9 - [¿Eres?]

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Una semana, cinco días de los siete completos, desde el amanecer al anochecer.

A partir de esa vez, la vida de la pequeña eriza se había vuelto un poco más ocupada, y cansada. La razón era simple, sus compañeros tan comprensivos habían decidido explotarla al máximo, hasta que esa fuerza acumulada en todos esos años inconsciente saliese a la luz al fin y la ayudaran a ser, menos torpe.

Aunque sonara increíble, eso no era lo que le afectaba en sí, no claro que no, existía cierta persona que se encargaba de hacerle saber lo basura que era su sola presencia, lo inútil y erróneos que eran sus decisiones y/o movimientos futuros.

"¿Es que le hice algo?" Se preguntaba cada vez que ambos se encontraban, tan solo bastaban segundos para que algo malo volviera a suceder, por ejemplo, el lunes:

Lunes, 7:55 am.

La alarma había sonado hace más de una hora, las repeticiones hacían su trabajo y como dato extra, sacarla de quicio, los rayos del sol se colaban por la ventana junto al viento fresco de la primavera.

De repente, un fuerte ronquido resonó en todas las paredes de la habitación, pataleos que removían las mantas hasta volverlas una enorme bola, y finalmente el cuerpo de la eriza haciendo acto de presencia, para resumir la descripción, bueno, la chica hacia un excelente cosplay de un zombi saliendo de su tumba.

Con los cabellos de un lado para otro tal cual nido de arañas, ropa estirada y un rastro de baba en su mejilla izquierda, vaya, toda una dama.

–¡Acepto, ya cállese padre! – La eriza abrió los ojos de golpe, viendo por todos lados y cayendo en cuenta que esa preciosa boda había sucedido solamente en sus sueños, inflando sus mofletes como reproche se tallo la cara para despertar e iniciar ese pesado inicio de semana. – Bien, andando. –

Después de arreglarse con el mismo uniforme del día anterior, correr de un lado a otro y darle una mordida a su manzana matutina, técnicamente ya estaba lista, abrió la puerta y salió corriendo, pues no se había dado cuenta que tan solo faltaban cinco minutos para encontrarse con los chicos, y no quería saber lo que pasaría si llegara tarde a su segundo día.

Corría por los pasillos, doblaba a la derecha e izquierda sin embargo algo peculiar notaba sus orejas encrispadas.

"¿Ya la viste?", "Hay sí, esa maldita a estado con dos de los agentes más sexys de toda esta organización", "Es una zorra, la otra vez vi como lo veía", "Él es mío, si se mete se las verá conmigo". Ya tenía una lista de enemigas y ni siquiera se había ido ni a su primera misión.

Por desgracia, eso la había distraía a tal nivel que no escucho los gritos preventivos de otras más, solo fue hasta que sintió cierto obstáculo obstruirle el camino, pelo blanco y suave y finalmente sus piernas tambaleándose hasta retroceder cinco pasos.

–¿Pero qué...? – Su vista se alzó, y lo miro, parado sin ningún tipo de reacción en su rostro más que frialdad pura, con los brazos cruzados y la ceja alzada, demostrando una vez más que poseía la mirada más extrañamente terrorífica de todos en ese sitio, varias soldados novatas que pasaban por ahí se tuvieron que callar los gritos que salían desde sus gargantas, pues era inusual ver a un hombre entrar al edificio femenino, menos siendo EL quien paseaba por los pasillos como si fueran los suyos. Sorprendida también, abrió la boca intentando hablar antes de recibir una maldición de su parte, así que presurosa apretó los puños y reunió valentía de orígenes desconocidos. – ¿Shadow? ¿Tú que haces aquí? – Eso Amy, no tartamudeaste. Se felicito mentalmente.

El aludido alzo su muñeca diestra aparentemente mirando la hora en su reloj, se aclaró la garganta y volvió su vista a la chica, que de hecho era la única que no lo veía como si fuera el único erizo en el mundo, más bien un monstruo.

[~SHADAMY~] - ღLa promesaღDonde viven las historias. Descúbrelo ahora