Quince.

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No estaba seguro si sus pies seguían tocando el suelo, si la gravedad había dejado de ejercer poder en él, si su corazón había logrado escapar de su pecho por fin. Solo fue un beso casto, pero para JungKook significó el universo. Los labios ajenos eran tan esponjosos, tan perfectos. Pero es que todo puede parecer perfecto cuando llevas tiempo deseándolo, cuando la ansiedad es tanta que hace querer temblar a tus músculos. Si hubiera dependido de él, habría durado mucho más. Pero tampoco buscaba el asustar al piel morena.
  
   Y sí, Jeon no podía contar cuántas veces se le pasó por la cabeza o soñó con poder tocar los labios de Taehyung. En una lista de prioridades y locos anhelos, ese sería uno de los primeros.
 
   Solo duró unos segundos, aunque en él se expresó más que cualquier palabra podría haberlo hecho. Ambos habían dejado entender que estaban ahí, con miedos pero aún con más ganas de intentarlo. Se veían capaces de saltar al vacío si era tomados de la mano, y eso sí sonaba tan asquerosamente cliché.
  
   Aferrados al otro como si, en cualquier pequeño descuido, se fueran a evaporar, conectaron sus ojos, sus respiraciones agitadas llenaban el silencio. JungKook volvió a jurar que el castaño era magnífico, TaeHyung se repitió de nuevo que el pelinegro valía el intento y más. Los dos codiciaban tenerse, aguantar la devastación juntos
  
   Solo uno de ellos conocía lo que sucedería, el otro, ignorante e indefenso, solamente aguardaba a que, de ahora en adelante, todo fuera mejor. Pero seguían dentro del juego de la vida, donde todos eran peones. Las reglas estaban escritas y los castigos, también.
  
   El final podría ser tan catastrófico, la herida tan profunda.
  
   El mayor suspiró y miró al suelo, dándose cuenta de la situación. La adrenalina y valentía se habían esfumado de su organismo, dejándolo en blanco y con una gran vergüenza.
  
   —Yo... Eh... Mmmh —se calló al no encontrar nada para decir, las mejillas ardiéndole.
  
   JungKook rió enternecido por su actitud, pero igual de desorientado. Su cabeza daba demasiadas vueltas para hacerle caso a su, ahora, vacilante parte coherente.
  
   —Lo sé.
  
   Mirándolo entre sus pestañas, Tae preguntó:
  
    —¿Qué cosa?
  
   Su rostro fue tomando con tanta delicadeza que hizo vibrar sus adentros. Quiso sonreír, gritar y dar saltitos de felicidad como lo hubiera hecho hace años, como si un engaño no estuviera de por medio.
  
   —Sé lo que piensas y quieres decir, pero no puedes —respondió, un tanto orgulloso de sí mismo—. Se ha vuelto costumbre descifrarlo... Descifrarte lo ha hecho. Das tantas vueltas, y yo estoy empezando a ser capaz de seguirte por cada una de ellas. Es lo que quiero.
  
   TaeHyung sonrió tímido y demasiado conmovido. Claro que Jeon podía seguirlo, él deseaba que lo hiciera. Él le había permitido atravesar su muros una vez por todas, comenzando a dejar al descubierto sus secretos. No era sencillo, sin embargo, lo quería.
  
   Porque con aquel beso TaeHyung no solo demostró sus revoltosos sentimientos, también selló una promesa. Prometió ser un amparo para JungKook, prometió brindarle su cama y brazos si lo único que necesitaba era llorar y quedarse dormido entre susurros cálidos que le brindaran calma.
  
   Y, por el otro lado, JungKook también había prometido algo. Él besaría cuántas veces sean necesarias la frente de TaeHyung si eso lograba borrar los demandantes pensamientos, lo abrazaría si el calor humano era lo que necesitaba, o le daría espacio cuando solo quisiese tiempo a solas.
  
    En silencio, ambos se juraron ser la mejor versión de ellos míos, una que fue rechazada en el pasado por personas que mantenían sus ojos vendados a la diferencias del exterior, a lo que no lograban definir. Es que la gente se espanta de lo desconocido y de lo que no consiguen controlar. Entonces ellos, tan incontrolables y autónomos, carecían de alguna etiqueta válida.
  
   Ellos no necesitaban de ninguna etiqueta. Nadie la necesitaba.
  
   Habían estado dándose fragmentos de sus mejores versiones, pero ahora, un poco más decididos, las revelarían completamente. Y eso estaba bien, porque eran lo que en verdad eran sin filtros ni estúpidos eufemismos.

                                    ☁️

   El frío parecía más potente en ese lugar, como si las cajas llenas de polvo y las telarañas en cantidades industriales no fueran suficiente para darle un aire sombrío, de película de terror. Una pequeña bombilla colgaba del techo, titileando de vez en cuando, erizando los vellos de JungKook.
  
   Paseó sus ojos por las zonas iluminadas vagamente y en las que no llegaba la pobre luz, intentó agudizar la vista para detectar dónde estaba. Pero, sinceramente, no quería ver demasiado. Todo parecía diez veces más tétrico y solo quería largarse de ahí, pero debía encontrarlo porque perdería al contrario.
  
    —¿Quién, en su sano juicio, viene aquí? —preguntó, en voz alta, al aire. Pero se dio cuenta de lo ridículo que fue formar esa pregunta.
  
   Escuchó ruido a su espalda, provocando que se tensara casi de una forma dolorosa por la velocidad que lo hizo. Abrió más los ojos y se giró lentamente, sin embargo, no vio nada. Siguió merodeando, tratando de no hacer ruido y aguantando la respiración el mayor tiempo posible. Corrió cosas, provocando algunos chillidos que le causaron apretar los dientes. Mierda, ¿dónde estaba?
  
   No le gustaba perder, pero tampoco le agradaba sentir como si tuviera una docena de ojos clavados en él, apunto de saltar de entre la oscuridad para provocarle un infarto del miedo.
  
   —Vamos, ya sal —se rindió—. Ganaste, pero bajemos de aquí. Este lugar asusta.
  
   Recalcando eso, volvió a ver las sombras producidas por las torres de objetos que dejaban vagar a la imaginación, creando figuras nada amigables. Quería salir corriendo por la fea sensación y por el frío que comenzaba a calar sus huesos; debió abrigarse más y no solo con una simple camiseta mangas largas.
  
   —Qué llorón eres —se burló una voz ronca detrás de él, causándole un pequeño salto en el lugar por el susto.
   Giró en su lugar una vez más, con los ojos entornados, y empezó a excusarse.
  
   —No lo soy —solo un poco—. Este lugar no es simpático, está bañado en suciedad y aquella cosa —señaló la bombilla que se balanceaba por el ligero viento que entraba por una pequeña ventanilla en el techo— da mala espina.
  
   La risa del joven retumbó en el pequeño espacio, y eso fue suficiente para que JungKook se librara de la inquietud. Su risa era melodía para sus oídos, una que oía cada vez más. Y le fascinaba la sensación que generaba en su interior.
  
   —Es solo un ático, JungKookie —logró decir cuando recuperó el aire—. Eres un exagerado.
  
   Los brazos del azabache se cruzaron frente su pecho, fingiendo estar ofendido. Él solo quería reírse también, porque, aunque la situación le daba gracia igual, disfrutaba presenciarlo alegre.
  
   —Y tú un desquiciado, Tae —le sacó la lengua, mostrándose aún más infantil.
  
   —Un poco, sí —aceptó acercándose a él, quedando al frente, casi con los cuerpos rozando, e inclinó la cabeza—. Pero eso ya lo sabías.
  
   JungKook rodó los ojos y bufó, relajándose y tomando la pequeña cintura de Tae entre sus manos. Sintió cómo el castaño contuvo la respiración unos momentos por la sorpresa y cómo se relajaba después, apoyando las manos sobre sus hombros.
  
   —¿Por qué subiste aquí? Tienes miles de lugar para esconderte.
  
   —No lo sé —relamió sus labios, notando como su movimiento era seguido por los orbes del pelinegro—. Solo lo hice y ya.
  
   —Si no hubiera oído las maderas rechinar, te podrías haber quedado aquí por un largo tiempo.
  
   TaeHyung quiso responder, pero una caja se cayó de la nada, robándose la atención de ambos, los cuales se miraron y, sin necesidad de palabras, salieron corriendo hacia su habitación. Casi cayeron al bajar la escalera de mano por la torpeza, pero no les interesó. Por alguna extraña razón, se sentía como si hubieran hecho alguna travesura y, en cualquier instante, podrían ser descubiertos.
  
   Habían pasado toda la tarde en medio de juegos absurdos y risas con algunas lágrimas por la intensidad. Aunque TaeHyung no fuera fanático de moverse, el divertirse con JungKook de esta manera lo compensaba.
  
   Tanto como las encargadas del Hogar y los demás niños estaban sorprendidos por el comportamiento de ambos chicos. No lograban recordar cuando fue la última vez que Tae se rió de tan estruendosa y genuina forma. Y desde que Jeon llegó al establecimiento, no lo habían visto sonreír tanto.
  
   Pero las agujas del reloj se seguían moviendo.

                                  ☁️

N/A:
       Me gusta mi comportamiento pasivo-agresivo.
  
                                           Macnas.
  

Sigiloso Tormento. •» KookV / KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora