Capítulo II

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Georgina volvió a la residencia e invito a sus hermanos a cenar, claro que Markel y Jacob aceptaron de inmediato, ahora Alice debía hacerlo. Antes tenían que hablar con sus padres, después de prometerles que sería una cena demasiado discreta y formal, en la que Alice no tendría problemas, ellos aceptaron recordándole que la joven no debía ocasionar ningún escandalo antes de la boda, advertencia directa para la problemática hermana.

Clemence entro a la habitación de su hermana. Lizzy se encontraba sentada sobre su cómoda silla giratoria hecha de piel, cruzada de piernas y sobre su escritorio de mármol, la libreta de pastas de cuero en la que escribía su diario. Vestida con un vestido blanco corto y campesino, así se encontraba la chica. Una pelirroja natural, con piel extremadamente blanca y fría.  Un delicado, fino y delgado cuerpo. Diez centímetros más pequeña que su hermana Clemence y  con un cuerpo menos perfecto. Los ojos de Alice eran los más hermosos del mundo, azules y brillantes como un fino zafiro, el más fino de los zafiros, sus ojos eran su principal atractivo además de su hermoso cabello largo hasta la cadera, el cuerpo no resaltaba pero ni siquiera era necesario porque incluso su actitud enamoraba. Alice podría ser encerrada en una enorme caja de cartón y de inmediato pasaría desapercibida como una muñeca de porcelana en tamaño real, en conjunto Alice lo era.

—Lizzy— menciono Clemence con tono chillón, cerrando la puerta de la habitación.

—¿Sí?— cuestionó Alice sin dejar de escribir— ¿Qué favor me pedirás ahora?

—¡Ay hermanita! No, no, ningún favor. Acaso tu hermana favorita no puede mostrar un poco de cariño en ti.

—¿Mi hermana favorita?— le preguntó irónica— Lulú no está aquí.

—Lizzy, si serás tan descortés conmigo prefiero marcharme ahora.

—Esta bien.

—¡Lizzy, por favor! ¡Muestra un poco de interés!— exclamó Geo mientras golpeaba su pie contra el suelo.

—¿A qué se debe la visita de mi querida hermana?— pregunto Alice girándose en su silla para mirar a Geo.

—Mi grata vista es con el fin de realizar la increíble invitación de salir a cenar con tus amados hermanos y mi mejor amigo, Arán.

—¿Cenar?— dudo Alice— Cuando ustedes salen jamás van a cenar.

— Como sea, esta vez sí será una cena ya que nos acompañas, puesto que no puedes causar problemas a tan pocos meses de tu boda con el conde.

—A catorce meses— dijo Alice— Está bien, supongo que no tengo opción. Pero ¿Mis padres lo saben?

—Ah pero por supuesto hermanita, no nos meteríamos en el gran lío de robar a la condesa de su mansión, claro que tuvimos que rogarle a tus señores padres.

—¿Por qué tanta crueldad conmigo?— le pregunto Alice sin exaltarse. La pelirroja es de lo más tranquila.

—¿Crueldad?— Georgina se sentía ofendida— Lizzy lo que pasa es que eres tan delicada como un diente de león, si alguno de nosotros te toca de inmediato te deshaces en cientos de pequeñas pelusas.

—Lo que pasa en realidad es que siempre estás atacandome— reprochó Alice mientras volvía a escribir en su diario.

—¡Lizzy para por favor, tú no eres la víctima!

Alice suspiro, tal vez cansada de que Geo le insistiera— ¿A qué hora decías que es la cena?

—Ni si quiera lo dije, salimos de casa a las ocho en punto.

Esta de más decir todo lo que sucedió después. Las hermanas se vistieron con un vestido de diseño largo. El de Georgina era un costoso vestido en corte de sirena color champagne, de alta costura, ceñido a su figura resaltando sus caderas y con un corsé en forma de corazón,  es adornado con un patrón complejo, bordado con hilos de oro y algunos diamantes, la estrella que más brilla en esta noche mágica. Alice por su parte viste un vestido blanco suelto, bordado con perlas, parecido al de una princesa de cuento de hadas, claro que su vestido es costoso por las perlas que lo adornan pero sin duda costo unos cuantos miles menos que el de su hermana. Markel y Jacob portan un traje negro hecho a su medida, cada año los hermanos piden a su diseñador favorito que confeccione más o menos ciento cincuenta trajes para no repetir uno más de dos veces.

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