Once.

6.9K 867 18
                                    

Los gritos resonaban en la gran casa, continuos y desgarradores. Si alguien pasara por afuera -y fuera capaz de oírlos- pensaría que estaban torturando a alguien. Y, tal vez, la idea no estaría tan descarrilada.

   Era un martirio vivir así, días colmados de advertencias y noches bañadas en lágrimas. Pero ¿cómo se convirtió en eso? Si todo siempre parecía ir bien, eran la familia perfecta a la vista de los demás. Los problemas eran inexistentes y la felicidad les llovía como el dinero. De un momento a otro, todo pareció derrumbarse como un castillo de cartas; las mentiras se revelaron y las sonrisas se vieron faltas legitimidad.

   Le mintieron toda su vida que la realidad le pegó tan brutal y repentinamente, tirando las murallas que se encargaron de ocultar las oscuras farsas. Aunque debió haber sido menos ingenuo y permitirse sospechar de tanta perfección, ¿quién no dudaría de un mundo color de rosa? Pero la comodidad tapaba todo. Sus sospechas se tranquilizaban por los lujos, caprichos calmados y cumplidos que aumentaban su -gran- ego.

   Si hubiera sido capaz de interpretar las miradas rogando por auxilio y las palabras que prometían bienestar pero solo tenían angustia, tal vez el resultado hubiera sido distinto, tal vez nada hubiera empeorado a tan alto grado. Pero él amaba ser feliz y sentirse querido -a una forma tan rara y algo tóxica-, que cubrió sus propios ojos para permanecer estable, aunque todo a su alrededor le revelara el auténtico y atroz escenario.

   Y ahora, encerrado en su habitación, en las cuatro paredes que tantos lamentos presenciaron, temblaba de temor una vez más. Debería estar acostumbrado ya, pero nadie se acostumbra realmente a tanto sufrimiento. La aflicción le martillaba el pecho, cada golpe más preciso y pesado. Estando aterrado y pálido por el miedo, solo pensaba en huir del infierno en el que se hallaba. Sin embargo, no podría hacerle eso a ella, no a la mujer que le dio todo y que puso su propia existencia en segundo lugar solo por él. Llegaba a ser egoísta y un gran idiota, pero jamás le haría eso a la única persona que, aparentemente, lo quiso de verdad.

   La persona que más admiraba le había dado espalda. Era solo un niño, un niño buscando empezar a encontrarse en la vida y, cuando creyó hacerlo, le dijeron que era erróneo su verdadero ser. Lo alentaron tanto para volverse alguien, así que jodidamente dolió cuando lo rechazaron, cuando le dejaron más que claro que no valía nada. Incluso le desearon la muerte, porque era mejor morir que ser lo que él era, porque era mejor morir que ensuciarse así por algo supuestamente tan patético y cargado de desgracia.

   Lleno de temores horribles y sueños incansables, velaba por salir del profundo y tenebroso pozo donde, lentamente, se hundieron. Se culpaba por todo, si tan solo su boca hubiera permanecido cerrada, todo estaría bien. Él no sería considerado una vergüenza y un monstruo, y todo estaría bien.

   Si tan solo Jeon JungKook hubiera sabido callarse un vez en su vida, las cosas no se hubieran desplomado, las farsa seguiría por la eternidad y su felicidad artificial estaría intacta. Pero no pudo. Ya no aguantaba seguir mintiendo, creía que estaba traicionando a todos. Solo quiso hacer algo bien, pero el resultado fue el contrario. Su paso en falso le trajo duras palabras que se trazaron en tinta negra y permanente en su joven e iluso corazón, golpes que mancharon su piel con hematomas y cicatrices que lo perseguirían por siempre. Porque aunque deseara con todas sus ansías un día olvidar todo y pasar página, sabía que las memorias de cada golpe volvería a su mente, torturándolo hasta la desquicia. Pero no era eso lo que más le asustaba, temía demasiado a nunca lograr correr lejos, nunca conseguir escapar del infierno donde se hallaba.

   Era solo un chico, recién estaba comenzando a vivir, pero ya no quería seguir haciéndolo. El dolor era tan intenso y constante que, simplemente, le sacaba las ganas de vivir. Lo obligaron a creer que era una basura, le colmaron la cabeza de negaciones y burlas. Poco a poco, mientras miraba su mundo quemarse y esfumarse, se convirtió en lo que tanto detestaba. Quizá fue un acto de resistencia, quizá estaba más que perdido para terminar acabando así, pero ya se había hecho. Se dejó llevar y transformar por los prejuicios ajenos. Se dejó llevar por la falta de amor y compresión.
Solo era un chico que jamás tuvo lo que creyó, envuelto en un juego donde era un peón disfrazado de rey. Lo engañaron, le taparon los ojos mientras le susurraban perfecciones al oído. Solo era un chico que vivía en un mundo de tinieblas y malos tratos, aunque era ignorante a todo eso.

Sigiloso Tormento. •» KookV / KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora