Por fin en casa

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Hubo un momento de silencio cuando Harry, Ron, Azalea, Fred y Lockhart aparecieron en la puerta, llenos de barro, suciedad y, en el caso de Harry, sangre.

El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificultad y se llevaba una mano al pecho. Fawkes pasó zumbando cerca de Harry para posarse en el hombro de Dumbledore.

El anciano director, no cabía en sí de gozo ante la estampa que veía enfrente suya. La que consideraba como su nieta arropada por aquel trío de muchachos tan peculiar empezaba a volver a parecer la muchacha que había sido siempre y no el reflejo de ello, tal como había reflejado todo aquel curso.

No se alegraba tanto de que Remus no hubiera podido asistir a recibirla, pero era el hándicap del pequeño problema de Lupin. Uno no podía decidir cuándo le acaecía.

—¡La habéis salvado! ¿Cómo lo hicisteis chicos? —preguntó la profesora McGonagall, impaciente.

Harry dudó un instante, luego se acercó a la mesa y depositó encima el Sombrero Seleccionador, la espada con rubíes incrustados y lo que quedaba del diario de Ryddle.

Fred acompañó a Azalea a tomar asiento y Ron, que se sentía exhausto, los acompañó en la silla de al lado.

Harry empezó a contarlo todo. Habló durante casi un cuarto de hora, mientras los demás lo escuchaban absortos y en silencio.

—Muy bien —señaló la profesora McGonagall, cuando Harry hizo una pausa—, así que averiguasteis dónde estaba la entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiría yo. Pero ¿cómo demonios conseguisteis salir con vida, Potter?

Así que Harry, con la voz ronca de tanto hablar, les relató la oportuna llegada de Fawkes y del Sombrero Seleccionador, que le proporcionó la espada. Pero luego titubeó. Había evitado hablar sobre la relación entre el diario de Ryddle y su hermana. Ella apoyaba la cabeza en el hombro de Fred, y seguía derramando silenciosas lágrimas por las mejillas.

¿Y si la expulsaban?, pensó Harry aterrorizado. El diario de Ryddle no serviría ya como prueba, pues había quedado inservible... ¿Cómo podrían demostrar que era el causante de todo? Instintivamente, Harry miró a Dumbledore, y éste esbozó una leve sonrisa. La hoguera de la chimenea hacía brillar sus lentes de media luna.

—Lo que más me intriga —dijo Dumbledore amablemente—, es cómo se las arregló lord Voldemort para embrujar a Azalea, cuando mis fuentes me indican que actualmente se halla oculto en los bosques de Albania.

Harry se sintió maravillosamente aliviado.

—Fue el diario —dijo inmediatamente Harry, cogiéndolo y enseñándoselo a Dumbledore—. Ryddle lo escribió cuando tenía dieciséis años. Dumbledore cogió el diario que sostenía Harry y examinó minuciosamente sus páginas quemadas y mojadas.

—Soberbio —dijo con suavidad—. Por supuesto, él ha sido probablemente el alumno más inteligente que ha tenido nunca Hogwarts. —Se volvió hacia los Weasley, que lo miraban perplejos—. Muy pocos saben que lord Voldemort se llamó antes Tom Ryddle. Yo mismo le di clase, hace cincuenta años, en Hogwarts. Desapareció tras abandonar el colegio... Recorrió el mundo, profundizó en las Artes Oscuras, tuvo trato con los peores de entre los nuestros, acometió peligros, transformaciones mágicas, hasta tal punto que cuando resurgió como lord Voldemort resultaba irreconocible. Prácticamente nadie relacionó a lord Voldemort con el muchacho inteligente y encantador que recibió aquí el Premio Anual.

—¡Su... su diario! —dijo Azalea entre sollozos—. He estado escribiendo en él, y me ha estado contestando durante todo el curso...

—La señorita Potter debería ir directamente a la enfermería —terció Dumbledore con voz firme—. Para ella ha sido una experiencia terrible. No habrá castigo. Lord Voldemort ha engañado a magos más viejos y más sabios, incluidos todos los profesores este curso. Reposo en cama y tal vez un tazón de chocolate caliente. A mí siempre me anima —añadió, guiñándole un ojo bondadosamente, conocedor de sus tradiciones con su padrino licántropo—. La señora Pomfrey estará todavía despierta. Debe de estar dando zumo de mandrágora a las víctimas del basilisco. Seguramente despertarán de un momento a otro. Fred, ¿irás con ella?

Azalea Potter y la cámara secretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora