Es mejor no llorar sobre la leche derramada

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Ya hacían las once cuando todas las rosas habían sido acomodadas. Samantha había dicho que al levantarse ya las había encontrado dentro. Al parecer Dimitri había convencido, por teléfono,  al ama de llaves, que sería más romántico si al levantarse Sakura encontrara miles de rosas por toda la casa.

Tocaron la puerta.

Al salir se encontró con Andrew…

Sakura bajó las escaleras rápidamente para abrir, pero Criss había llegado primero y estaba saludando a Dimitri. Él dirigió su atención a ella y Criss siguió su mirada.

–  Buenos días señorita Devenport – dijo Dimitri.

–  Buenos días señor Wynter – dijo Sakura bajando más lentamente – y buenos días Criss

–  Buenos días Sakura – dijo Criss – los dejo – se dirigió antes de irse a Dimitri – tráela a casa sana y a salvo. No muy tarde.

–  Sí señor – dijo Dimitri en tono de burla imitando a un soldado al contestar a su superior. Criss se fue y Dimitri le tendió la mano a Sakura para que bajara los últimos escalones. – te vez linda.

–  ¿Linda? ¿Solo eso? Me pasé dos horas viendo que me iba a poner. No sabía con exactitud a qué clase de lugar me ibas a llevar. – dijo bromeando y haciendo un tono que pareciese molesta.

–  Es una sorpresa. Tranquila ¿Confías en mí, no?

–  No.

Ambos sonrieron.

Salieron de la casa, Sakura tomaba el brazo de Dimitri y después le abrió la puerta, su coche era un deportivo rojo, había sol y llevaba la capota cerrada.

–  Me sorprende que tu prometido te allá dejado salir conmigo después de ver las flores. – esperó a ver su reacción.

–  ¡esa era tu intención! – dijo sonriendo. - ¡Sigues siendo tan malvado como cuando éramos niños!

–  Yo ya no era un niño, era un adolescente, y puede que tengas razón con respecto a las flores, me gusta molestar a la gente. – sus manos estaban en el volante y miraba hacia el camino, pero desvió solo su mirada un poco para verla. –  Pero hablando ya más en serio, me esperaba en la puerta a un prometido celoso con una pistola en la mano y gritándome que no me dejaría pasar.   

 Sakura suspiro.

–  Pues me resultó más difícil de lo que crees salir. Me enoje con Andrew – remarcó Andrew – se llama Andrew, deja de llamarlo “tu prometido” y más cuando tenemos una cita.

–  No es una cita – dijo él dejándolo más que claro – solo charlaremos mientras cenamos. Citas son las que tienes con tu pro… Andrew – se corrigió.

–  ¿Cena? Son las once y cuarto, de la mañana.

–  Tienes razón. Las meriendas solo se las das a familiares que no quieres ver.

–  ¡Ho, vamos! Claro que te quiero ver, eres un gran amigo, te conozco desde siempre, no seas melodramático.

–  Está bien, está bien. 

Andrew estaba en la habitación de Sakura, apoyado en la ventana como un perro que espera a su amo.

Habían tenido una “pequeña” discusión.

Había estado viendo a Sakura cambiarse de ropa más de diez veces y  peinarse de cuatro maneras diferentes, para que al final llevara su cabello suelto, una falda hasta las rodillas, una blusa en V y un saco negro con unas zapatillas no muy altas. 

Amor odio o paranoiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora