-P R O L O G O-

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Volveré, lo prometo.

Fue lo que había dicho justo antes de correr hacia la puerta y perderse entre los pasillos con aquella velocidad que siempre lo había caracterizado. Le creyó, en serio que sí, se trataba solamente de un enfrentamiento más que no tenía por qué terminar de otra forma además de ser sumamente obvio el resultado. Siempre ganaban, siempre lo vencían y todo acababa con el grito de victoria por parte de todos pues era un trabajo en equipo liderado por el erizo más valiente y noble que Mobius ha visto crecer, haría su ya conocida pose despreocupada y provocaría que su corazón comenzara a palpitar de forma desmenuzada.

Así era la vida que tanto amaba.

Sin embargo no parecía ser consciente de lo que ahora era su realidad, por estar inmersa en su mundo, por seguir aferrándose a lo que se supone debe de ser y es que aún no habría los ojos pero entre sueños podía reconocer que se hallaba sobre una suave superficie, lo cual aparte de extraño no parecía lógico, mientras su nariz se removía intentando reconocer el olor que la rodeaba cada vez su mente la tenía más difícil para entenderlo. Ese no era el taller de Tails y ella no estaba celebrando con los chicos por su último triunfo.

El estado que ahora seguramente tenía solo le echaba en cara lo aturdida que se encontraba pues los ojos le pesaban en demasía que en conjunto con su espalda molestándole ligeramente a algo parecido al ardor no ayudaba en nada, era como si hubiera estado en esa misma posición por mucho tiempo.

Inclusive, el palpitar en los costados de su cabeza daba la impresión de percibir manos que le estuvieran oprimiendo de forma lenta y tortuosa aunque no fuera así. Sus orejas se encrespaban de vez en cuando al momento de escuchar sonidos que no pertenecían a la verdad que ya había adoptado.

Era molesto, no, era desesperante.

Si pensaba usando el uso de razón las probabilidades de que estuviera pasando por una especie de parálisis de sueño eran altas ¿Verdad? Además con ese pensamiento su corazón por fin latía con más lentitud y era capaz de tranquilizarse así que seguramente era eso al día siguiente despertaría, pasaría lo de siempre y volvería a ver esa sonrisa que le alegraba cada mañana luego toparse por coincidencia rumbo a la casa de su zorrito amigo.

Tal vez tejería una bufanda con su amiga casi hermana pequeña, Cream, que amablemente le había invitado a unas clases dirigidas por su propia madre con el fin de pasar el tiempo y de paso ganar dinero de forma honrada. Hornear unos pastelillos, ir en búsqueda de su amado para regalárselos y pasear por ahí haciendo ejercicio regular, probablemente trotando. ¡Oh! Ese vestido rosa en la plaza comercial debía ser suyo.

Muchas cosas le esperaban al amanecer, el miedo se fue y finalmente volvió a caer poco a poco pasando por alto aquella voz que intentaba llamar su atención muy a lo lejos. No importa, seguramente sería la televisión encendida.

Por otro lado, las cosas dentro de ese pequeño cuarto no eran algo tan armonioso como se lo pintaba nuestra eriza rosa aunque tampoco podía catalogarse la escena digna de un desastre, al menos no ahí dentro.

La mujer de mediana edad paseaba sus ojos cansados desde el cuerpo recostado hasta su tabla en mano mientras que a menudo acomodaba los lentes en el puente de su nariz conectados a dos cuerdas descansando en sus orejas, la etapa difícil por fin había terminado.

Porque el tiempo corría sin respetar que nosotros necesitáramos más de él.

Y ella sin esperar que el tomara el interés de preguntar opto mejor por recitar la actualización de su organismo en voz alta, pues a fin de cuentas para eso era lo único que se hallaba ahí, recargado con una mirada tan fría, vivaz y aterradora junto a aquellos ojos rojos carmín que se asemejaban a dos pistolas envueltas en sangre ajena, no había ni una pizca de sentimientos que se pudiera encontrar en sí, parecía tan desinteresado como alerta asemejando a un robot y sabía muy bien que en cualquier movimiento sospechoso la mataría en ese instante pues la forma o arma de vida perfecta definitivamente no se andaba con rodeos, además, sería una excelente excusa para dar por terminado ese trabajo de mierda que le habían encargado según dijo la primera vez en la que aquella enfermera le preguntó "¿Por qué se quedaba ahí todo el rato en el que duraba el estudio?".

Con cuidado se puso los guantes de látex viéndola como soltaba uno que otro sonido entre sueños, esa niña le provocaba mucha dulzura y ternura, tanto que le daba lastima.

De verdad que ella no merecía esto.

Comenzó su trabajo, en silencio como siempre. Después de dos horas, los análisis estaban listos y la linda eriza rosa estaría lista para el día siguiente. Con la poca tranquilidad que eso le podía dar sonrió internamente y se encargó en darle la tabla al erizo que solo posó su mirada penetrante ahora en el monto de hoja de papeles repletos de información, su disgusto se podía notar a kilómetros pero no era uno el cual fuera "normal", su sola presencia imponía al mismo tiempo que el ambiente se volvía pesado, quizás de su poder o quizás ya era parte de lo que trasmitía y mientras más lo pensabas más querías salir huyendo ¿Cómo era eso siquiera posible?

-Es todo.

Levantó lentamente su vista hacia ella, reincorporándose dispuesto a salir lo más rápido que pudiera de esa habitación asfixiante en su caso, arrugando las hojas en el proceso por la brusquedad. Ese comentario hizo que chasqueara la lengua irritado y azotara la puerta casi rompiéndola desapareciendo entre los pasillos.

[~SHADAMY~] - ღLa promesaღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora