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E X T R A :
"Conversación JiMin y JungKook".

TaeHyung estaba tranquilamente sentado, mientras comía helado y veía la televisión. Cabía decir que el helado estaba de lo mejor y que la serie que estaba viendo era muy entretenida, pues era una de sus favoritas.

Pero unos golpes repetidos en la puerta lo hicieron fruncir el ceño. Miró su reloj y bufando se levantó con pereza. No tenía ni la más mínima gana de levantarse.
Abrió la puerta y alzó una ceja cuando vio al Jeon en la puerta.

—Buenos días, ¿a quién busca?— vio como después de la pregunta rodó los ojos.

—Buenos días, a mi esposo, con tu permiso—respondió él, empujándolo para entrar.

— ¡Puedes pasar, no te preocupes!— comentó sarcástico TaeHyung mirando como subía las escaleras.

Soltando un bufido se tiró al sillón con toda la comodidad del mundo para seguir tragando como animal mientras mira su programa.

Yendo con el castaño, éste subía mirando a los lados perdido, no sabía en qué habitación estaba JiMin, o al menos cual era cual. ¿Estaría en el cuarto de TaeHyung? Caminó abriendo todas las puertas, echando vistazos fugaces a cada una de ellas. La última puerta que abrió fue donde encontró a su queridísimo "esposo".

Se acercó hasta la cama lenta y silenciosamente, queriendo sorprenderlo justo cuando estuviese muy cerca.

— ¿JiMinnie?— colocó su mano en su espalda por encima de la cobija.

Luego de un rato de removerse y estar soltando quejidos muy lindos, JungKook vio como sacaba apenas sus ojos de la cueva, asomándose, para después esconderse de nuevo velozmente y voltearse de modo que estuviese mirando su espalda.

—JiMinnie—colocó su barbilla en la curva de su cintura, cerrando los ojos—. Déjame explicarte.

Notó como la cabeza de JiMin se movía de lado a lado, negando muchas veces.

—Por favor..— rogó.

— ¡Claro que no!

Saltó, sentándose, gritando exasperado.

—Yo sé que nos llevamos así— empezó, sin poder evitar comenzar a llorar de nuevo—, ¡p-pero esto es muy pesado!

—JiMin.

— ¡Dos malditas bromas seguidas!— sorbió su nariz rojiza, con un puchero— ¡Exageradamente pesadas!

JungKook se sintió un poco mal. Tenía razón. Quizá sí había sido demasiado a pesar de que ambos se llevasen así. Suspirando, arrepentido, se acercó poco a poco a JiMin hasta rodearlo completamente para sentarlo en sus piernas.

—Lo lamento, supongo que esta vez de verdad pasé el límite—susurró, escuchando los sollozos de su amigo—Lo siento mucho.

JiMin correspondió el abrazo, aferrándose al más grande, con mucho dolor. Aunque eso era bastante normal, pues ambos sabían que aunque tuviese un carácter muy fuerte, también era de lo más sensible. Mucho más con sus personas más cercanas. Así que no era sorpresa que se tomara muy personal algo así.

—De verdad perdóname, JiMinnie—con sinceridad pidió, acariciando la espalda del mencionado— ¿Puedes dejarlo pasar esta vez?

Se mantuvieron en completo silencio por varios minutos más, hasta que el más pálido se tranquilizó y empezó a menear sus piecitos de adelante a atrás, aún abrazado de su amigo. El ambiente se sentía mejor, no tan pesado o incómodo. JungKook tomó de la cintura a JiMin con fuerza para inclinarse, tomando su mochila del piso. De ahí sacó varias cajas con comida y postres y las acomodó con una sola mano en la cama.

—Te traje kimchi y varios de tus postres favoritos—JiMin volteó a su lado, viendo los recipientes.

Recargando su mejilla en el hombro del contrario, respiró varias veces, intentando calmar los típicos efectos que quedaban después de llorar, como esas respiraciones repetidas, parecidas al hipo. Por otro lado, el moreno proporcionó caricias en la cintura del menor, mientras también ayudaba respirando junto con el mismo.

—Gracias por comprender—susurró muy bajito, tomando un pastelito, comenzando a comerlo—Como compensación, vas a ser mi esclavo lo que resta del día.

— ¿Qué? No, no, no, estás loco. Ya te traje comida—se negó de inmediato, alejándolo de la cintura.

Sin embargo, cuando JiMin lo miró con los ojos llorosos, formando un puchero, supo que no tenía alternativa. Tragando saliva, suspiró.

—Está bien, pero por favor no te pases. Eres demasiado extremista—se sinceró, resignándose a su destino.

—No te preocupes, eso lo voy a dejar para cuando me vengue.

A ninguno les sorprendió el hecho de planear una venganza, pues ambos estaban de acuerdo en seguir mientras no se pasaran los límites.

—Se me cansaron las piernas, no soy tu silla.

—Un esclavo no me habla a menos que se lo ordene, más respeto.

Suspiró, por milésima vez. El resto del día sería una completa tortura.

Pero por lo menos todo se había arreglado. Eso lo mantenía positivo.



broma indecente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora