Caza

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La luna permanecía alumbrando de una manera maléfica, su luz se abrió paso con rayos prolijos, a través de las ventanas de esa casa, pero ahí en las sombras se encontraba una figura moviéndose entre los escombros recién formados, el olor a muerte apenas era perceptible, pero en unos minutos más sería completamente desagradable.

No podía decir que sentía pena por las criaturas en el piso, que ahora eran solo unas manchas pulposas e irreconocibles que hasta hace un momento podían llamarse personas, no tenía intenciones de matarlos al principio, pero al no conocer su lugar le hizo acabar con cada uno de ellos sin siquiera parpadear.

Había ido a buscar a alguien a esa casa, de principio se vio sorprendido porque todo parecía completamente cambiado, en especial el sótano, antes este estaba lleno de aparatos electrónicos que claramente cumplían una función importante en las invenciones del dueño, ahora estaban llenos de cosas banales, baratijas desechables.

Subió por las escaleras metálicas las cuales presentaban un desgaste desconcertante como si no se les hubiera dado mantenimiento durante un largo tiempo, eso era un poco raro pues recordaba que estaban bien cuidadas la última vez que estuvo ahí.

Intentó no fijarse en esas nimiedades y se concentró, estaba haciendo eso por una razón, el degradarse a estar en un lugar tan infame como su dueño, del cual por cierto no pudo detectar su olor y de hecho logro percibir extraños en la casa, cuando se encontró con ellos las cosas no habían ido bien para los mortales, los gritos, la sorpresa, podía lidiar con ese tipo de cosas, la gente asustada actuaba siempre de la misma forma, sin embargo, le habían atacado, eso fue un grave error.

Aquello había llevado a la escena actual, se tomó entonces un tiempo para pensar, era muy obvio que el chico no estaba ahí, que de hecho tenía un tiempo de haberse ido, por el aspecto acomodado de la familia cálculo que tenían aproximadamente un año residiendo ahí.

Se dirigió a la salida, sus pasos hicieron eco en la silenciosa casa, una vez afuera invocó su magia para hacer desaparecer la vivienda que ahora no tenía una utilidad para él, las llamas comenzaron a devorar la estructura con voracidad. Se limitó a observar arder la estructura era calmante pensar mirando el fuego, hacía que su cuerpo se sintiera relajado.

Su mente comenzó a maquinar rápidamente, había dos opciones aquí, aunque ninguna era de su agrado, el pequeño mocoso estaba desaparecido, recordó que hace un tiempo Wuya se lo había preguntado, que si sabía dónde estaba, asumió en ese momento que la bruja simplemente no lo encontró en su casa y conociendo al niñato como solo ella lo hacía pensó que estaba con él pidiendo alguna oportunidad que no se le daría.

Nunca hubiera imaginado que se había ido, en este punto debía decidir que iba a hacer, regresó a su ciudadela y se sentó en su trono, meditando las posibilidades aquí. Aquello que rescató a los monjes era sin duda alguna una máquina, una grande pero rápida, podría ser que el gusano lo construyera para ayudarlos, aunque las posibilidades de eso eran pocas, lo que realmente le molestaba era ¿Cómo es que pudo enviarla? ¿Y de dónde sacaría la información exacta?

Bueno le estaba dando demasiado crédito, podría equivocarse y había una posibilidad también de ser una invención del padre de Tohomiko, quien estaba en ese rubro, como era lo natural el solía investigar a sus enemigos para poder predecir sus movimientos. Así que la vida personal de los monjes no fue difícil de seguir, más aún cuando estos no eran nada cuidadosos un grave error en términos de estrategia.

Ahora si el aparato era algo que la misma chica había llamado para salvarse sería un problema para él ya que podrían usar ese recurso más de una vez, su rostro demostró su enfado porque en cualquiera de los dos casos tendría que buscar a la pequeña alimaña y ocupar su valioso tiempo en algo tan fútil.

No es fácil huirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora