2. Un inicio de clases estupendo

32 2 0
                                    

Estaba entrando en lo que es el patio de instituto cuando veo a unas cuantas de mis compañeras (seamos sinceros, estas son las más falsas de todas) de mi curso. Cuando me ven me sonríen de forma irónica y yo solo les dedico una cara de asco.

Una vez había pasado por su lado, los "murmullos" (entre comillas porque se podían oír a kilómetros) se hicieron presentes como era de esperar. Lo "sorprendente" fue cuando una de ellas se atrevió a abrir la boca para decir:

- Tu madre ya ha salido del centro de rehabilitación?
La última vez que supe de ella no estaba muy en condiciones de salir... Una pena, ERA una gran mujer.

Después de esto empezó a reírse junto con sus amigas.

Ni siquiera le contesté, yo solo la miré sin ninguna expresión en la cara, no quería entrar en su juego, lo veía absurdo.

Cuando iba a darme la vuelta para irme, alguien dijo:

- ¿Y tú quien te crees que eres para opinar sobre la vida de los demás? Yo porque tengo un mínimo de respeto incluso hacia una persona como tú, y no me rebajaría a tu nivel. Pero yo también podría echar mierda sobre tu vida y dejarte mal delante de todo el mundo. Pero no lo hago. ¿Ves la diferencia?

Ella era Verónica, una chica alta, pelo castaño oscuro y liso, ojos azules y de piel pálida. Llevaba en mi clase unos cuatro años, pero nunca hemos cruzado palabra. Sin duda tenía mucha presencia, solo había que verla hablar, había dejado a más de la mitad de personas que estaban allí calladas mientras ella hablaba.

Ahora la que se había quedado callada era Bárbara, la que anteriormente parecía tener tantísima seguridad cuando se metió conmigo, ahora se iba indignada de allí.

Me quedo mirando a Bárbara mientras se iba cuando de la nada escucho la voz de Verónica detrás de mí.

- No deberías dejar que hablase así, es tu vida y no tiene derecho a opinar sobre ella. Cuando te quedas callada lo único que consigues es darle más fuerza porque te ve débil y una presa fácil con la que poder meterse para así sentirse ella importante y aumentar su ego. No deberías pasarle ni una más. Nunca.

Dicho esto se fue, dejándome allí repitiendo en mi mente todo lo que me acababa de decir.
Yo sabía que ella tenía razón, no había fallos en su razonamiento, pero para mí es difícil afrontar algo así, poco a poco mi autoestima ha ido bajando hasta el punto de que no me veo capaz de hacer nada. Triste pero es la verdad.

Miré a mi alrededor, habían varias personas mirándome, algunas con pena, otras riéndose, otras con cara de sorpresa, incluso llegué a ver caras de desaprobación, lo que estaba claro era que necesitaba irme de allí, esto es lo último que necesito, la atención de la gente, lo odio, siempre he querido ser invisible y pasar desapercibida ante todo el mundo. Así que decidí entrar al instituto como si no hubiera pasado nada.

Con todo este numerito dudo que llegue con tiempo a la primera hora así que tendré que aligerar el paso.

Con suerte (jamás pensé que diría una frase relacionada con mi buena suerte) entro a clase y no había llegado el profesor aún.

Uf, ahora toca elegir un sitio...

Como era de esperar mi vista se dirige directamente al fondo, lejos de todo el mundo. Al fondo solo quedaba un sitio al lado de un chico. Él, así de primeras te puede parecer un malote por las pintas que lleva, pero todo el mundo sabe que él no es así, lo conozco desde hace muchos años, y aunque nunca hemos sido los mejores amigos pues se que él no es como aparenta.

Se llama Adrián, tiene el pelo castaño claro y ojos verdes, medirá 1'85 aproximadamente. Físicamente no es nada del otro mundo pero tampoco es como para ponerle una bolsa en la cabeza al chaval.

Estaba leyendo, por lo que se, probablemente esté leyendo Agatha Christie, siempre lo veía con libro de ella o con un cuaderno de dibujo.

Cuando nota que me acerco, levanta la cabeza y me sonríe, es la primera sonrisa sincera que veo en todo el día, sinceramente, aunque sea por cortesía, se lo agradezco y le sonrio yo también.

-Hola- dice sin dejar de sonreír. Me observa detenidamente y veo una cara de preocupación formarse en su rostro. -¿Va todo bien?-

-Sí sí sí, todo bien gracias- tampoco me iba a poner a darle explicaciones a este ahora.

Él me mira sin terminar de creerse mis palabras. Por eso decide dejar el tema.

Cuando Adrián había abierto la boca para decir algo, se escucha abrirse la puerta. Entran en clase todos los compañeros que faltaban, entre ellos Verónica, Bárbara, y todos los "malotes" entre ellos Marcos, el "líder", siempre va con la actitud de pasota por la vida y eso hace que me caiga muy mal.

Se sientan por dónde pueden, y el profesor que también entraba con ellos, cierra la puerta y se dirige al centro de la pizarra para decir:

-Bien chicos, ya sé que es el primer día de clase y demás, pero acabo de entrar y no me gustan los sitios que veo así que hay que cambiarlos.

No presté demasiada atención hasta que escuché mi nombre.

-Y por último, Alicia, ponte al lado de Marcos.

¿Esto es coña verdad? ¿Que puto cliché es este? La vida se ríe de mi, definitivamente. ¿En que momento tuve que abrir la boca para decir lo mal que me caía a mí Marcos?

De MUY mala gana, me pongo a su lado, este solo me mira y vuelve a lo suyo. Yo directamente hago como si no estuviera a mí lado, un gesto muy infantil por mi parte, lo sé, pero prefiero eso a mirarlo y ponerle caras de asco involuntarias y que me pregunte que porque le miro así.

No nos dirigimos la palabra en todo lo que quedaba de clase, sin más, atendimos lo que decía el profesor y ya, nada más.

Cuándo no era nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora