La Mansión Malfoy

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Celebrar su cumpleaños en La Madriguera, con todo lo que eso conllevaba, había sido un hito para Azalea. Sentirse bien, rodeada de tanta gente, era nuevo para ella.

Este hecho no hacía sino acrecentar sus ganas por pasar unos días con los que ya consideraba su familia en Hogwarts, en la Mansión Malfoy: sus compañeros de Slytherin.

Cuando llego el día de ir a casa de Draco, Azalea estaba expectante y nerviosa. Nunca había tenido un grupo de amigos, y mucho menos una celebración así rodeada de los mismos... Y no sabía cómo podía salir aquello, pero las ganas de ver a Nella y Draco eclipsaban todo lo demás.

— Rem, llegaremos tarde, Draco me dijo que nos veíamos enfrente de Gringotts en cinco minutos...

— ¿Lo tienes todo? - preguntó su padrino antes de despedirse de su pequeña.

— ¡Claro! Ya te lo he dicho...

— Bien, entonces ven aquí - dijo él abriendo sus brazos - Luego irás con Molly y Bill hasta allí. Yo aún me encuentro un poco débil...

Azalea sabía perfectamente que eso era una excusa para no tener que acompañarla porque no quería encontrarse con los padres de su amigo, pero lo dejó estar, al fin y al cabo no le había puesto ninguna pega a lo de irse una semana.

La pelirroja se lanzó a los brazos de su padrino y le susurró un «te quiero» cargado de sentimientos que el adulto no dudó un segundo en devolver.

— Pórtate bien, por favor. No quiero que los Malfoy tengan que enviarme una carta...

Azalea asintió enérgica, y dando un último vistazo a los Wealey que habían acudido a despedirla, sonrió... Sin duda le hacían sentirse como de la familia.

En última instancia se acercó a Ginny, que estaba al borde de las lágrimas y la abrazó con fuerza.

— Nos veremos antes de ir a Hogwarts, aún queda otra luna llena. Además, no puedes pasarte rodeada de tantos idiotas todo el verano sin un rescate.

— Pásatelo bien, A. Te voy a echar de menos.

— Y yo a tí, G - sonrió la aludida.

— Y vosotros... - dijo acercándose a los gemelos - Cuidadla, y portaros bien - ordenó tirándose a los brazos de ambos.

— Nos vemos pelirroja - respondió George estrechando a la muchacha entre sus brazos.

— Sí, nos vemos pronto enana - añadió Fred aspirando el dulce aroma que emanaba de su melena por última vez.

Ella no pudo más que sonreír y sonrojarse levemente. ¡Qué parecida y distinta al mismo tiempo había sido la despedida con los gemelos!

— Bueno, cariño, vamos. El señor Malfoy no es lo que se dice paciente y ya tenemos el tiempo justo.

Azalea obedeció de inmediato. No quería contrariar, ya antes de haberles conocido, a los padres de su mejor amigo. Dijo adiós al resto de pelirrojos con la mano y una enorme sonrisa, y siguió a Molly y Bill a la chimenea ipso facto.


Llegaron sin problemas al Callejón Diagon, que no bullía como los días antes de comienzo de curso con miles de pequeños magos y brujas recolectando el material escolar, pero seguía siendo un lugar sumamente exótico a ojos de la Potter.

Cuando llegaron donde Draco la había citado, él y su madre ya estaban allí. Sin duda alguna, Draco tenía a quien parecerse. La mujer que lo acompañaba emanaba elegancia y saber estar por cada poro de su piel.

Azalea Potter y la cámara secretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora