13. Miedo

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Al fin se acabó este día tan horrible, comí, sola como siempre, y me fui a mi habitación, estaba tumbada en la cama con los ojos cerrados escuchando música y empecé a acordarme de la conversación de ayer con Verónica. Sin esperarmelo se me empañaron los ojos, no sé porque me pongo así, este tema lo tenía más que superado. Quizás es porque ahora que estoy volviendo a confiar en alguien no quiero sentirme así otra vez.

Me incorporé y abrí los ojos y ahí fue cuando todas las lágrimas que habían estado retenidas por no abrir los ojos empezaron a caer. Lo peor de sentirse solo es no ser capaz de decírselo a nadie, mis amigas... En fin sin comentarios, mis hermanos, mucho menos, ya estaban suficientemente llenos de problemas como para tener que ocuparse y preocuparse de los míos. ¿Entonces que es lo único que me queda? Aguantarme, fingir que todo está bien y sentirme mal por dentro, una solución de puta madre...

Me miré en el espejo y me di cuenta de que no podía volver a caer en esto, en volver a llorar por esto, las cosas seguirían como siempre, callando, tragando y evitando a la gente.

Me sequé las lágrimas y me puse a preparar las cosas porque tenia que ir a hacer el trabajo con Marcos. No sé ni cómo voy a trabajar con este humor, porque cuando estoy triste soy borde con la gente y para que así que nadie me pregunte que que me pasa y así no ponerme a llorar ahí en medio. Lo malo es que hay veces que ya no vuelves a hablar con esa persona a la que le habías contestado mal porque se cree que le molestas y por eso decide apartarse de tu lado, pero son tus decisiones, son tus consecuencias.

Fui hacia casa de Marcos, nada más abrir la puerta me miró y ya sabía que me pasaba algo.

-¿Estás bien?- se le notaba preocupado, aunque seguramente porque se creería que con este humor no podría trabajar bien.

-Mira te voy a ser sincera, hoy mi humor no es el mejor, pero voy a hacer todo lo posible para centrarnos en el trabajo. Así que solo te pido que no hablemos de otra cosa que no sea el trabajo. ¿Vale?- sinceramente cuanto antes acabemos con esto mejor.

-Hola- Javi salió de detrás de Marcos y me saludó mientras me sonreía, por muy triste que esté yo no puedo resistirme a la sonrisa de un niño pequeño.

-¡Hola!- me agaché para ponerme a su altura y entonces me abrazó, creo que notó algo de mi estado de ánimo y pensó que así estaría mejor, y la verdad es que sí, me vino bien el abrazo sincero de un niño.

Cuando me soltó me despedí y Marcos empezó a caminar hacia su habitación.

Cuando llevabamos prácticamente 45 minutos, teníamos todo lo de hoy hecho e incluso nos pusimos a hacer más.

-Bueno, me estaba agobiando por nada, la verdad es que hacemos buen equipo- se echó para atrás en la silla mientras se estiraba.

-Se podría decir que sí- me encogí de hombros

-Uy uy uy, no veo a alguien muy convencida de lo que dice- empezó a reírse el solo y me dio por mirar el móvil aunque no tuviese ninguna notificación.

-Vaya, debería irme ya, tengo cosas que hacer, que como hemos quedado así pronto no he podido hacer nada aún- me levanté y me fui hacia la puerta. Y cuando me estaba dando la vuelta para cerrarla vi que Marcos se estaba incorporando.

-Espera, al menos te acompaño a la puerta- ¿de dónde sale tanta educación?

-No hace falta en serio- daba igual lo que dijera, él seguía caminando a mi lado y así hasta que llegamos a la puerta.

-Ehh bueno pues como tienes tanta prisa adiós...- me abrió la puerta y yo salí prácticamente corriendo de allí. ¿Por qué? Pues no lo sé, no me gusta cuando salimos del tema trabajo para hablar de otras cosas y sabía que si le dejaba hablar al final iba a preguntarme que por que le había dicho lo de hace un rato.

Ya había dejado entrar en mi vida a Verónica y a Raquel, y en parte se podría decir que a Adrián también, una cuarta persona no.

Llegué a casa con la misma cara con la que había llegado a la de Marcos. Y la pregunta de Lucas pues fue prácticamente la misma que la de Marcos.

-Alicia, ¿estás bien?- a él sí que no quería contarle nada.

-Sí sí sí, estoy bien, solo es que estoy un poco cansada, ya sabes los lunes son...- es la excusa que pongo siempre, no se me ocurrió otra cosa que irme a mí habitación dejándolo con la palas en la boca.

Cuándo no era nadie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora