No me sé quedar callada

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Al siguiente día me preparo con una falda sencilla pero linda y una blusa blanca, de iguales condiciones, tras tomar una quesadilla y un café tomo rumbo a la universidad, hoy tengo agenda más llena, con 4 clases de grupos a avanzados, es decir. Que todos asistirán (o al menos deberían).

Al llegar al campus, agradezco a todo el universo el hecho de que no me haya encontrado con Sebastian, pues aún me siento avergonzada, molesta y un tanto

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Al llegar al campus, agradezco a todo el universo el hecho de que no me haya encontrado con Sebastian, pues aún me siento avergonzada, molesta y un tanto... coqueta tras los mensajes que intercambiamos el día de ayer.

Entro a la clase y comienzo con los alumnos sin problemas, pues me siento más tranquila luego de un par de clases, las cosas van bastante bien hasta que una chica rubia exclama:

Samantha: Emmm... Profesora, si tú puedes dar clases con el cabello azul, ¿puedo venir sin uniforme? –El silencio se establece en el aula, supongo que es aquí cuando me doy a respetar, de acuerdo a mi respuesta, o algo así-.

Alissa: ¿Me repite su nombre?, señorita.

Samantha: Samantha Huxley

Alissa: Ok señorita Huxley, agradezco su oportuna intervención sobre el tema de mi cabello, pues me permite dejarles a todos algunos puntos en claro: 1. Sí, mi cabello es azul, mañana puede ser rojo, verde, o incluso venir lleno de purpurina, dicha decisión no compete a nadie más que a mí misma. 2. No afecta en ninguna manera mi desempeño como docente, ni el suyo como alumnos y finalmente 3: Si en verdad desea aprender música, o mejorar lo que ya sabe, le recomiendo interesarse más por las clases que por mi apariencia ahh –agrego- y para responder a su pregunta, no. Usted como estudiante, está sujeta a un reglamento distinto al mío, y debe usar el uniforme diariamente, aunque... No hay ninguna cláusula que le impida traer el cabello azul, si tanto le ha gustado le puedo decir el nombre del tinte al final de la clase, ahora, retomemos en donde íbamos.

Se escuchan algunos murmullos y cuchicheos, así como risas discretas, la señorita Huxley tiene la cara tan roja como su esmalte de uñas y hace un puchero que le deforma la cara. Se sienta en su lugar y no vuelve a molestarme por el resto de la clase (espero que así continúe).

Al terminar las clases me dirijo a la salida, algunos estudiantes me saludan y me sonríen, alguien dice "bien por lo de samantha, señorita Waldorf" ¡wow! Parece que esta chica no es muy popular, y en haberle puesto los puntos sobre las íes me ha dado no solo respeto, sino algo de aceptación por el alumnado. ¡Este día no podría pintar mejor!.

Continúo mi camino tras responderles con sonrisas inocentes pero un tanto ufanas (inevitablemente) cuando escucho una voz ronca llamarme desde el umbral de su despacho privado... Si, el mismo malditamente impresionante ejemplar 100% montable que no se deja domar, o en otras palabras... Sebastian.

 Sebastian

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