Confinado

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Todo su cuerpo estaba adolorido, las quemaduras que no había podido sentir por toda la adrenalina ahora punzaban con fuerza recordándole la tontería que hizo, aventurarse en un campo de llamas, abrió sus ojos lentamente, el lugar donde ese encontraba no era nada alentador, era un calabozo hecho de piedra solida muy similar a lo que sería una cueva por lo rustico que se veía, sin embargo, lo bien formado de cada habitación le hizo darse cuenta que habían sido hechas de esa manera austera para no dejar nada de comodidad a quienes fueran a ocuparlas, delante de él venía la típica puerta de barrotes que cualquier celda usaría, aunque tenían ciertos símbolos que indicaban la custodia mágica.

Se forzó a sentarse pues estaba tirado en el piso, no pudo evitar gemir pues los pinchazos que sentía en cada parte aumentaron cuando hizo fuerza en sus músculos, debía revisar sus heridas ver que no fueran tan malas como pensaba sobre todo las que se provocó con el fuego.

Cuando lo logró procedió a revisar sus manos así como sus piernas y torso, cada movimiento era un infierno, afortunadamente eran solo quemaduras de primer grado podría recuperarse, aunque no es que fueran menos dolorosas, buscó su pequeña mochila pero no la encontró, debió imaginar que sería despojado de cualquier cosa que pudiera usar para defenderse, rogando a todas las deidades que conocía examino entre las bolsas de su chaqueta y encontró un pequeño bote de crema el que tenía de emergencia, había peleado tanto con Kimiko que hizo una pomada para las quemaduras, aliviaría un poco el ardor que tenía aunque no podría hacer nada contra el malestar de los golpes.

—Nada roto por lo menos—se dijo así mismo, no había nadie cerca y el silencio lo incomodaba bastante, aplicó la crema en todas sus heridas y sintió el escozor disminuir casi por completo, en unas horas estaría mejor, se volvió a recostar en el suelo era mucho menos doloroso de esta manera, intentaría dormir un poco, estaba demasiado cansado, herido y alterado como para pensar en alguna forma de salir del lugar, no quería imaginar las cosas que le esperaban.

Aunque sabía perfectamente que no lo lograría, sus temores se apoderaban de su cerebro su parte más lógica se escapaba, estaba perdido porque si no podía forzarse a pensar no conseguiría nada, él sabe que es lo único que puede hacer bien, lo que le ha hecho sobrevivir hasta a hora a pesar de desventaja frente a los demás, sus torpezas siempre venían del miedo y del pánico que lo hacía bloquearse, con el tiempo ha podido evitar caer en esa espiral, pero esta situación no ayudaba.

Seré torturado hasta la muerte, su cerebro lo castigaba con cada cosa terrible que podía imaginar, el hombre te pedirá respuestas que no tienes y eso lo enfadará cada vez más creyendo que no quieres hablar, no eres un monje entrenado, ni tampoco alguien de utilidad para él, te asesinará sin compasión, pero primero te hará pagar tu osadía por atacarlo, si no es que te deja agonizar de hambre, esa es una forma horrible de morir.

Las lágrimas querían salir, se mordió el labio levemente para evitarlo, más que nada porque esto haría que el ungüento que se acababa de poner se cayera y le ardería terriblemente, intentó ser positivo y pensar que los Monjes intentarían rescatarlo, aunque la Ciudadela de Chase e enorme y hay secciones que se desconocen para ellos incluida esta, aunque Omi estuvo viviendo ahí un tiempo dudaba que el inmortal le hubiera dejado conocerla toda, sería un error táctico que el mayor no cometería.

Así que la única alternativa de salvación era salir de esta área de alguna manera, aunque el exterior no era nada alentador, aun ahí el Señor de la guerra tenia poder, según Wuya le había dicho, lo que les pasó a los monjes con el tema del ave del paraíso, había sido obra de este, que podía manipularlo todo, eran sus tierras.

Su mente comenzó a divagar para poder mantenerse calmado, respiró profundamente varias veces, no se relajó por completo pero su ataque de pánico había sido evitado por el momento, se sobresaltó cuando escuchó las rejas ser movidas, miró hacia ese punto, delante de él había una de las fieras de Chase, un gran tigre, se distrajo con esto último por un buen rato hasta que se percató, la celda estaba abierta.

No es fácil huirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora