Capítulo 18: No me arrepiento.

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Tal vez la vida era tan justa y a la vez tan injusta conmigo. Me dolía el pecho, pero a nadie le importa y mucho menos a él. Mi pequeña todavía piensa que Matías volverá, pero saber que no lo haría era tan doloroso.

Sé que no será fácil, pero ya no quiero sufrir más y menos por el. Pensé que las cosas entre él y yo, sería diferente pero me equivoque, tal vez lo mío era nunca ser feliz.

La alarma de mi móvil resonó por toda la habitación, estire mi mano, tome el móvil y la apague.

En las mañanas eran lo más doloroso, recordaba como el me despertaba con sus besos en todo mi rostro y sus cálidas sonrisas.

De mala gana me levante de la cama, tome mi ropa interior y cualquier cosa del clóset. Camine hasta el baño, hice mis necesidades para luego desprenderme de mi ropa y meterme a la ducha.

Después de un largo tiempo, salí seque mi cuerpo y me vesti. Después me puse unas sandalias bajas tome mi bolso y abaje hasta el desayunador.

—Buenos días Emma ¿Como amaneces hoy? —pregunto Victoria, colocando dos platos en la mesa.

—Bien—dije para luego intentar sonreír—. Nunca pude estar mejor, ya me libere de Matías y eso es lo importante.

—Sabes que ni tú te crees lo que dices, además deberías de maquillarte tienes unas manchas negras bien feas debajo de tus ojos.

Busque en mi bolso alguna base, la abrir y ella estaba en lo correcto, estaba dos manchas bien horribles, me heche base, luego me coloque rimel y un labial rosa palo.

—Voy a ver como esta Madison—ella desaparecido por la puerta.

¿Que había cambiado? Antes todo era tan fácil. Llorar no era la solución que buscaba, pero ¿que solución buscaba? Algún día mi corazón dejaría de doler, y me reiria de mí.

—Mami—llegó Madi a mi lado—. ¿Papá cuando volverá?

Ya había pasado un mes aproximadamente desde que Matías y yo nos divorciamos, al principio fue difícil, mi cuerpo ya se había acostumbrado a él, que todos los días quería recordarlo, era tan difícil no estar con sus besos o sus caricias.

Sonreí y creo que mis ojos se cristalizaron—. Papá esta de viaje pero el vendrá a visitarte muy pronto, come para ir a la escuela.

Ella solo asintió y se sentó en su respectivo lugar.

Tome los cubiertos para empezar intentar comer pero el sonido del móvil hizo que dejara los cubiertos y lo tomara.

Contesté—. Alo.

—Emma era hora de escuchar tú voz—. Al escuchar esa voz me retire de la mesa para ir al sala.

—Joder ¿qué mierdas quieres?

—Escuchar tú voz.

—No te vasto en arruinar mi matrimonio, jodiste mi vida y la de mi hija, solo muérete como los hiciste hace más de de tres años, muérete.

—Eso no será posible preciosa, todavía tenemos cuenta por saldar.

—¡Me vale tres hectáreas de mierda tú miserable vida!

—Pues debería —dije para luego  cortar la llamada.

Me doy la vuelta encontrando a Madison, con sus ojitos llenos de lágrimas.

—Maldita sea—susurre. Intenté acercarme a ella pero Madison se alejó asustada—. Lo lamento pequeña, yo no quería asustaste.

—¿Era papá? Ya no se quiere por mi culpa—esto no debía estar pasando, a ella le dolía tanto como yo, pero fui tan ciega para no darme cuenta, cuantas veces ella tuvo que llorar sola.

Obligada a ser tuya. En Edicion.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora