Capítulo VIII

84 19 10
                                    

Tan solo veinte personas quedaban en la fiesta, entre ellos los hermanos Scott. Der Unverdorbenheit y Beliar se encontraban juntos aún.
Dieciséis de las personas ahí presentes eran los nuevos organizadores de los círculos desde hace cuatro años más o menos, la mayoría de las personas que lograban completar los círculos eran pertenecientes a los Scott, Belrose, Nyevelt o Ferrer. Tan solo cinco, hasta ahora, pertenecían a otras familias.

Sentados sobre el suelo del salón donde se llevó a cabo la fiesta, ellos bebían y hablaban muy poco sobre las fiestas en los círculos del infierno.

—¿Qué tal si jugamos a escondernos?— propuso Mon (Emilia), una joven con una máscara de lechuza.

—Oh claro escondernos— dijo Lorian mientras observaba a su esposo.

—Escuchen, la nueva aún no sabe nuestra manera de jugarlo— comento Bethsabeé de manera burlona— porque no le explicas Baph.

—Der Unverdorbenheit, está mansión es enorme. Realmente no sé si en Ucrania tu mansión sea más grande, como sea espero que no te pierdas. Las luces se apagan, cada uno tendrá una sola vela y deberá esconderse en una de las habitaciones, pero si abres la puerta de una habitación que ya esté ocupada o viceversa... Descúbrelo por ti misma— explico rápidamente Arán— si alguien queda fuera entonces ¡nos dará de beber el vino de la vida a todos!

—¡Si!— exclamaron todos al unísono, a excepción de Alice.

Alice solo asintió confundida. Las velas fueron entregadas junto con un encendedor, las luces se apagaron y todos subieron las escaleras en busca de una habitación. Lizzy encendio la vela y comenzó a caminar lentamente en busca de una habitación. Una puerta detrás de ella se abrió y alguien la jalo del brazo haciéndola entrar a la habitación. Alice se asustó, más no pudo gritar, la misma persona le tapó la boca impidiendolo.

—¿Me buscabas?— cuestionó Beliar mientras acorralaba a Der Unverdorbenheit en la pared.

—Algo asi— respondió Alice.

—Sabes pequeña ucraniana, desde que te vi bajar por aquellas escaleras no pude quitar mi mirada de ti.

—Desde que te acercaste a mí no puedo dejar de pensar en ti. Hay algo que me ha gustado tanto pero aún no se que es.

—Vamos a hacer un trato. ¿Qué te parece si fuera de todo esto salimos?— le propuso Beliar.

—No, no puedo hacer eso— se negó de inmediato Alice.

—¿Por qué?

—Nadie puede saber que vine aquí.

—¿Eres casada?

Lizzy solo calló, no podía responder, no solo se trataba del matrimonio, también estaba traicionando la confianza que sus padres le daban. Pero que importaba ahora, nada importa delante de un hombre con voz envolvente frente a ella.

—Claro, yo igual— dijo Beliar suponiendo que la chica estaba casada— Seremos lo más discretos posibles, no hay que revelarnos nuestros nombres jamás, dejemos que esto pase como una aventura, yo seré Beliar y tú...

—Ana— respondió de inmediato Alice.

—De acuerdo Ana.

Beliar comenzó a quitar lentamente la máscara tratando de no dañar la piel de Alice. Ella hizo lo mismo con la máscara de Beliar.

Una vez que las máscaras habían sido quitadas, Beliar tomo una de las velas para iluminar sus rostros, ambos se admiraron. Beliar estaba totalmente cautivado por la belleza de Ana, no entendía cómo podía existir un ángel tan hermoso en un mundo de demonios.

Con esos ojos hechos de caramelo que adornaban las más hermosas pestañas, las cejas gruesas, su color mestizo, sus pómulos tan perfectos y unos labios deseables, gruesos incitando al pecado. Su cabello café oscuro y ondulado, brillante  y que parecía tan suave como el algodón. Había más, un olor, un olor que encantaba, podía no pertenecer a su perfume sino a su fragancia natural.

—Eres muy hermosa.

—Gracias— contestó Alice avergonzada— ¿Cuál es el propósito de este juego?

—Encontrarte con la persona con la cual querías pasar la noche, yo te encontré a ti.

Beliar y Ana comenzaron a besarse, cuando se separaban para respirar ambos juntaban sus frentes y sonreían por unos segundos para después continuar. Lizzy por supuesto ya no se encontraba bajo los efectos de Molly, ella sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

El hombre, después de unos minutos, encendió las luces de la habitación. Se encontraban en una de las habitaciones para invitados, la recámara se encontraba casi vacía, una cama matrimonial con una manta blanca cubriéndola y una cajonera era lo único que había.

Beliar desabrochó el vestido que cubría el cuerpo de Ana dejándola solo en ropa blanca. Ella se sintió avergonzada de la manera en que Beliar la observaba, él no estaba observando el cuerpo desnudo de una mujer, estaba observando en realidad una verdadera obra de arte, tan perfecta que ni siquiera quería tocarla o podría arruinarla. Un lienzo blanco sobre el que se dibujaron algunas estrellas, tan suave como el algodón, tan delicada como  una rosa y tan perfecta como Dios.

Aunque el cuerpo de Alice no tenía unas medidas perfectas como el de su hermana, por este momento ella sintió más hermosa. Por primera vez Alice no se sentía inferior a Georgina, la belleza exterior era para Clemence, a Alice se le otorgó belleza exterior e interior y por fin lo estaba descubriendo.

—Eres preciosa— le dijo Beliar boquiabierto.

Alice se ruborizó, bajo la mirada y sonrió.

—Nunca había estado con alguien— comento Ana— pensé que mi primera vez sería como en las películas con vino, rosas rojas y esas cosas.

—¿Eso quiere decir que tú y tu esposo jamás han estado juntos?

—Ni siquiera conozco a mi esposo— balbuceó Ana.

—Sabes que, no me importa. Espera un momento aquí.

Beliar salió de la habitación. Ana se metió dentro de las sabanas de la enorme cama, envolvió su cuerpo con las blanca sabana y espero a que Beliar volviera. Cuando él regreso traía en sus manos un ramo de rosas, un costoso vino y dos copas. Alice tomo el ramo y comenzó a quitar los pétalos para esparcirlos sobre la cama, Beliar sirvió el vino. Después de su primera copa ellos por fin decidieron llevar el acto acabo.

Alice Donde viven las historias. Descúbrelo ahora