Motocicleta

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Tras pensármelo mucho, decidí ir a mi aula ¡y qué suerte que lo hice, pues los alumnos sí se presentaron en esta clase. Asistió un grupo reducido, pero alegre y comprometido, pude percatarme del enorme talento de algunos, así como de las grandes ganas de otros por aprender más sobre música, canto o a tocar un instrumento, me sentí en mi elemento, por más dudas que tuve con anterioridad sobre la docencia, a los chicos pareció gustarles la dinámica con la que les he dicho se llevará mi clase... Mucha práctica, la teoría necesaria para aprobar los exámenes que pide la universidad, y claro, si ellos llegaran a querer o necesitar más teoría, nos pondríamos a ello sin problema. La cosa está en que la música se vive, se siente y luego... Se escribe. 

De los asistentes, hay un chico que dice tocar la batería y promete traerla a la siguiente clase, dos pueden con la guitarra, un chico tiene una excelente y clara voz de tenor y una chica parece ser una soprano, aunque no apliqué las pruebas necesarias aún, me sentí tan cómoda que incluso tuve la confianza de preguntarles por sus compañeros, los que se ausentaron la primer clase (algo que Sebastian y yo olvidamos por completo revisar, pero se supone que a eso fuimos a su despacho. ¡Ufff! Sólo pensar en él me entra calor en todo el cuerpo).

Resulta ser que el grupo ausente es de primer semestre, quienes entran una semana después a clases, ya que los alumnos de grados mayores son quienes se encargan de mostrarles las instalaciones, dar tutorías y otros trámites, por lo que tiene sentido que primero seleccionen y preparen a los estudiantes que cumplirán con esas funciones, antes de lanzarlos al ruedo. Aparentemente se olvidaron de mencionármelo en la reunión de inducción.

La hora se pasa volando y los estudiantes y yo nos despedimos alegres, prometen hablar de lo guay que soy a sus compañeros por si se abre un grupo más, o se incrementan los que ya tengo en lista.

Al llegar a casa, decido meterme a la tina y agregarle aceite de moras y frambuesa, ese que tiene un delicioso aroma y del que además compré en kit junto a su jabón y crema. Sé que no he parado de decirme a mí misma que no debo intentar nada con Sebastian, ya que está tan buenarro que será imposible salir con él sin llamar la atención, y así definitivamente no podré mantener un perfil bajo. ¡Pero bueno!, en un pueblo tan recóndito como este, dudo llamar la atención a tal escala como para que salga de aquí.

Y en el peor de los casos, podría buscarme otro lugar para comenzar de nuevo, a final de cuentas, el mundo es muy grande aunque se suela decir lo contrario, además no es como que me vaya a casar con él, o algo por el estilo. Justo ahora lo que menos quiero es atarme a alguien, aunque no me molestaría que me atara (¡basta! No puedo, sabes que es cierto. Dice mi mente)

Pongo música animada para prepararme para la reunión de bienvenida, o lo que sería más sincero... Para atraer la atención del sexy profesor de mitos y leyendas. Entro a la tina, y tras un tiempo de relajación, me ducho y exfolio mi piel con ahínco para estar súper suave y tersa, una vez fuera me pinto las uñas y plancho mi cabello, son casi las 7 y tengo una hambre terrible, por lo que decido ponerme la bata y bajar por un yogurt o algo ligero, puesto que voy a una reunión con cena, pero evidentemente con lo tragona que soy (y más últimamente) termino preparándome un enorme plato de pasta con tres quesos y me sirvo un par de copas de vino para acompañarla ¡no me juzguen! La natación abre el apetito y ¿qué es una pasta sin vino? (tu no nadaste, idiota. Literalmente estuviste echada en la tina. ¡Calla!) ¡Dioooos! ¿Existirá el día en que las mujeres dejemos de pelear en nuestra mente con nosotras mismas?, ¿les pasará igual a los hombres?.

Tras terminar de cocinar y cenar, pasan de las 8 y si no me apuro llegaré tarde al encuentro con el adonis ¡tengo que darme prisa! Tras lavar mis dientes asalto el armario para elegir un vestido casual, pero sexy... ¡pero no demasiado! Que sea acorde a una profesora, pero no a una aburrida. Tras estar punto de rendirme y presentarme en la universidad en jeans, solo para no dejarle plantado, como caído del cielo, contemplo un vestido abandonado. De esos que compras porque te encantan y después te olvidad de ellos y jamás te los pones...

ProfesoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora