —el susurro de JungKook le erizó la piel—. No hace falta que digas nada, tampoco puedo alejarme de ti.
  
   Él había escuchado lo que había dicho, y lo torturó de igual forma en todo el tiempo de vuelta. Permitió que su cabeza diera mil y una vuelta, atormentándose en incógnitas. Tan malvado y genial.
  
   TaeHyung analizó lo que el pelinegro había dicho, mirando a un destello de luz que entraba por la ventana y pegaba en el techo. Su corazón latía desesperado y sus músculos parecían querer correr un maratón de más de 10 horas.
  
   JungKook había escuchado todo, él había llegado minutos antes de dejarse sentir y se mantuvo oculto al congelarse cuando lo vio tan indefenso. Oyó a TaeHyung abrirse libremente con el pensamiento de su madre, su vulnerabilidad y nostalgia tiñendo su gruesa voz. Incluso si fueron varias veces en que se rompió frente de él, esta vez era distinto, era más profundo e íntimo. Y, en cierto modo, se sentía algo culpable por haber irrumpir en su privacidad... Pero no por escuchar lo que escuchó. Eso era lo que necesitaba para seguir decidido, para tratar con todo su ser alejar lo malo de él y acercar a TaeHyung.
  
   Y TaeHyung tampoco se quedaría sin hacer nada, ahora ya no sentía la obligación de decir algo porque JungKook ya conocía lo que realmente importaba. Tomando mucho aire y dejándolo escapar al levantarse, se coló en la cama de JungKook sorprendiéndolo. Ni él sabía lo qué hacía, parecía una locura. Deseó hacerlo, y solo lo hizo. Su aroma se infiltró en sus fosas nasales, haciendo que inspirara hondo de nuevo. El joven cuerpo formado de JungKook por el ejercicio se sentía más que bien en el sutil tacto al acomodarse de TaeHyung.
  
   —¿Debería decir algo? —otro susurro de parte del menor. El delgado cuerpo del castaño fue rodeado por sus brazos.
  
   —No lo creo —negó, hundiendo su rostro en el cuello ajeno. Todo parecía tan irreal—. Solo no pensemos en nada, por favor, quiero estar así.
  
   Y, después de eso, hubo silencio. Entre ellos jamás se precisó de palabras, de frases forzadas. Todo había cambiado, lo reconocían y estaban bien de esa forma. Mientras su pesadumbre desapareciera de ellos al estar así, todo estaba bien. Se sentían tranquilos como igual de confusos, pero el calor tentador del otro provocaba que todo se disolviera. 

Sigiloso Tormento. •» KookV / KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora