Myrtle la llorona

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Azalea se había despertado aquella mañana de sábado especialmente taciturna. Nada iba bien en su vida. Sus relaciones familiares se debilitaban: apenas había hablado con Harry aquel curso y eran las primeras navidades que pasaba lejos de Remus, aunque fuera por decisión propia. Además, Nella se había ido a casa aquel año dejándola sola con Julen, que no pertenecía a su misma casa.

Como eran pocos los alumnos que quedaban en la sala comúnen esas fechas, decidió arreglarse y bajar a cobijarse frente al fuego en su sillón favorito: el que Draco solía ocupar. Cogió un libro muggle sobre magos y bajó a disfrutar del calor del fuego mientras Anubis se cobijaba en su regazo.

No tardó en ver cómo Draco llegaba a la sala común acompañado de los idiotas de Crabbe y Goyle. Habían resultado ser su compañía durante más tiempo del que a Azalea le gustaría aquellas navidades, pues eran los únicos cuatro Slytherin que permanecían en el castillo.

—Ese Peter Weasley... —entró refunfuñando Draco.

—Vas a gastar ese apellido, Draco —comentó Azalea sonriendo desde su butaca sin levantar la vista. El tono irritado de su mejor amigo era inconfundible.

—Percy —le corrigió automáticamente Ron, que en aquel momento parecía Crabbe.

—Como sea —dijo Malfoy—. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas. Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito.

Lanzó una risotada breve y burlona que Azalea acompañó. Percy era demasiado engreído para su propio bien. Harry y Ron se cambiaron miradas de emoción e incredulidad. ¿Azalea estaba al corriente sobre quién era el heredero?

La sala común de Slytherin era una habitación larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de ellos, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba la hoguera, y contra ella se recortaba la silueta de Azalea Potter y su gato egipcio, acomodados en un sillón de estilo recargado.

—Esperad aquí —dijo Malfoy a Harry y Ron, indicándoles un par de sillas vacías separadas del fuego—. Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar. ¿Otra vez quitándome el sitio, Aza? —preguntó, sonriente, a su amiga de camino a su habitación.

—Todo lo tuyo es mío, Draco —replicó su amiga, sonriendo, juguetona.

Preguntándose qué era lo que Malfoy iba a enseñarles, Harry y Ron se sentaron, intentando aparentar que se encontraban en su casa. Azalea observó con disgusto a los dos muchachos que se sentaron cerca de ella, pero decidió ignorarlos y seguir con su lectura. Harry sintió una punzada de celos con la actitud de tonteo que observó entre su hermana y su enemigo.

¿Por qué no se había molestado en todo el curso en pasar más tiempo con ella? Se reprochó internamente y decidió que cuando salieran de aquella, reservaría al menos una tarde a la semana para la pelirroja que tenía delante.

Malfoy volvió al cabo de un minuto con lo que parecía un recorte de periódico. Se lo puso a Ron debajo de la nariz.

—Te vas a reír con esto —dijo.

Harry vio que Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rió muy forzadamente y pasó el papel a Harry. Era de El Profeta, y decía:


«INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA»

Arthur Weasley, director del Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil muggle.

Azalea Potter y la cámara secretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora