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— Park Sooyoung — Leyó en aquél pedazo de mármol que estaba pegado al piso del cementerio — ¿Así se llamaba?


— Sí, así se llamaba — Dijo con pena el señor Qian, recordando aquellos bellos momentos que al parecer, su hijo no podría recordar.


Kun lo miró, chasqueando la lengua poco después debido a la desesperación. ¿Por qué no lograba recordarla?




Jisung miró una vez más el aeropuerto que estaba dejando atrás, frunciendo sus labios de los cuales salió un suspiro poco después.


— ¿Extrañarás tanto China? — Llamó su atención el pelinegro del grupo, soltando una leve risita que atormentó los oídos del menor — Tú cara denota tragedia, esto no es un dorama en dónde la balada suena en el set mientras lloras desconsoladamente por aquél amor perdido.


— Mejor cállate, Jeno — Fue lo único que pidió el menor antes de bufar. Él quería saber si los idiotas eran fabricados por cantidad, porque el pelinegro parecía ser parte de ese gran lote.


— Dejen las malas vibras en este suelo asiático — Pidió Donghyuck, que venía con unos lentes de sol y una sonrisita — Iremos a New York, ¿no están felices por eso?


— No me preocupa New York — Comentó Jisung, arreglándose el cabello por simple costumbre — Me preocupa que tendré que pasar más tiempo con ustedes del debido.


Todos lo miraron con mala cara, ignorándolo poco después. A veces el chico solía ser tan irritante.



El vuelo había sido tranquilo, exceptuando el pequeño drama que se armó en el gran avión porque Donghyuck le había gritado a Jeno que dejara de fastidiarlo ya que cada que podía golpeaba su asiento desde atrás, pero esas cosas eran normales para ellos.


— ¡New York llegó por quién llorabas! — Gritó en su idioma natal Jaemin, siendo visto por todos con mala cara. Claro, en el extranjero no sabían hablar taka taka.


— Ah miren, es el hábitat natural de Jisung — Dijo en tono de broma el pelinegro.


— ¿Hábitat natural? — Quiso saber el nombrado, intrigado.


— Sí, todos son tan cascarrabias que parece que hubieras nacido aquí y no en Corea — Todos explotaron de la risa exceptuando al menor del grupo. Después se preguntan el porqué era tan malhumorado.


El tiempo de trabajo le abarcaba veintitrés horas del día, y aquella hora restante la utilizaba para pensar el aquél hombre, teniendo una gran incertidumbre de si había recordado a su madre, a él, al inocente encuentro que tenían cada que se veían solos.



¿Él sabría? ¿Lo recordaría llorar, reír y sonreír? ¿Recordaría?

GUITAR BOY | KUNSUNG | SIN TERMINAR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora