Tres.

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Los días pasaban tan monótonos que consiguieron exasperar a JungKook. Por ende, al subir a la habitación después de la cena, se permitió molestar a su compañero. La relación entre ellos seguía igual: pocos diálogos y muchas miradas poco agradables.
  
   —Taehyung —alargó su nombre, osando de sentarse en la cama ajena.
  
   El nombrando, por su parte, contó hasta diez para no estamparle la libreta que tenía en la mano en la nuca. Fingió una sonrisa y le contestó:
  
   —Primero, levanta tu culo de mi cama —advirtió—. Y segundo, ¿qué quieres?
  
   —No seas gruñón.
  
   —Respeta a tu hyung —volvió la vista a las hojas en blanco frente de él.
  
    —¿Cómo sabes que eres mi hyung? —JungKook elevó una ceja.
  
   El contrario se tomó su tiempo en responder, ya que sus pensamientos se hallaban ajenos a la conversación. Pero, cuando volvió en sí, miró a la persona a su lado.
  
   —¿Cuántos años tienes?
  
    —Dieciséis.
  
   —Yo tengo diecisiete. ¿Ves? Soy mayor. Ahora, ya no molestes.
  
   Jeon rodó los ojos y se mantuvo mirando sus manos por algunos minutos. Deseaba seguir molestándolo, así que eso iba a hacer.
  
   —Me aburro mucho, tú eres aburrido como compañero de cuarto —su voz trato de tomar un tono blando.
  
   —Y no pretendo que cambie, JungKook —expresó Tae, nada conmovido por el tono utilizado.
  
   Solo quería que por fin cerrara la boca para seguir intentado escribir algo en aquellas hojas que parecían suplicarle ser manchadas con tinta. Durante su estadía en el hogar, buscó alguna forma de manisfetar todo lo que su corazón sentía. Así, pues, comenzó a escribir. Lo hacía para sí mismo, nadie vio jamás algo suyo. Y tampoco pretendía eso. Se guardaría cada escrito para él, y tenía el sueño que, al cumplir la mayoría de edad y pudiera vivir donde quisiera, los leería para recordar por todo lo que pasó.
  
   TaeHyung se sobresaltó un poco cuando sintió su mejilla ser picada. Desvió la vista al proveniente de esto, y las ganas de pegarle volvieron. Esta vez tomó una bocanada de aire, preguntándose el porqué JungKook estaba tan insoportable. Habían mantenido distancia desde que había llegado, ninguno  molestó significativamente al otro. Hasta ahora.
  
    —¿Por qué no vas a fingir sufrimiento? Sé que eso te divierte —habló el afectado cuando el segundo pinchazo a su piel llegó. Realmente necesitaba sacárselo de encima.
  
   —Eso ya me aburrió —respondió Kook, haciendo un puchero pequeño—. Estoy buscando una nueva división, y molestarse suena entretenido.
  
    —¿Sabes qué más suena entretenido? Que mi puño pare en tu rostro. Deja de molestar.
  
   Pero el menor no le hizo caso, y prosiguió a pincharle la mejilla cada vez más profundo, pero sin llegar a lastimarlo. Kim se obligó a ignorarlo y agarró la lapicera, comenzando a escribir. La tinta corría, convirtiéndose en letras y las letras en palabras, que pronto formarían un texto conmovedor. Sinceramente, no le importaba si sus palabras carecían de sentido, solo pretendía con ellas liberar lo que no podía físicamente. Es que, por el tiempo, se había encerrado tanto en sí que ahora, simple y dolorosamente, ya no lograba exponer sus emociones como antes. Cuando apenas llegó al hogar, sus noches se basaban en llantos imparables y gritos que pedían el regreso de sus seres queridos. Pero lo último era imposible, así que se prometió jamás llorar por algo que no tenía posibilidades de suceder. Y entendió que por más que las lágrimas se derramen, no arreglaba nada.
  
   —¿Qué escribes? —la voz que tanto alcanzaba a irritarlo, lo sacó de su ensimismamiento. Tae sacudió la cabeza ya que se había quedado mirando un punto inexistente.
  
   —No es de tu incumbencia, JungKook —lo miró.
  
   —Lo pregunté de buena forma —aclaró el otro, también mirándolo—. No hace falta ser así. ¿No crees que podríamos llegar a ser amigos?
  
   Esa idea robó una carcajada al mayor, creyendo que estaba siendo preso de otra broma. Pero se encontró con un rostro libre de gracia, y entendió que iba en serio.
  
   —Yo no tengo amigos —eso había sonado triste hasta para sus propios oídos—. Y no me interesa tenerlos, así que negaré la oferta.
  
   —Ya verás cómo podemos ser amigos, hyung —JungKook, extrañamente animado, se levantó de un salto de la cama—. Solo espera.
  
   El pelinegro salió de la habitación, dejando a un TaeHyung confundido. ¿Por qué, de la nada, su actitud había cambiado? Y peor aún, ¿por qué quería ser su amigo? Quizá sí se había aburrido de su juguito con las encargadas y demás niños, que buscaba uno nuevo.
  
   Sin darle más vueltas, volvió a lo que anteriormente estaba haciendo.

                             ☁️

   Ninguno de los dos se habían vuelto a ver el resto del día, haciendo creer más a el castaño que lo dicho por JungKook era solo otra broma. Ambos se hallaban en ubicaciones alejadas en el terreno de la casa. Tae descansaba bajo un viejo y grande árbol, mientras continuaba escribiendo; Kook jugaba con un par de niñas dentro del salón.
  
   El cielo se estaba volviendo oscuro, algunas estrellas comenzaban a aparecer, pero TaeHyung no pretendía entrar aún. Casi había llenando diez hojas, se sentía inexplicablemente inspirado. Se encogió más en el lugar y siguió escribiendo cualquier cosa que pasara por su cabeza. Después de un par de minutos, acabó con otra hoja.
  
   Sentía el cuerpo adormecido en varios puntos, aunque no le dio importancia. Necesitaba esto, hace días se sentía asfixiado y desconocía el porqué.
  
   —Yang Mi pide que entres —una voz frente de él hizo que levantara la vista. Estaba confundido.
  
   —Es un rato entro, aún no tengo ganas.
  
   —También me dijo que te obligara a entrar conmigo —volvió a hablar segundos después.
  
    —Ya te he dicho, aún no lo haré.
  
   El chico frente de él resopló y se sentó en el suelo, estirando las piernas y mirando al otro. El cual lo miró de reojo, pero se negó a decir algo.
  
   JungKook, al notar que el muchacho ya se había vuelto a consumir por su mundo, se permitió mirarlo más a fondo. Reconocía que el mayor poseía que lograba llamar su atención, quizá fuera su estético rostro, o la forma de su delgado pero bonito cuerpo, o la facilidad para aislarse de todo.
  
   O un mundo destrozado reflejándose en sus ojos.
  
   La pesada mirada de JungKook sobre él no pasaba por alto, y comenzaba a ponerlo nervioso. Los trazos se hicieron más torpes y algunas letras fueron comidas. Tae suspiró y cerró la pequeña libreta. Se levantó aún en silencio, sacudió los restos de tierra pegados a su ropa y se encaminó hasta la entrada de la casa. Por atrás, el pelinegro lo seguía, con una ceja enarcada y los labios dejando ver su típica sonrisa ladina. Notó que lo había puesto inquieto, provocándole cierta diversión. Según los niños del lugar, TaeHyung era sumamente solitario, habla con la gente solo cuando era necesario y pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en las cuatro paredes de su habitación. Aunque ya no era tan así, ahora ya no se sentía cómodo por culpa de la presencia del menor.
  
   —Escribes mucho, ¿cierto? —la voz de JungKook llegó de nuevo a los oídos ajenos, provocando que este le rodara los ojos aunque no estaba siendo visto.
  
   —Sí —contestó, queriendo hacerle entender que no siguiera hablando.
  
    —¿Por qué lo haces?
  
   No, al parecer no había tomando la indirecta que marcaba su tono cuando el contrario habló.
  
   —Porque me gusta.
  
   El castaño, a pesar de encontrarse un poco irritado, le seguía respondiendo; algo que lo descolocaba.
  
   —¿Por qué te gusta?
  
   —Porque sí.
  
   Eso no bastó para JungKook, así que prosiguió.
  
   —Esa no es una respuesta. Sé más específico —pidió, y escuchó a la persona pasos delante de él bufar—. Si escribes tanto, algo tendrás para decir sobre ello.
  
   TaeHyung se dio vuelta, encarando al chico. Por su parte, Kook debió pararse bruscamente para no chocar con el otro cuerpo.
  
    —Escribo porque es lo único que consigue sacarme un poco de peso de encima —comenzó el piel morena, con una mirada filosa—. No importa si son textos extensos o apenas dos palabras, logra calmar el dolor instalado en mi pecho de hace años. Escribo para sentir que las cosas no son tan malas como se dejan ver, y que, en algún momento, el malestar se irá, dejándome ver que era efímero.
  
   TaeHyung, tan repentinamente enojado como para darle caso a la vergüenza por exhibir sus verdades, volvió a darle la espalda y se fue, dejando atrás a un joven raramente conmovido por aquellas palabras.
  

Sigiloso Tormento. •» KookV / KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora