1. Amor a golpes

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Tenía 11 años la primera vez que le vi. O puede que ya le hubiera visto antes pero fue la primera vez que vi el color de sus ojos, ese verde brillante rodeado de unas pestañas perfectas. Él tan solo me miró un segundo, yo no era nada especial, tan solo una niña más babeando cuando pasaba. Empecé a escribir en mi diario cada noche, reflejando en él lo que sentía cada vez que le veía, que era el hombre de mi vida, que jamás alguien iba a hacerme sentir nada igual tan solo con mirarme. De repente toda mi vida comenzó a girar entorno a Daniel.

Cuando se lo conté a mis amigas me dijeron que me ayudarían a conseguirlo, aunque sabían al igual que yo lo díficil que podía llegar a ser. Recuerdo un día, en verano, yo llevaba un short y una camiseta de tirantes color mostaza. Una amiga me hizo un nudo en la camiseta y me dijo "verás como ahora te mira". Fuimos a dónde sabíamos que él estaría con un amigo que vívia cerca de mi casa y pasamos por delante. Al contrario de lo que mi amiga, y en el fondo yo, pensaba, no me miró, ni siquiera de reojo. En cambio, su amigo si lo hizo. La verdad es que yo nunca me habia fijado en él, al vivir cerca de mi casa había hablado alguna vez con él pero nunca le había visto de manera especial. Me fui un poco decepcionada, asumiendo que alguien como él jamás se fijaría en alguien como yo.

Me decidí a olvidarme de él, costara lo que costara. Comenzó mi etapa en el instituto y allí le veía todos los días y empezó a hacerse cuesta arriba. Del instituto a nuestro pueblo volvíamos todos en bus, él era de los que se sientan en la última fila y arman escándalo. Yo en cambio me sentaba en primera fila detrás del conductor. Un día, ya acabando el curso, ibamos en el bus, cuando de repente apareció él ahí a mi lado, en el pasillo del autobus. Le dijo al conductor que si podía poner un disco que él traía, el conductor le dijo que esperara. Se quedó unos minutos ahí de pie hasta que le llamaron la atención para que se sentara, entonces se giró y me miró. No escuché lo que me dijo, me quedé embobada mirándole los ojos y después viendo como movía sus labios. Cuando acabó de hablar vi como estiraba la mano y me daba el CD. Yo me quedé unos segundos parada hasta que mi amiga, que estaba sentada a mi lado, me dió un codazo. Reaccioné y cogí el disco, él me sonrió me dió las gracias y se fue. Entonces mi amiga me dijo que me había pedido que le diera el CD al chofer cuando pudiera ponerlo. El disco era del grupo "El barrio", yo ya sabía que le gustaba ese tipo de música, pero a partir de ese día empecé a escuchar ese disco una y otra vez hasta que me aprendí todas sus canciones de memoria. Cuando llegamos a nuestro pueblo, el chófer me devolvió el disco y él vino a recogerlo, volvió a darme las gracias y se fue. Al bajar del bus empecé a dar saltos como una loca, sentía algo en el estómago que nunca había sentido.

Empezó el verano, y como siempre todos los jóvenes que vivíamos en este barrio coincidiamos de noche en la calle, entre ellos siempre estaba su amigo, Manuel. Yo veía que el chico se interesaba por mi, y me miraba de forma especial. Así que se me empezó a ocurrir un plan, un plan que años después me pareció repugnante haber tramado. Pensé que igual si empezaba a salir con Manuel, él se fijaría en mi, sabría, al menos, que existo e igual al conocerme conseguía que se enamorara de mi. Pasamos todo el verano tonteando, hasta que en octubre Manuel me dijo que le gustaba y yo vi una puerta abierta que no podía desaprovechar. Le habia cogido cariño después de todo el verano y me pareció que no iba a resultarme tan díficil pasar un tiempo con él si a cambio conseguía que esos ojos verdes me atravesaran.

Empecé a salir con Manuel, y no fue tan dificil como yo creía, al menos en un principio. Se portaba genial conmigo y yo intentaba no pensar mucho en la razón por la cual estaba con él. Los dos o tres primeros meses a penas coincidí con Daniel. Un día, yendo de camino a casa de Manuel, me crucé con Dani que venía de allí. Me saludó de manera cordial, con un simple "Hola" que a mi me resultó el más bonito del mundo. Yo ni siquiera le contesté, no me dió tiempo a reaccionar, cuando quise hablar ya había pasado de largo. Pasaron unas semanas y, poco a poco, Dani y yo ibamos coincidiendo en la casa y en el campo de Manuel. Empezamos a cruzar algunas palabras, la mayoría sin importancia pero el primer día que dijo mi nombre fue hasta entonces el mejor de mi vida. Era feliz tan solo sabiendo que sabía como me llamaba, que era alguien real para él, que existía.

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