Despacho

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Sebastian en multimedia

Llego al aula todavía pensando en Sebastian, me cuesta sacarme de la cabeza a semejante ejemplar, ¡no todos los días se ven hombres así!.

 El salón supera mis expectativas. Es espacioso, iluminao y aparentemente tiene buena acústica. Mi primera clase aún es dentro de una hora, bien me da la oportunidad de revisar los instrumentos que hay aquí: Un antiguo pero bien conservado piano de media cola, un arpa que sí tuvo mejores tiempos y un par de instrumentos de percusión en terrible estado. No es mucho, así que me dirijo a mi auto para traer mi guitarra y mi violín, mis fieles compañeros para comenzar esta aventura mejor.

Cuando me acerco nuevamente al aula, escucho una hermosa y triste melodía emerger de ella, me apresuro para conocer a la talentosa persona creadora de tan bella melodía, pero el chico, en cuanto escucha la puerta deja de tocar y se gira sorprendido y avergonzado a la vez para mirarme.

Alissa: Pero por favor ¡sigue! ¡Es maravillosa!

Peter: Ammm, no... Gracias –se levanta y luego de tomar su mochila se acerca a la puerta-.

Alissa: ¿Te vas?, en 20 minutos comienza la clase pero no tengo problema en que comiences temprano, ¡tu música es extraordinaria!, ¿es una pieza de tu creación?.

Peter: Si, gracias... No creo que sea tan buena, ¿clase?

Alissa: Si, Soy Alissa P, Alissa Wardorf, la nueva profesora de música.

Peter: ¡Oh! Ya veo, bueno... Yo, soy Peter Bartholy y no soy de formar parte de las clases extracurriculares, de cualquier forma. Disculpe que estuviera aquí, hace dos ciclos que no había profesor de música, y no se usaba el espacio... no volveré a molestar en esta aula siendo así.

Alissa: No es ninguna molestia, y aunque es respetable y completamente tuya la decisión, me encantaría que formaras parte del grupo, ¡tienes potencial y mucho para aportar! –Peter sonríe entre tímido y halagado!

Peter: Vale, me lo pensaré... Gracias señorita Waldorf.

Peter se retira faltando sólo 10 minutos para que comience la clase, por lo que comienzo a ponerme nerviosa y repasar mentalmente mi discurso de presentación.

¿Qué pasará si no soy tan buena como profesora?, ¿y si me meto en líos por no controlar mi mal genio con los estudiantes?, ¿serán muchos los que vengan?, ¿habrá sido buena idea elegir este camuflaje docente para ocultarme de mi familia y amigos?

Mis pensamientos son interrumpidos por el timbre que anuncia el cambio de clase, comienzan a sudarme las manos y empiezo a sentirme un poco mareada. Repito mentalmente un mantra  una y otra vez "Inhalo, todo estará bien, exhalo, puedo hacerlo".

Pasan 25 minutos y nadie se presenta en el aula, ¡joder, nadie ha venido a clases!. Tomo mi guitarra y mi violín y salgo molesta y sientiendome humillada del recinto ¡qué pasada!. Me debato entre ir a a la cafetería o a la sala de profesores a esperar dos horas hasta que sea mi siguiente clase y última del día de hoy. O irme a casa y no presentarme ahora yo. Finalmente, me decido por comprar algo para el desayuno y refugiarme en la sala, seguro los profesores están en clase y al menos no seré molestada por los estudiantes en ese espacio.

Me dirijo presurosa a la cafetería, perdida en mis pensamientos y siguiendo el camino desierto del pasillo, cuando de pronto choco de frente con algo duro que me hace retroceder y perder un poco el equilibrio.

Sebastian: ¿Estás bien? -¡Dios mío! Ese hombre tiene músculos de acero, nunca había topado en algo tan sexy y firme- ¿Alissa? -¡Hoooola! ¡joder, deja de babear y reacciona?!, ¡no puedo! ¿Qué no lo ves?. Responde mi cerebro-

ProfesoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora