Querido diario

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Azalea se sentía sola rodeada de un montón de gente. Nunca había tenido tal sensación, pues nunca había estado alrededor de tanta gente, de tantos amigos... Pero la verdad es que su cabeza no paraba de dar vueltas mientras todos los demás hablaban a su alrededor.

Comentaban la ceremonia de selección, hartos un año más de que Slytherin recibiera tan pocos alumnos, como era habitual. Ella, sin embargo, pensaba en la veracidad de las palabras de Luna Lovegood, que más que una lunática, resultaba haber sido una persona muy cabal según el criterio de la pelirroja.

Había sido la única persona que le había abierto los ojos respecto al conflicto entre Fred y Draco. No era ella o su amistad con ambos... Era la falta de tolerancia lo que los separaba de ese modo. Y ella no podía ser amiga de nadie que no fuera tolerante, porque... ¿Dónde quedaría la lealtad a su padrino entonces?

Se había sentado entre Theo y Nella, y ambos le habían preguntado varias veces si estaba bien. Ella se limitaba a asentir de manera despreocupada, con un rubio platinado atento a cada expresión de su amiga. Sabía que Azalea seguía dándole vueltas al encuentro que había tenido con los Weasley y que por eso no habían hablado todavía... Pero estaba seguro de que, como siempre, arreglarían sus diferencias.

Cuando fue el turno de colocar a Ginny Weasley, Azalea no se sorprendió de que el Sombrero Seleccionador la colocara en Gryffindor, con el resto de su familia. Los más cariñosos con ella habían sido, como siempre, los gemelos. Se notaba en cada poro de su piel que adoraban a su querida hermana pequeña.

El único que no se acercó a ella para felicitarla fue Ron. Y cuando Hermione se acercó a abrazar a la pequeña Weasley, Azalea se dio cuenta de por qué: ni su hermano ni Ron estaban en la mesa con el resto de compañeros de su casa.

Y fué la preocupación que le faltaba para terminar de estropear su cena de bienvenida al castillo. Entre la advertencia del elfo de Draco y el comportamiento que estaba teniendo su hermano sin si quiera haber comenzado las clases, Azalea supo que ese año iba a ser un completo desastre de principio a fin.



—¡Estáis aquí! ¿Dónde os habíais metido? Corren los rumores más absurdos... Alguien decía que os habían expulsado por haber tenido un accidente con un coche volador.

Azalea y Hermione llegaban al retrato de la señora gorda, sin si quiera aliento. La primera había logrado disuadir a sus compañeros de curso para no ir con ellos directamente a la sala común.

—Bueno, no nos han expulsado —le garantizó Harry a su pequeña hermana.

—¿Quieres decir que habéis venido hasta aquí volando? —preguntó Hermione, en un tono de voz casi tan duro como el de la profesora McGonagall.

—Ahórrate el sermón —dijo Ron impaciente— y dinos cuál es la nueva contraseña.

—Es «somormujo» —dijo Hermione deprisa—, pero ésa no es la cuestión..

No pudo terminar lo que estaba diciendo, sin embargo, porque el retrato de la señora gorda se abrió y se oyó una repentina salva de aplausos. Al parecer, en la casa de Gryffindor todos estaban despiertos y abarrotaban la sala circular común, de pie sobre las mesas revueltas y las mullidas butacas, esperando a que ellos llegaran. Unos cuantos brazos aparecieron por el hueco de la puerta secreta para tirar de Ron y Harry hacia dentro, y Hermione entró detrás de ellos seguida de cerca por Azalea.

La Slytherin no se podía creer que los Gryffindor fueran tan estúpidos como para celebrar algo así. Su hermano y Ron tenían suerte de haber salido ilesos de tal irresponsabilidad...

Azalea Potter y la cámara secretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora