Capitulo XI

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Clemence conducía a su residencia después de pasar la noche con un chico, James Nyevelt Ferrer nieto del más poderoso de los Ferrer, Egmont Gregor.

Se detuvo un momento, de su costoso bolso sacó una cajetilla tomo un cigarrillo, bajo la ventanilla de su auto y comenzó a fumar mientras pensaba en aquel chico de ojos hermosos. No podía esperar hasta la fiesta de Arán para estar con Vulcano.

Después de cada hombre ella recordaba su pasado, no podía estar tranquila nunca.

¿Desde cuándo nuestro complemento es el primero en decirnos que nos equivocamos? Desde siempre. ¿Desde cuándo una mujer puede ser tan libertina? Libertina, libertina, que nadie se atreva a decir esa palabra frente a Georgina, ella está harta de eso.

—Princesa Georgina— pronuncia para sí misma mientras fuma— Princesa Clemence Georgina de Arabia Saudí. No sonaba tan mal. James es muy guapo pero es buen chico, es demasiado para mí. ¡Ay no, no,no! ¿Por qué hablo así de él? Es como todos.

Geo se colocó unos lentes de sol color naranja.

Los autos pasaban a su lado, miles de personas estresadas y atareadas hacia su trabajo, el Mercedes Benz negro con Clemence dentro, pasaba desapercibido por los demás. Continuó fumando hasta que el cigarrillo se terminó, lanzó la polilla a la carretera y de su mismo bolso sacó un labial y un espejo.

—Debes ser una buena niña princesa Georgina, ninguna princesa llora, las princesas no lloran— se dijo mientras colocaba su labial nude— ¿Cómo sería tu vida si fueras una princesa?
Nadie me lo pregunta, nadie quiere saber. Solo tú ¿Cierto Georgina? ¡Por supuesto!
Bien, ¿por donde comenzar? ¡Ah ya sé!
Todo comenzó en 1990, tenía dieciséis años, una niña muy bonita, pura y hermosa. Por todo ese tiempo siempre había admirado a mis medias hermanas, Lulú y Magdalene. Desde que Alice nació yo pensé que ella también me admiraria, que sería su ejemplo a seguir y por eso trataba de hacerlo todo bien.
Mis padres me guiaban de la misma manera que ahora lo hacen con Lizzy, yo solo obedecía. Así fue como a mi corta edad, una noche de primavera, me presentaron con la Familia Real de Arabia Saudí, el hijo más joven del rey se había interesado en mí, un niño muy lindo de mi misma edad pero ese día a mí me intereso alguien más. Con una familia un puesto más poderosa que la nuestra por fin el propósito se lograría y así nosotros seriamos más poderosos. Mamá y papá me decían que hacer y decir, todos tenían su mirada puesta en mi, pero había algo dentro de mí que me impedía hacerlo bien, no entendía por qué si a mí no me atraía ese joven, aún así debía acercarme a él. Todos me impulsaban diciendo: "ahora serás una princesa" "nadie en nuestra familia apoyará tanto como tú" "Si continuas, nuestro padre te considerará como la próxima sucesora"
Yo no creé a una niña ambiciosa, lo hicieron ellos.
Una noche se celebró una reunión en nuestra mansión, los reyes y sus hijos llegaron. Yo debía ser una buena niña, pero no lo logré. A mitad de la noche mis padres me enviaron a dormir, subí las escaleras con mucho cuidado, las luces estaban apagadas y no quería encenderlas, estaba por llegar a mi habitación cuando alguien tocó mi espalda, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y corrí hasta mi habitación. Rápidamente cambie mi elegante vestido por un sencillo camisón y me metí a la cama, me cubrí totalmente, mi respiración estaba agitada. La puerta se abrió y alguien camino hasta mi cama, me acarició por encima de las cobijas y después las quitó brutalmente. La luz de un auto que salía de la mansión entro por mi ventana iluminando a un joven, el joven que a mí me había interesado, tan solo un año mayor a mí, lo mire con sorpresa y entonces me besó. No podía retirarlo, después de todo él también me había atraído— relato Clemence.

Encendido otro cigarrillo antes de continuar, las lágrimas ya brotaban de sus ojos. Recargo su brazo sobre la puerta del auto y sobre su puño recargo su cabeza.

—Todo lo que mi madre cuido por mucho tiempo, se fue. Una ligera tela de rompió, pero solo era eso, una tela, una maldita tela.
Fui descubierta por mi "prometido", no me imagino que sorpresa se llevó al verme con su hermano— Geo levanto sus lentes, limpió sus lágrimas y comenzó a reír, no porque el recuerdo le causará gracia, sino para esconder el sufrimiento que le causaba— una chica de dieciséis años vestida con un camisón blanco con pequeñas manchas de sangre, su cuerpo se transparentaba, saltaba y gritaba. Ninguno de los dos se detuvo al notar que nos observaban.
Nuestros padres llegaron corriendo, nos separaron. Al día siguiente las manchas aumentaron convirtiéndose en un camisón rojo. Desde ese día mis padres dejaron de guiarme, ya no se preocupan por mi y nunca me convertiré en princesa— dijo con la voz quebrada— Ya no puedo llenar ese vacío, solo a veces quisiera ser una humana común y corriente, ellos parecen ir despreocupados por la vida. Me dan risa las niñas que compran aquellas revistas en las que se escribió un artículo o Georgina Scott está en la portada, todas quieren ser como ella, "que estilo" "la mujer más bella" "desearía parecerme a ella", yo ya no quiero a Georgina, ya no quiero ser Georgina ¿Para qué? ¿Estás segura de que quieres ser como yo? ¿En serio quieres sufrimiento a cambio del cuerpo bonito de una socialité? No saben lo que dicen.
A la mañana siguiente desperté encontré el conejo en el suelo, llore todo el día en mi habitación. Por la noche mi madre entró y sus palabras jamás olvidaré: “Ya revise en el clóset, no hay ningún monstruo. Las princesas no lloran Georgina. Sé que son divinos pero también son malévolos.”
Y salió de mi habitación. Las princesas no lloran, estoy bien mamá.

Clemence encendio su auto y volvió a conducir de regreso a casa, agotada y sin un peso de encima por lo menos ya no se sentía tan mal como al principio, se suponía que debía disfrutarlo pero aquellos pensamientos alarmaban su mente.

Alice Donde viven las historias. Descúbrelo ahora